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TORMENTAS PERFECTAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mentar la bicha

Lluís Bassets
MATT MADERA

Wen Jiabao lo hizo en su última conferencia de prensa como primer ministro del país más poblado del mundo. La evocación de la Revolución Cultural enerva la memoria de todas las generaciones chinas mayores 40 años. Hay sucesos en el pasado de los países que ejercen un magnetismo disuasivo durante largo tiempo: la construcción europea no se entiende sin las tres guerras entre Francia y Alemania entre 1870 y 1945; tampoco se explica el éxito de la transición española sin el trauma de la guerra civil; la actual vía argelina, sin revolución contra el régimen como en Túnez o Egipto, no se puede comprender sin la huella de la guerra civil terrible que asoló el país magrebí tras el golpe de Estado militar de 1991.

China es un caso especial, porque la bicha allí es la Revolución Cultural, los diez años de agitación y enfrentamientos internos entre los jóvenes guardias rojos y las estructuras del partido comunista, que dejaron un reguero de muertes y de dolor prácticamente en todas las familias. Mencionarla es acudir a una contradicción constitutiva del monopolio del poder comunista, puesto que fue obra del fundador de la actual dinastía roja, Mao Zeodong, que lanzó a los jóvenes chinos contra los cuadros y estructuras del partido para consolidar su poder personal entre 1966 y 1976, tras el desastre económico del llamado Gran Salto hacia Adelante, una política de colectivización e industrialización forzosas que, al revés de lo que su nombre indica, fue un tremendo retroceso para la economía y significó una catástrofe incluso demográfica.

Los actuales dirigentes comunistas han sufrido todos en distintos grados las violencias y las deportaciones y castigos de la Revolución Cultural. El Gran Salto lo sufrió la población, pero las víctimas de la Revolución Cultural fueron también los revolucionarios. Es el caso de los príncipes comunistas, hijos de dirigentes de la generación de Mao, como Xi Jinping o Bo Xilai, dos personajes de destinos opuestos: el primero será el próximo presidente de China, en sustitución de Hu Jintao, y el segundo acaba de caer en desgracia esta semana. Todos conservan una pésima memoria de aquellos años, aunque Bo Xilai fundamentaba su línea más izquierdista en una cierta reivindicación del maoísmo.

Wen ha requerido reformas políticas para asegurar la solidez de los avances económicos. En caso contrario, ha amenazado, "podría ocurrir de nuevo una tragedia histórica como la Revolución Cultural". No se le ha ocurrido en cambio mentar el auténtico tabú de la actual cúpula comunista, como es la pacífica y fracasada movilización juvenil de 1989, en la plaza de Tiananmen, que terminó en un baño de sangre. Eso es lo que temen de verdad los dirigentes chinos, y de ahí que cubran el puño de hierro con que acallan las protestas con el espantajo de una Revolución Cultural que regresa.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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