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Dimite el jefe de la oposición holandesa mientras se afianza la ultraderecha

Job Cohen, líder de los socialdemócratas, deja a un partido desmadejado, falto de popularidad y sin un sucesor claro. La renuncia llega cuando el Gobierno, de centroderecha, debe negociar nuevos recortes con la extrema derecha

Isabel Ferrer

Job Cohen, jefe de la oposición socialdemócrata holandesa, ha dimitido y abandona el Parlamento. Antiguo alcalde de Ámsterdam y uno de los políticos más respetados del país, se marcha poco antes de que el Gobierno de centroderecha (en minoría) negocie nuevos recortes millonarios con la extrema derecha del líder antimusulmán Geert Wilders. Con fama de íntegro y un estilo mesurado, Cohen no ha podido unir a su partido, que empezaba a criticar su falta de gancho. Su salida se produce en un momento muy delicado. Se calcula que el Ejecutivo deberá ahorrar hasta 15.000 millones de euros (además de los 18.000 millones pactados tras las elecciones de 2010). Para ello, necesitará el apoyo de Wilders, que ha exigido, entre otras cosas, el desmantelamiento de la ayuda al desarrollo y mano dura con las políticas de inmigración.

Para los socialdemócratas holandeses la situación no puede ser más difícil. Llevan dos años de dura oposición, les ha salido mal la apuesta de Cohen y no tienen un sucesor claro. En su despedida, Cohen ha lamentado precisamente no haber podido “mejorar la sociedad con políticas de igualdad y solidaridad”. En otras palabras, haber sido capaz de dejar su impronta en el país y contener el auge de la extrema derecha.

Conocido por su afición a tender puentes, el ya exlíder socialdemócrata fue nombrado en 2005 Héroe Europeo por la revista Time. Era entonces alcalde de la capital holandesa y venía de dos cargos gubernamentales: secretario de Estado de Educación y luego de Justicia. En este último puesto, se ganó gran prestigio por haber sido estricto a la vez que sensible ante los problemas de la inmigración. En los dos años que llevaba ejerciendo la oposición en la primera línea, se desesperaba por la influencia de Wilders y sus planes xenófobos en el quehacer del Gobierno.

Nada más conocer la dimisión del cabeza socialdemócrata, el primer ministro Rutte ha agradecido su trabajo. “Tengo un enorme respeto por su integridad y decencia. Y por cómo ha trabajado con sus ideales como bandera”, ha asegurado. Todavía sorprendida, el resto de la clase política holandesa ha lamentado la marcha de Cohen, al que califican de incorruptible. Geert Wilders, por su parte, le ha deseado suerte. “Lo demás es un asunto de su partido”, ha dicho.

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