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EL CONFLICTO DE SIRIA

El nuevo atentado en Damasco arroja más sombras sobre el régimen

Una explosión causa al menos 26 muertos y decenas de heridos en la capital siria Gobierno y rebeldes se culpan del ataque

Enric González
Víctimas del atentado, en un hospital de Damasco.
Víctimas del atentado, en un hospital de Damasco.REUTERS

Un atentado en el centro de Damasco ha causado este viernes la muerte de decenas de personas, quizá 26, aunque resultaba difícil llegar a una cifra concreta por la fragmentación de los cadáveres, e hirió a 46. La explosión, que el Gobierno atribuyó a un terrorista suicida de Al Qaeda, se produjo en la plaza de Midan, en el centro histórico de la ciudad, junto a varias furgonetas policiales. Numerosos miembros de la oposición expresaron la sospecha de que el propio Gobierno pudiera estar detrás de la matanza, con el fin de justificar la represión de la revuelta. El atentado fue similar a los dos registrados el pasado 23 de diciembre, también en Damasco, con 44 muertos.

El Gobierno de Bachar el Asad acusó de inmediato a Al Qaeda y el ministro del Interior, Ibrahim al-Shaar, uno de los responsables de la brutal represión contra las manifestaciones opositoras de los pasados nueve meses, prometió usar “un puño de hierro” para castigar a los responsables. Pero nadie aportó pruebas sobre la culpabilidad de Al Qaeda o de cualquier otra organización. El Gobierno trasladó a Midan a varios de los observadores enviados por la Liga Árabe, para que constataran que Siria se enfrentaba a ataques terroristas.

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Poco después se organizaron en la zona, siempre una de las más vigiladas por la policía, manifestaciones de apoyo a Bachar el Asad y de repulsa al terrorismo. Como cada viernes desde marzo, también hubo a la salida de las mezquitas grandes manifestaciones de rechazo a El Asad en las principales ciudades del país. Los Comités de Coordinación Local que organizan las protestas contra el régimen dijeron que las fuerzas de seguridad mataron a otras 20 personas en distintos incidentes. Según el último recuento de la ONU, de hace ya semanas, las víctimas mortales en la revuelta superan las 5.000, sin contar los miembros del Ejército y de los cuerpos policiales muertos en emboscadas y tiroteos.

Servicios secretos

Portavoces de la oposición expresaron su sospecha de que tras el atentado del viernes y los del día 23 podrían estar los servicios secretos del régimen, y no Al Qaeda, porque ocurrieron en una zona de Damasco muy controlada por la policía y porque fueron utilizados rápidamente por el Gobierno para reforzar su tesis de que la revuelta no es pacífica, sino violenta y protagonizada por el terrorismo islámico.

Los servicios secretos sirios y las fuerzas de seguridad son un nido de corrupción y de grupos semimafiosos, especialmente desde que en 2005 fueron retirados de Líbano centenares de agentes que hasta entonces hacían muy buenos negocios clandestinos en el país vecino. Pero cuesta creer en las teorías conspirativas de la oposición, aunque realmente los atentados refuercen las posiciones del Gobierno y puedan empujar a muchos ciudadanos a apoyar a El Asad por miedo a que su caída desemboque en una situación tan violenta como la de Irak.

Algunos vecinos de Al Midan, citados por la oposición, se refirieron a una intensa presencia policial antes de la explosión y a algunos cortes de calles no habituales. Quienes respaldaban la teoría conspirativa indicaron también que difícilmente un grupo contrario al régimen elegiría un viernes, el día en que se celebran las mayores manifestaciones contra El Asad, para ensombrecerlo con un atentado. Y señalaron que habría resultado más lógico, de tratarse de un ataque contra el régimen, elegir una de las frecuentes manifestaciones oficialistas o un barrio habitado por altos funcionarios, en lugar de uno conservador e islamista como Madan. La crueldad del régimen sirio, y su experiencia en la organización de atentados con bomba en Líbano, están fuera de duda.

La hipótesis de Al Qaeda

En cualquier caso, también existían numerosos elementos que apuntaban a la culpabilidad de alguno de los grupos opositores, sin descontar la hipótesis de Al Qaeda. La oposición sufre crecientes divisiones y muestra signos de exasperación ante la resistencia del régimen, la falta de resultados del equipo de observadores enviados por la Liga Árabe y la negativa internacional a una intervención armada contra El Asad. El Ejército de la Siria Libre, compuesto por militares desertores y partidario de acabar con el régimen por la vía de la violencia, había advertido el jueves y de nuevo ayer, poco antes del atentado, que tenía preparadas “acciones importantes” porque “la fuerza es el único lenguaje que Bachar el Asad entiende”, aunque luego negó que hubiera participado de alguna forma en el atentado.

Uno de los grandes problemas para comprender la dinámica de la revuelta en Siria, además de la ausencia de periodistas extranjeros, es la falta de credibilidad del Gobierno y de la oposición.

El Asad goza aún de un apoyo mayoritario entre la población (el 55%, según un sondeo creíble del Instituto de Doha) y el rechazo a su figura no es, por tanto, tan masivo como afirman los portavoces opositores, pero sus ministros recurren con frecuencia a mentiras flagrantes: varios de los militares incluidos en la lista de víctimas de los atentados del día 23 aparecieron después como víctimas de emboscadas en Daraa y Homs, lo que pone en cuestión el número real de muertos en aquellas acciones. Para respaldar sus denuncias contra la brutalidad del régimen, la oposición ha utilizado a su vez algunas imágenes trucadas y exagera habitualmente las cifras de muertos y heridos.

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