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Putin, las ánforas y la crisis de confianza

Pilar Bonet

Vladímir Putin nunca sacó dos ánforas griegas cuando hizo suspinitos como buzo el pasado verano en el estrecho de Kerch, entre el mar deAzov y el Mar Negro. Por fin, Dmitri Peskov, el secretario de Prensa del jefedel Gobierno de Rusia, ha tenido el valor y la sinceridad de reconocerlo en elcanal de televisión “Dozhd” (Lluvia).

“Putin no encontró las ánforas en el fondo del mar dondeyacieron durante muchos miles de años”, confesó rotundo Peskov, que aseguró haberestado de vacaciones cuando su jefe descendía a las profundidades marinas allídonde había estado la colonia griega de Fanagoria. Lavándose así las manos respectoa aquella puesta en escena, el secretario de Prensa supuso que las ánforas habíansido descubiertas por los arqueólogos que trabajaban en aquel entorno y que lasvolvieron a depositar en el fondo del mar para que Putin las viera al sumergirse.

Las revelaciones de Peskov no son un secreto para nadie ymucho menos para quien se pasó la infancia buscando vasijas fenicias con lasgafas de bucear cuando aún podían encontrarse fácilmente pedazos de viejascerámicas en las costas de Ibiza. A diferencia de aquellos restos de ánforastapizadas de caracolillos y recubiertas de plantas marinas, las de Putinestaban limpias y pulidas. Quienes le prepararon el decorado al hombre fuertede Rusia no tuvieron siquiera la picardía de primeros vendedores de "souvenirs"de las Pitiusas, que solían sumergir jarras nuevas en el fondo del mar con elfin de que adquirieran la textura necesaria para engañar a los turistas.

La sinceridad es loable en un ambiente político que se caracterizapor una masiva producción de “Aldeas de Potemkin” (decorados como los queideaba el conde Potemkin en el siglo XVIII para que Catalina la Grande tuvierauna impresión positiva de sus dominios). Sin embargo, Peskov ha sacado el geniode la botella y ha provocado una peligrosa crisis de confianza.

Ahora, es legítimo preguntarse si el torso que Putin exhibiócuando cabalgaba por Siberia era realmente su propio torso. ¿O era el torso de Schwarzenegger?¿Y qué decir del otro torso, el que Putin mostró recientemente al hacerse un examenmédico ante las cámaras? ¿Eran ambos torsos el mismo torso?¿Y a quienpertenecían?

Cabe también inquirir dónde se sumergió realmente Putincuando, metido en un batiscafo, descendió en un medio líquido oscuro. ¿Erarealmente el lago Baikal o se trataba de una piscina? ¿Y los aviones?, ¿Era uncaza de verdad el que Putin pilotó protegido con un casco? ¿O era un simuladorde vuelo?

¿Y el tigre que acarició el primer ministro? ¿Era de verdaduna fiera?, ¿Acaso, un felino domesticado?, ¿ tal vez, un agente de seguridaddisfrazado? ¿Y el piano que toco? ¿Y la canción que cantó? ¿Eran los talentosmusicales y vocales de Putin o se trataba de un karaoke? Vaya crisis deconfianza que ha provocado Peskov. Fin

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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