Cuentatrás en Damasco
¿Qué desgracia llegará primero? ¿El colapso económico, que fuerce al Ejército a obrar contra la Asadocracia, o un golpe que se anticipe al colapso?
Hace tan solo dos años, en febrero de 2010, el presidente Bachar el Asad podía creer sin llamarse a engaño que tenía el viento de cara. Los dirigentes extranjeros abarrotaban Damasco; en 2009 Siria había celebrado un número de reuniones de alto nivel con la Administración norteamericana; en septiembre de ese año su viceministro de Asuntos Exteriores, Faisal Mekdad, había visitado Washington; y en febrero de 2010 Robert Ford era nombrado embajador de Estados Unidos en el país levantino, el primero desde la congelación de relaciones por el asesinato del primer ministro libanés Rafik Hariri en 2005, del que Washington acusaba a Siria.
Y el propio Bachar declaraba hace apenas un año a The Wall Street Journal -cuando Túnez y Egipto ya vivían en plena Primavera Árabe- que Damasco se diferenciaba de El Cairo en que “él tenía una causa” y el presidente Mubarak, “un vacío”. La defensa del pueblo palestino parecía vacuna suficiente contra vendavales climáticos. Pero hoy, al cabo de un año, Siria padece una cuasi guerra civil, que ya ha causado 7.000 muertos.
Siria cuenta con 23 millones de habitantes, de los que cinco millones tienen entre 15 y 24 años
Las razones obvias de la debacle son bien conocidas. La espoleta tunecina y el ejemplo egipcio de la plaza Tahrir; la herramienta –función, pero no órgano- de las redes sociales para convocar y congregar la protesta popular; y la salvaje represión de la dictadura. Pero, como a los originales les gustaría decir, también era una revuelta anunciada.
Siria cuenta con 23 millones de habitantes, de los que cinco millones tienen entre 15 y 24 años, lo que obligaría a crear 400.000 empleos anuales solo para contener el paro, que ronda el 20%, cuando apenas genera 200.000 (Bruce Maddy-Weitzman, universidad de Tel Aviv); el país ha sufrido sucesivas sequías desde 2006, con la de 2007-08 especialmente devastadora, por lo que en 2010 hubo que importar medio millón de toneladas de trigo; y, según cifras oficiales, el 12% de la población vive en condiciones de extrema pobreza y un tercio, de pobreza a secas. Todo eso lo enmascaraba el peaje del petróleo, que aún hace unos años suponía el 10% del PIB nacional. Pero en 2012, como consecuencia de las sanciones internacionales, que impulsa Estados Unidos, el crudo escasea. Un caso de libro para Tocqueville, el gran analista de las revoluciones.
El conflicto se inscribe hoy en un contexto inédito: la explosión geopolítica de la zona, en la que Washington ha dejado de ser el actor casi único y principal y se produce el gran regreso de Rusia, que cuando vetaba el pasado día 10 una resolución de la ONU que pedía la renuncia del presidente, defendía grandes intereses estratégicos. Damasco es, tras India y Venezuela, el tercer cliente armamentístico de Moscú, y desde 2007 ha recibido 3.600 millones de euros en pertrechos militares. Compañías rusas se han comprometido a construir el tramo sirio de un gasoducto hasta el Mediterráneo, y nada complacería más al gobierno de El Asad que Rusia ampliara sus instalaciones navales en Tartus. Solo Moscú puede salvar a Siria del boicot económico internacional.
El caso de China es más circunstancial y probablemente se sumó al veto ruso para subrayar su apoyo a la alianza sirio-iraní, puesto que de Teherán recibe gran parte de su crudo. Pero su reciente declaración de neutralidad en el conflicto interno sugiere que se prepara para lo peor. El caso turco obedece, en cambio, al inteligente oportunismo del ministro de Exteriores de Ankara, Ahmet Davotoglu, de no consentir que ninguna antigua alianza difumine el papel de su país en el área.
Y su extensa frontera con Siria haría el concurso de Turquía decisivo para crear una zona de seguridad, en la que el paraguas aéreo occidental protegiera a los rebeldes. La Liga Árabe, finalmente, propone misiones de paz y adopta sanciones contra Damasco, pero de carácter básicamente preventivo e improbable eficacia: que nada irreparable ocurra en su ausencia. ¿Y la UE? De crisis.
¿Qué desgracia llegará primero? ¿El colapso económico, que fuerce al Ejército a obrar contra la Asadocracia, o un golpe que se anticipe al colapso? La creación de esa zona de seguridad marcaría, seguramente, el principio del fin, y Bachar podría acabar lamentando el accidente que en 1994 le costó la vida a su hermano mayor, Basil, razón por la que el apacible oftalmólogo educado en Londres tuvo que heredar la presidencia a la muerte de su padre, Hafez el Asad, seis años después. Y a los 12 de su reinado todo parece indicar que la cuentatrás ya ha comenzado.
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