Romney, al menos, no es Obama
El voto de origen cubano de Florida apuesta ante todo por un líder republicano en la Casa Blanca El exgobernador de Massachusetts gana terreno en Florida
Mitt Romney no es muy conocido en Hialeah. Esta es una ciudad con más de un 70% de población de origen cubano, en su mayor parte trabajadores y clase media baja, para los que la política es un asunto bastante secundario. Nada que ver con la élite cubana de Miami, activa, poderosa e influyente. Los republicanos de aquí lo son, esencialmente, como respuesta automática al comunismo que gobierna en su isla querida. Y quieren a un republicano en la Casa Blanca para asegurarse de que no hay ningún tipo de entendimiento con los hermanos Castro, cosa que no acaban de ver clara si sigue Barack Obama. Cualquier republicano vale, el que más posibilidades tenga. Romney, por ejemplo.
Roberto, el dueño de un modesto café cubano en la ciudad que el domingo visitó el aspirante a la presidencia de Estados Unidos, es un ejemplo de esa actitud. Nunca había escuchado hablar a Romney antes, ni falta que hacía. “Yo soy republicano al 100% y voy a votar por el republicano que haya que votar”, advierte. Más bien, por el republicano que los hermanos Lincoln y Mario Díaz-Balart, Ileana Ros o el alcalde de Hialeah, Carlos Hernández, un cubano de Camagüey leal a los tres primeros, digan que hay que votar.
Los Díaz-Balart y Ros, esta última presidenta de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, controlan desde hace décadas el voto republicano en esta zona, y ahora, en comunión con el resto del establishment del partido, han decidido dárselo a Romney, a quien consideran el único capaz de derrotar a Obama.
Inmenso regalo para Romney. Con más de 200.000 habitantes, Hialeah es la sexta mayor ciudad de Florida, donde Romney se ha convertido en el claro favorito para la victoria en las elecciones primarias de este martes, gracias a obsequios como este de otros grupos de poder semejantes en distintas partes del estado.
Para los republicanos de Hialeah el duelo entre Romney y Newt Gingrich carece de interés. Su objetivo es, únicamente, sacar a Obama de la Casa Blanca y recuperar la política de enfrentamiento sin tregua contra el régimen de La Habana. Romney les promete eso. Les dice que “es necesario poner fin a la estrategia de apaciguamiento que ha seguido esta Administración”. Por lo tanto, Romney es bienvenido.
Esto puede ser un seguro de victoria hoy para el exgobernador de Massachusetts, pero no es garantía de éxito para el Partido Republicano en el futuro. La comunidad cubana está lejos de ser ese montón de fanáticos derechistas con el que frecuentemente se les identifica. De hecho, Obama ganó a John McCain por 17 puntos de ventaja en 2008 en Hialeah, donde una gran proporción de cubanos, llegados aquí en los últimos años, desea mantener contactos con sus familiares en Cuba y respalda las medidas de intercambio que el presidente ha puesto en marcha durante su mandato.
Pero ahora no es momento para esas sutilezas. Estas primarias son una competencia por demostrar quién es más radical en su conservadurismo, y Romney necesita seguir convenciendo a las bases republicanas de que su extremismo no es mero oportunismo. “Una Administración de Romney sabría distinguir claramente entre quienes son nuestros amigos y quienes nuestros enemigos. Y nuestros enemigos son Chávez, Ortega, Evo Morales y los hermanos Castro”, afirma Ros.
Toda la campaña de Romney es un esfuerzo por ofrecer un perfil claro. A lo largo de su vida política ha asumido tantas posiciones diferentes sobre tantos asuntos relevantes, que hoy es un candidato desdibujado a quien no acaban de conocer ni siquiera los que votan por él. En ese esfuerzo colaboran todos. Su esposa, Ann, quien insiste en cada acto electoral en que su marido es “ante todo, un hombre de familia”. Y, cuando se trata de dirigirse a los hispanos, colabora también su hijo Craig, que habla español y el domingo explicó a los concentrados en Hialeah que, aunque su padre no puede expresarse en esa lengua, “sí domina el idioma del comercio, el idioma de la prosperidad y el idioma de la libertad”.
Entre las múltiples dudas sobre Romney, es particularmente grave la que tiene que ver con su posición sobre el aborto. Su rival, Gingrich, ha estado emitiendo unos anuncios en Florida en los que se recogían antiguas declaraciones de Romney, en sus tiempos de político del progresista estado de Massachusetts, en las que apoyaba el derecho de las mujeres a decidir sobre el embarazo. Ileana Ros le ayudó aquí a desmentirlo y le certificó a la audiencia, de no más de 200 personas, que el candidato es “un firme defensor del derecho a la vida”.
Las dudas probablemente van a perseguir a Romney por un tiempo todavía. Incluso con una victoria en Florida, que le es indispensable para seguir siendo favorito, va a tener que seguir luchando contra Gingrich en otros estados donde puede encontrar más dificultades. Su posición sobre inmigración, por ejemplo, que no es muy importante entre los cubanos porque éstos tienen un tratamiento migratorio preferencial, puede ahora ponerle en problemas en Nevada, donde los inmigrantes son mexicanos.
Mientras tanto, Romney trata de asentarse al frente de esta carrera como la mejor arma republicana contra Obama. Gingrich llena sus discursos de teorías rocambolescas sobre el destino del mundo y el papel que le corresponde a EE UU. Romney se limita a destacar dos cosas: el suelo de vidrio que pisa su rival y el fracaso de la presidencia de Obama. “El presidente no tiene ideas, tiene excusas”, decía el domingo. Estas elecciones son las más importantes en muchos años, sostiene Romney, porque esta vez hay un objetivo excepcionalmente urgente: “Echar a Obama y devolverle la grandeza al país”.
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