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Salvando las distancias

Los jóvenes españoles abandonan el país en busca de una oportunidad

Michel Tenoe y Hinocent Taka, inmigrantes cameruneses con trabajo en España, y David Rios, español que planea irse a Noruega.
Michel Tenoe y Hinocent Taka, inmigrantes cameruneses con trabajo en España, y David Rios, español que planea irse a Noruega. Bernardo Perez

David Ríos está cabreado, harto, decepcionado. Tiene 29 años. Es de Ponferrada (León). Técnico de rayos, enfermero y, según las estadísticas, integrante de esa generación perdida a la que aludió en septiembre de 2010 Dominique Strauss-Kahn, por entonces director gerente del FMI.

Pronto engrosará también otras estadísticas: las que certifican que los jóvenes españoles abandonan España en busca de una oportunidad. Entre enero y septiembre de 2011, 50.521 españoles hicieron las maletas, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Un 36,6% más que en 2010. Más hombres que mujeres y, sobre todo, jóvenes cualificados y con idiomas. Como David. Él domina el inglés, tiene un nivel básico de sueco, pero necesita hablar noruego. En cuanto apruebe el examen previsto para mayo se irá al país nórdico. "Me dan alojamiento gratis, un billete al año para volver a España y un salario que supera los 2.500 euros". Desde junio de 2011 ha encadenado trabajos de dependiente y enviado "miles de currículos". Su última entrevista de trabajo fue descorazonadora -cuando menos. "Era para un puesto de enfermero y técnico de rayos. Chequeos por las mañanas y placas por las tardes, había que trabajar un par de sábados al mes… Ofrecían 800 euros y yo me tenía que dar de alta en autónomos. Aunque me dijeron 'eso si quieres pagar la cuota, es cosa tuya…".

En Noruega, por primera vez, experimentará eso de vivir "holgadamente". "Viviré, no sobreviviré, que es lo que he hecho hasta ahora". Por contrato, tiene que quedarse un mínimo de dos años. No se va por elección, pero no va a esperar "a que la cosa mejore". Y tampoco tiene excesiva prisa por volver. "Las generaciones de mis padres nos ponen a parir. Y los jóvenes me crispan porque nos dejamos pisotear. Parece que tienes que aplaudir por tener un contrato de seis meses. Necesito un cambio personal y profesional".

Las generaciones de mis padres nos ponen a parir. Y los jóvenes me crispan porque nos dejamos pisotear David Ríos, español de 29 años

En 2005 se produjeron 13.000 intentos de cruzar las vallas que separan África de Europa. 5.566 inmigrantes ilegales -según cifras del Balance de la lucha contra la inmigración ilegal 2010 del Ministerio de Interior- lograron burlar los controles fronterizos y llegar a Ceuta y Melilla. El camerunés Hinnocent Taka, que lleva más de seis años viviendo en Madrid y tiene los papeles desde hace tres, fue uno de ellos. Le costó tres intentonas. Lo cuenta sin gravedad, como si la peripecia fuera la del protagonista de una película de acción vista la noche anterior. "Fue rapidísimo. El mismo día que llegué a Marruecos lo intentamos seis personas, pero tuvimos que abandonar. Otra noche me fui solo y me cogieron porque se me rompió la escalera y me llevaron a Argelia. Volví a los dos días. ¡Los demás pensaban que ya estaba en Europa! ¡Qué difíciles son estas cosas!", cuenta con una amplia sonrisa. Escuchan su relato David -sin pestañear, la mano derecha sujetando el peso de su barbilla, más concentrado, imposible- y Michele Temoe, su mujer, que sólo lleva tres meses en Madrid. "Vino en Air France", aclara orgulloso. Ella era la única que sabía que había salido de Bafoussam con destino España.

- ¿Y a tus padres no les dijiste nada?, pregunta David.

- Nada. No le dije nada a mi madre porque la quiero mucho.

No había futuro para él. Por eso dejó atrás Camerún. "Trabajo desde los ocho años para pagar mis estudios y ayudar a mi familia. Día y noche sacaba arena del agua con mi pala y en las clases estaba cansado… Estudiaba electricidad, pero había mucha matemática, me ponía loco", explica. Apura el café con leche y continúa: "Hay una cosa que no he dicho: tengo un hijo… ¿Ahora lo entiendes mejor?". A Michele, tímida y con un castellano titubeante, se le dibuja una media sonrisa. "Se quedó embarazada al conocernos. Ahora tenemos 23 años y un niño de seis". A David le entra una risa nerviosa. "¿Sólo tenéis 23 años? Pero si sois mucho más maduros que…". Todas las personas de esa edad que conoce.

Trabajo desde los ocho años para pagar mis estudios y ayudar a mi familia Hinnocent Taka, camerunés

Según las proyecciones del INE, España perderá más de medio millón de habitantes en la próxima década. El saldo migratorio será negativo. Y se marcharán, sobre todo, los extranjeros. Pero Hinnocent no se va a ningún sitio. "Aunque me digan 'Ven, hay un buen trabajo para ti', no pienso irme. En España tienen humanidad. Hay una barrera, tú no tienes que pasar y te ayudan". Y eso que ahora le cuesta llegar a fin de mes. "Lo pasamos mal, pero lo pasamos bien antes. Yo he visto cómo estaba España en 2005 y 2006, que lo pasé de maravilla". A los pocos meses de llegar empezó a trabajar por las tardes en un campo de fútbol en el madrileño Barrio del Pilar. Ahí sigue. "Es el principio de mi vida. Tengo mucho corazón ahí". Cuando la economía era otra, por las mañanas trabajaba a destajo. Pero ahora no hay trabajo en la construcción. "Así que estudio para el carné de conducir".

Desde el momento en que Hinnocent empezó a hablar, David enmudeció. Su vehemencia, aniquilada. "Pero yo le doy la razón a él. Me da pena que se eche a los españoles que se pasan la vida estudiando, por eso no quiero ni quejarme de lo que estamos viviendo ahora", tercia el camerunés.

Hora de la despedida. A Hinnocent le esperan los entrenamientos, a Michele los deberes de español y a David un trabajo tan "precario" como necesario.

- Que te vaya bien, David.

- Gracias. Igualmente.

Minutos después del encuentro, David nos envía un mensaje: "Ha sido una bofetada de realidad. [Hinnocent] es un valiente. A mí me duele lo mío, pero en comparación con otros dolores soy el típico que va a urgencias por una chorrada".

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