Canje desequilibrado, pero bienvenido pese a todo
El acuerdo da confianza a los militares israelíes y permitirá la mejora de las condiciones de vida en Gaza
Bienvenida sea la liberación de Gilad Shalit y la relajación de tensión en Oriente Medio que conlleva.
Ahora bien, el canje de 1.027 presos palestinos por Shalit es tan desequilibrado en términos cuantitativos como lo es cualitativamente. Gilad cumplía su undécimo mes de “mili” en un puesto fronterizo que fue objeto de un ataque unilateral de Hamás, el primero tras la retirada israelí de Gaza y condenado por el presidente Mahmoud Abbás, y ha permanecido casi cinco años y medio secuestrado (más de una quinta parte de su vida), sin visitas de abogados o personal humanitario (recordemos a Ortega Lara tras “sólo” año y medio de cautiverio).
En cambio, 280 de los presos palestinos que serán indultados habían sido condenados a cadena perpetua por participar en la muerte de unos 600 israelíes en varios de los más sangrientos atentados terroristas de los últimos años. Condenados en juicio con asistencia letrada. Presos, no secuestrados, porque sus duras condiciones carcelarias incluían asistencia médica y legal. Y terroristas, porque incluso si se interpreta como legítima la resistencia armada contra el ocupante israelí, sólo los desalmados condonan los atentados indiscriminados contra civiles en núcleos urbanos. Los demás presos, especialmente los 550 que serán liberados dentro de dos meses, están en otra categoría e Israel los seleccionará de entre aquéllos más próximos a cumplir su condena o encarcelados por delitos menores.
No es la primera vez que Israel accede a un canje desequilibrado. En 1985 liberó a 1.150 palestinos a cambio de 3 de sus soldados apresados en combate. En los últimos 30 años, a cambio de un total de 19 soldados vivos y 8 cadáveres Israel liberó a unos 6.900 árabes en canjes similares, de los que unos 850 fueron detenidos de nuevo bajo acusaciones de terrorismo. Ahora, los 40 más sangrientos serán deportados a otros países y 163 presos cisjordanos serán desterrados a Gaza. Como declaró el jefe del servicio de seguridad interna israelí Yoram Cohen, la adición de 200 terroristas a los 20.000 milicianos de los que dispone Hamás en Gaza, no será una tragedia.
¿Por qué dar la bienvenida a un acuerdo tan desequilibrado moralmente, especialmente cuando rechazamos el chantaje etarra que finalmente acabó con la vida de M. A. Blanco?
Nos guste o no, en tanto no firmen la paz, Israel y los palestinos están en guerra, aunque sea de baja intensidad. Shalit es inocente pero contabiliza como combatiente, como los presos palestinos. Para el Tsahal, el Ejército israelí, es sagrado el principio de no dejar a un solo soldado detrás, por lealtad y para garantizar la motivación de la tropa, que sabe que será rescatada a cualquier precio. Así, pese a que el 50% de la población israelí estima que el canje será dañino para su seguridad, sólo el 19% se opone al mismo.
Además, la liberación de Shalit permitirá la mejora de las condiciones de vida del millón y medio largos de habitantes de Gaza, al desaparecer la principal razón esgrimida por Israel para las restricciones impuestas.
Finalmente, la mediación egipcia posibilitará un segundo canje de 81 egipcios detenidos en Israel a cambio de dos israelíes presos en Egipto por espionaje, con todo lo que ello implica en el contexto de enrarecimiento de la relación entre ambos países tras la caída de Mubarak.
¿Por qué no antes? Hamás necesitaba un golpe de efecto para mitigar el arrojo diplomático del Presidente Abu Mazen en Naciones Unidas, reclamando el reconocimiento del Estado palestino ante la parálisis negociadora con Israel. Por su parte, Netanyahu da una muestra de generosidad en un momento de debilidad interna ante la marea “indignada” que reclama un mejor reparto de la ingente riqueza generada en Israel durante los últimos años, y consigue la liberación de Shalit antes de que la tensión diplomática pueda desembocar en una nueva Intifada.
Bienvenido Gilad a la libertad. Qué lástima que no se haya llegado al mismo acuerdo varios años antes.
Diego de Ojeda ha sido director de la Casa Sefarad-Israel
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