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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Naufragio en el Tirreno

Incógnitas sobre la seguridad en los cruceros, tras el embarrancamiento del ‘Costa Concordia’

La embarcación de recreo Costa Concordia sufrió en la noche del viernes un grave accidente que la justicia italiana debe investigar. Los primeros indicios apuntan a que el capitán, Francesco Schettino, hizo navegar al buque, con 4.229 personas a bordo entre turistas y tripulantes, demasiado cerca de la costa de la isla de Giglio, en el mar Tirreno. El choque contra una roca que, según el propio Schettino, no aparecía en los mapas, abrió una vía de agua que hizo naufragar el barco hasta quedar encallado junto al litoral. Una última maniobra, aproximando aún más el barco a tierra firme, evitó que la catástrofe se cobrase más víctimas de las habidas y cuyo cómputo sigue sin estar cerrado.

A la gravedad del posible error del capitán —y del primer oficial, Ciro Ambrosio, también detenido— se ha sumado en este caso la impericia de la que ha sido acusada la práctica totalidad de la tripulación del barco para gestionar la situación. El fiscal jefe de Grosseto, Francesco Verusio, acusa al capitán de “naufragio y homicidio culposo” y de “abandono de la embarcación antes de poner a salvo a todos los pasajeros”, pero los testimonios de los supervivientes arrojan también la duda de si la tripulación habría actuado con eficacia en caso de estar adecuadamente dirigida por los mandos del barco en los momentos críticos.

Tales testimonios ofrecen una imagen de una tripulación —un millar de personas— atenazada por el miedo y el desconcierto ante una situación para la que no parecía estar entrenada. Los pasajeros, que llevaban ya cinco días navegando desde Toulon, aseguran que ni siquiera se había realizado un ejercicio de evacuación de la nave, lo que indicaría un grave desprecio por parte del armador hacia las obligadas medidas de seguridad en el transporte marítimo de pasajeros, al alza por su capacidad de atraer a las clases medias hacia un tipo de turismo antes reservado a las élites.

A la espera de los resultados de la investigación, todo indica que el pasaje del Costa Concordia fue, probablemente, víctima de una gravísima y general negligencia. El mastodóntico tamaño de este tipo de cruceros los convierte en ciudades de enormes dimensiones al frente de las cuales cabe esperar que se sitúe a una autoridad competente, un marino con experiencia capaz de respetar de manera estricta las reglas del mar. Entre ellas, está la de proteger al pasaje y organizar la evacuación en caso de accidente. De la misma manera, la tripulación que viaja a bordo debería estar cuidadosamente entrenada para afrontar una situación de emergencia como la vivida este fin de semana en el mar Tirreno.

Con independencia del número relativamente limitado de víctimas, la investigación del accidente debe servir, no tan solo para establecer las responsabilidades civiles y penales que corresponda, sino también para asegurar e incluso incrementar los estándares de seguridad de una actividad turística que se halla en pleno auge y que ha situado a Barcelona como uno de los principales puertos de cruceros turísticos del mundo.

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