Putin sigue, la incertidumbre empieza
La nueva clase media de las grandes ciudades ha empezado a politizarse y a revindicar el cambio
Putin ha ganado. El margen de la victoria es inequívocamente menguante y la fiabilidad de los resultados se presta a discusión. Algunos vertiginosos porcentajes a favor de Putin, en ciertas regiones o repúblicas (99% en Chechenia, por ejemplo), dan mucho que pensar. Pero, como reconoce Golos, una ONG independiente de supervisión electoral, Putin habría vencido incluso con una distancia menor que la que enseñan las cifras oficiales. En cambio, los indicios de que las legislativas de diciembre 2011 no hubieran dado la mayoría en la Duma al partido del poder, Rusia Unida, son definitivamente más sólidos. Por tanto, unas elecciones limpias en ambos comicios hubieran configurado una situación muy distinta a la actual: un presidente reelegido con un margen menos confortable y un Parlamento que el Ejecutivo ya no dominaría tan fácilmente como antes.
Sea como sea, los acontecimientos de los últimos tres meses muestran el renacer de una conciencia cívica y política que bien pocos pensaban ya volver a ver en Rusia algún día. Y todo indica que ha vuelto para quedarse. Se ha dicho que la debilidad de ese movimiento incipiente es que se concentra en las ciudades y que Moscú no es Rusia. Pero es la población urbana la que domina el país y, en la historia reciente, todo lo importante que ha ocurrido en Rusia se ha puesto en marcha en la capital, Petrogrado (San Petersburgo, ahora) o Moscú. El desglose geográfico de los resultados de ambas elecciones muestra que Putin y su “vertical del poder” están perdiendo las grandes ciudades y, muy en particular, Moscú, donde queda por debajo de la mayoría. Allí precisamente es dónde está concentrada la clase media que más se ha beneficiado del despegue económico y de la estabilidad, los dos pilares del llamado consenso Putin. Es esa clase media, la piedra angular de su apoyo hasta ahora, la que ha empezado a politizarse y a revindicar.
La socióloga Natalia Tijónova explica, en el portal de noticias de la empresa Bloomberg, que la clase media de Rusia ya no quiere seguir siendo tratada como “un súbdito feudal de la época preindustrial”. Bloomberg recoge también la preocupación de algunos inversores extranjeros por la distancia y el descontento con sus gobernantes que está creciendo claramente en ese sector social que es, de hecho, la locomotora del consumo interno del país. El anuncio del presidente saliente, Dmitri Medvédev, respecto a la voluntad de emprender una serie de reformas (elecciones directas a gobernador, registro de partidos, juicio a Jodorkovski...) habría causado sensación hace solo dos años. Ahora apenas ha despertado comentarios escépticos entre periodistas y expertos.
Putin no ha vuelto porque nunca se fue. La idea de que la estabilidad ha vencido puede revelarse pronto ilusoria. La tensión entre continuidad y cambio marcará sin duda el tercer mandato del presidente ruso que se encontrará ahora con una sociedad mucho más difícil de contentar y controlar. Si el presidente planea volver a presentarse dentro de seis años, hará bien en utilizar ese tiempo para construirse una legitimidad capaz de afrontar una competición limpia. Para ello, tendrá que entender, y extraer las consecuencias necesarias, que su país, Rusia, está cambiando.
Carmen Claudín es Directora de investigación en el Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona (CIDOB).
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