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EL CONFLICTO EN SIRIA

Las fuerzas de El Asad retoman el control de los suburbios de Damasco

Los rebeldes ponen en jaque al Ejército del régimen Un centenar de muertos en la última semana Rusia se ofrece a abrir el diálogo en Moscú, pero la oposición rechaza la propuesta

Enric González
Soldados desertores, tras tomar una calle en Saqba, un suburbio de Damasco, el domingo.
Soldados desertores, tras tomar una calle en Saqba, un suburbio de Damasco, el domingo. AHMED JADALLAH (REUTERS)

La oposición siria ha conseguido distribuir sus grupos armados por la mayor parte del país. Pero el presidente Bachar el Asad sigue disponiendo de una abrumadora superioridad militar y de un considerable respaldo político. Las fuerzas gubernamentales han retomado el control sobre los suburbios de Damasco y han emprendido nuevas operaciones represivas, con detenciones casa por casa y ataques con artillería sobre algunas zonas de Sakba, uno de los bastiones rebeldes.

El Ejército de la Siria Libre, compuesto mayoritariamente por desertores, asegura que su retirada de los alrededores de la capital es solo un “repliegue táctico” y que seguirá hostigando a los soldados y la policía del régimen. Las emboscadas y los atentados son cada vez más frecuentes. El rápido incremento de la violencia ha condenado a la irrelevancia el debate que mantenían los grupos de oposición sobre si convenía o no recurrir a las armas: la revuelta siria ya no gira en torno a manifestaciones pacíficas y la situación se parece cada vez más a una guerra civil de combustión lenta.

El Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, una organización opositora basada en Londres, ha denunciado que el coronel Hussein Harmush, el primer oficial de alto rango que desertó del Ejército y uno de los fundadores del Ejército de la Siria Libre, había sido detenido y ejecutado. Harmush se había instalado en uno de los campos de refugiados creados por Turquía junto a su frontera con Siria, y la oposición sospecha que fue secuestrado por agentes de Bachar el Asad y trasladado de nuevo a su país.

Pese al desequilibrio de fuerzas, tiende a igualarse el balance de víctimas entre civiles y miembros de la oposición, por un lado, y miembros de las fuerzas de seguridad, por otro. Se estima que en la última semana han muerto en torno a un centenar de personas, y casi 50 eran soldados y policías. Según el Gobierno, seis soldados murieron en una emboscada en Deraa, la población agraria cercana a Jordania donde empezó la revuelta en marzo pasado. También fue dinamitado un gasoducto que ya había sufrido otros ataques anteriormente. La oposición, por su parte, dijo que al menos 15 civiles habían muerto durante la ofensiva gubernamental de los dos últimos días para reconquistar los suburbios de Damasco.

No se vislumbra un desenlace próximo de la crisis. Bachar el Asad se encuentra en una situación mucho más precaria que hace un año, pero dispone aún de recursos. A medio y largo plazo su supervivencia política se perfila muy difícil, porque la violencia y las sanciones financieras y comerciales están hundiendo el país en una profunda crisis económica y quebrando la vieja alianza entre el régimen y la burguesía suní de Alepo y Damasco, las dos mayores ciudades. A corto plazo solo es previsible que se mantenga la crisis en términos muy similares a los actuales.

Las vías de diálogo están definitivamente cerradas. Rusia ha propuesto que Gobierno y oposición negocien en Moscú y el Consejo Nacional Sirio, que intenta perfilarse como Gobierno alternativo siguiendo el modelo libio, insistió en que no hay reconciliación posible sin la dimisión previa de Bachar el Asad. “Rechazamos la propuesta rusa porque nos pide que hablemos con un régimen que no deja de matar, torturar y encarcelar”, dijo Walid al Buni, delegado para asuntos exteriores del Consejo Nacional.

La propuesta rusa forma parte de la danza diplomática que se desarrolla en Nueva York. La Liga Árabe y Francia (antigua potencia colonial en Siria) intentarán desde este martes convencer al Consejo de Seguridad de la ONU de la necesidad de emitir una resolución de condena contra Bachar el Asad. Rusia y China son reticentes. El Gobierno de Rusia tiene un especial interés en que El Asad se mantenga en el poder, ya que el puerto sirio de Tartus es la única base naval de que dispone su flota en el Mediterráneo. Un cambio de régimen y un hipotético distanciamiento entre Moscú y Damasco podría encerrar los barcos de guerra rusos en el mar Negro.

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