Italia se encomienda al tecnócrata Monti para evitar el hundimiento
El presidente de la República, Giorgio Napolitano, encarga al excomisario europeo la formación de un Gobierno técnico de transición, tras la dimisión de Berlusconi. Todos los partidos, excepto la derechista Liga Norte, apoyan la decisión "Italia puede superar esta situación con el esfuerzo común", afirma Monti.
Italia quiere. Italia puede. Recuperar la confianza de la Europa que ayudó a fundar. Volver a sentirse orgullosa. Ayudar al vuelo y no al naufragio. Arreglar sus cuentas y también ser solidaria. Se acabó la juerga y el escándalo. Es hora de trabajar. En apenas unos minutos, sin una concesión al espectáculo y sí a la buena educación, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, y el hombre a quien ha encomendado formar Gobierno, el excomisario europeo Mario Monti, se dirigieron a los italianos y a la comunidad internacional para decirles que son conscientes de la gravedad del momento, pero también de la fuerza de Italia para recuperarse a sí misma. Aunque con reservas, la mayoría de los partidos se comprometió a apoyar un Ejecutivo de consenso.
Aunque muy breves, los de Giorgio Napolitano y Mario Monti no fueron discursos construidos solo con palabras. También los gestos y el tono llevaban dentro un mensaje muy claro: es hora de que la Italia que se avergonzó de Silvio Berlusconi, y también la que le rió las gracias alimentando al monstruo, se unan para alejarse del precipicio y construir un tiempo nuevo. Lo dijo el profesor Monti con palabras: “Italia debe volver a sanear su economía y a emprender de nuevo el camino del crecimiento. Es algo que debemos a nuestros hijos, a quienes tenemos que dar un futuro concreto de dignidad y esperanza”. Y lo dijo también con los gestos...
Unos días antes, el prestigioso economista regresó de Berlín para atender la llamada de Napolitano en un vuelo regular, tirando él mismo de una pequeña maleta de ruedas y, tras pasar por un digno hotel de Roma, se acercó solo a la estación de Termini para recoger a su esposa que llegaba de Milán. Las comparaciones no tardaron en llegar. La democracia, o su ideal, se parece más a un profesor de pelo cano que espera tranquilamente en el andén a un tren que llega puntual que a ese despropósito de aviones privados, palacios adquiridos dudosamente, fiestas con muchachas arrancadas de la pobreza a golpe de talonarios interminables. Por si la comparación, de palabras y de gestos, no fuera suficientemente explícita, Silvio Berlusconi aprovechó la máxima expectación que suscitaba en esos momentos en el país la reunión entre el presidente de la República y el ex comisario europeo para dirigirse a la nación a través de un vídeo grabado momentos antes.
Mario Monti fija su prioridad en el saneamiento de la economía
Y allí estaba, adornado con los símbolos del poder que oficialmente aún ostenta, maquillado como un artista de Hollywood, dirigiéndose a los italianos para defender su gestión, quejarse por los insultos recibidos tras su dimisión y anunciarles, por si estaban preocupados, que no abandonará la política. Añadió que seguirá ocupando su escaño de diputado —su burladero particular ante las investigaciones de los jueces—, pero presto a saltar al ruedo en cuanto la afición se lo pida: “He dimitido por sentido de responsabilidad y de Estado, para evitar un nuevo ataque de especulación financiera y sin que el Parlamento jamás me haya retirado la confianza”. Luego, Berlusconi salió a la puerta de su lujosa residencia particular, el Palacio Grazioli, para recibir de sus huestes un acto de desagravio después de que, la noche del sábado, cientos de personas se apostaran en su puerta y gritaran con fuerza: “¡Cárcel, cárcel!”.
La cara y la cruz de Italia. Tras el discurso de Berlusconi, y ya en directo, el profesor Mario Monti y el presidente de la República se dirigieron brevemente a la nación. Giorgio Napolitano dijo que Italia debe recuperar la confianza de Europa con la mayor celeridad y que, por eso, no hay tiempo de recurrir de forma precipitada a unas elecciones. Habló de la “particular fragilidad” del país debido a la “altísima deuda pública acumulada en el pasado”. El presidente defendió la capacidad del profesor Monti para pilotar el rescate —“una personalidad independiente que ha permanecido siempre al margen de la riña política”— y pidió para él la colaboración de los que ganaron las elecciones en 2008 como los que representan a la oposición: “No se trata de llevar a cabo un vuelco político del resultado de los comicios ni de no respetar el compromiso de renovar nuestra democracia de alternancia a través de unas elecciones. Se trata solo de dar vida a un Gobierno que pueda unir a las diferentes políticas en un esfuerzo extraordinario que la actual situación financiera exige”. Mario Monti agradeció al presidente su confianza, atribuyó a “pura fantasía” las quinielas sobre los nombres que integrarán el nuevo gabinete y fijó dos objetivos urgentes y claros: “Sanear la situación financiera y retomar el camino del crecimiento”.
Silvio Berlusconi advierte que no se retira de la política
El tono esgrimido por Napolitano y Monti nada tenían que ver con los de muchos de los políticos que, durante la jornada, habían visitado al presidente de la República para comunicarle su intención de apoyar —prácticamente todos— el nuevo Gobierno que deberá concretarse en las próximas horas. Los primeros hablaban de Italia. Los segundos, inmersos todavía en la inercia de la política con minúsculas, seguían hablando de sí mismos.
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