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Italia se manifiesta contra el fantasma del hombre blanco

El aumento de actos xenófobos saca a la luz la existencia de una política de tolerancia tácita al acoso y marginación de las minorías que viven en el país

Manifestación contra el racismo en Florencia.
Manifestación contra el racismo en Florencia.ALBERTO PIZZOLI (AFP)

Esta historia no es nueva, y por eso es más grave. De vez en cuando, Italia llama la atención por crímenes racistas u oleadas de xenofobia. Los periódicos se ocupan del asunto un par de días, los justos para enterrar a la víctima —negro, gitano o magrebí—, encerrar al criminal —casi siempre un pobre diablo envenenado de odio— y poner una cruz más —Rosarno, Nápoles, Milán o la mismísima Roma— en el circuito de la infamia. Asunto resuelto… hasta el próximo crimen.

Sin embargo, los sucesos recientes, un campamento gitano arrasado en Turín y dos senegaleses asesinados en Florencia, están poniendo sobre la mesa una pregunta crucial: ¿qué responsabilidad tiene la política en la espiral de racismo y xenofobia que aqueja a Italia?

La respuesta da miedo. No solo porque el anterior primer ministro, Silvio Berlusconi, sostuviera su Gobierno sobre un partido —la Liga Norte— cuyo líder, Umberto Bossi, llegara a pedir cañones contra los tunecinos o contara entre sus filas a un senador que se paseó con un cerdo por delante de una mezquita. También porque, durante años, la clase política ha ido tejiendo un ambiente hostil hacia los inmigrantes, legislando abiertamente en contra de ellos o mirando para otro lado cuando sufrían acoso o persecución. Hace unos días, el director de La Repubblica, Ezio Mauro, explicaba en una reunión del diario que, tras el asesinato de los senegaleses, las redes sociales se llenaron de mensajes de solidaridad con Gianluca Casseri, el asesino. “Esos comentarios”, advierte el periodista, “sacan a la luz una cultura difusa, un sentimiento político que autoriza todo esto. Durante años, hemos leído en la prensa de todo [multitud de ataques racistas], y nadie —salvo la Iglesia a veces— ha tenido la valentía de decir que eso han sido bestialidades abominables”.

Caritas denuncia que buena parte de los extranjeros vive con miedo

Y no porque no estuvieran avisados. Desde hace años se multiplican los informes que, como los de la ONG EveryOne, advierten que “en Italia está en curso una campaña mediática y política dirigida a criminalizar al pueblo romaní y consentir así un número impresionante de desalojos brutales, intimidaciones, expulsiones de familias enteras, abusos judiciales…” No han sido los gitanos los únicos. También los negros y los magrebíes están en el punto de mira. De ahí que el director de La Repubblica reflexione sobre la vieja tendencia de agarrar al asesino, tildarlo de loco y mirar para otro lado: “Seguro que es una locura ir a un mercado, sacar la pistola y matar a gente indiscriminadamente. Pero es más locura vivir en un país donde pueda haber una teorización cultural de una relación entre italianos y extranjeros que puede hacer plausible concebir este tipo de actos. No podemos decir que solo el gesto sea una locura. Por tanto, deberíamos coger aquella pistola y darle la vuelta y ver quién está al otro lado de aquel proyectil. Y al otro lado está el fantasma del hombre blanco. Es algo de las novelas americanas de Harper Lee, algo que pensábamos que perteneciera a otro mundo”.

Pero pertenece peligrosamente a este. Los informes de Cáritas señalan que buena parte de los 5 millones de extranjeros que residen en Italia —un 7,5% de la población total— sufren de miedo. Miedo al racismo de los italianos. Así lo declaran en las encuestas. Un miedo que va más allá de los papeles. Pánico a que les suceda lo que Abdul William Guibre, de 19 años, originario de Burkina Faso. Fue matado a golpes en Milán en enero de 2009 tras intentar robar una caja de galletas. Era italiano, pero su piel era negra. Iba acompañado de dos amigos. También italianos. Pero de piel blanca. Solo lo mataron a él.

Las redes sociales se llenaron de mensajes de apoyo al asesino de dos senegaleses

A esto se refiere el director de La Repubblica cuando se refiere al fantasma del hombre blanco: “Hemos conocido varios tipos de racismo en Italia. Antes, con nuestros propios paisanos. Yo soy de Turín y sé lo que significa el racismo con los que vienen del sur. Pero nunca conocimos el fantasma del hombre blanco. Antes de Rosarno, donde vimos a gente con el fusil cazando a negros, con el fusil fuera de la ventanilla del coche para disparar como se les dispara a los botes. Tenemos que reflexionar sobre esto. Estamos ante un salto de calidad sobre el racismo, un salto de calidad enorme, que tiene raíces culturales y políticas a la vez”.

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