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Misrata registra la crueldad de la guerra civil de Libia

Los habitantes de la ciudad asediada por Gadafi documentaron con cámaras la violencia contra civiles para utilizarlo como prueba en un posible juicio

Francisco Peregil
Un coche destruido en la ciudad de Tawarga, cuyos habitantes son acusados de participar en el asedio de la vecina Misrata.
Un coche destruido en la ciudad de Tawarga, cuyos habitantes son acusados de participar en el asedio de la vecina Misrata.ARIS MESSINIS (AFP) (AFP)

Mahmoud al Galai trabajaba de oficinista y arbitraba partidos de balonmano. Su vida cambió aquel 18 de marzo en que las tropas de Gadafi entraron en Misrata. A partir de entonces la ciudad de medio millón de habitantes se conocería en el mundo como el Stalingrado libio. Durante casi tres meses de asedio apenas se encontraba agua, ni gas, ni electricidad ni alimentos. Al Galai adquirió pronto el hábito de coger cada mañana un arma y una pequeña cámara. El lugar al que iba siempre era el mismo: la calle Trípoli. Los tanques de Gadafi llegaban desde el aeropuerto hacia el centro de la ciudad y había que pararlos. “No sé a quién se le ocurrió la idea, pero alguien pensó que podíamos cruzar camiones en medio de la calle. Los camiones iban cargados de arena para que cuando los tanques les dispararan no se movieran. Yo grabé un vídeo en el que se ve cómo el conductor salta del camión justo a tiempo para que no le disparen los francotiradores. Una persona pagó los tres camiones con su dinero. No era rico. Yo también di mi coche nuevo a nuestras milicias. En los primeros momentos hacía falta de todo: transporte y dinero para armas. La gente de aquí lo daba todo por Misrata”.

Al Galai habla con nostalgia y admiración de aquellos tiempos en los que se juntaban diez amigos, sin ningún líder ni jerarquía, y se lanzaban a combatir a los francotiradores. Ilustra la conversación con un vídeo en el que se ve a un paisano de Misrata gateando en un llano, intentando esquivar a los francotiradores para robar a los gadafistas un coche cargado de armas; otro vídeo en el que rescatan a un herido tirándole una cuerda y arrastrándolo por la calle. También uno donde disparan a un tanque que cruza la calle Trípoli. En otro, muere el que lleva la cámara y la máquina se queda inmóvil grabando los estertores de su pie y los disparos al fondo, hasta que llega otra persona y continua filmando... Y hay un vídeo en el que se ve a un joven francotirador gadafista celebrando que ha dado en el blanco. “Ese ya está muerto, ya no se ríe más". “Le cogieron el teléfono del bolsillo cuando murió”, señala Al Galai.

“Había también mujeres mercenarias: bielorrusas, de Honduras, de Colombia, de Serbia… Pero la mayoría eran hombres. Hubo un momento de la guerra en que conseguimos aislarlos. Y les disparábamos día y noche. Nosotros teníamos relevos. A las 10 de la noche me sustituía un amigo y yo me iba a descansar. Pero ellos no podían. Y nos gritaban: ‘Necesitamos dormir, tenemos hambre, queremos dormir..! Mira… este teléfono es de un francotirador que venía de Irán”.

Esta ha sido la guerra de las grabaciones con el teléfono. Al Galai asegura haber visto algunas donde aparecían mujeres de Misrata violadas. “Es un tema muy delicado aquí. Cuando veíamos eso, rompíamos las memorias de los teléfonos. A nadie le gusta hablar de este tema porque te crea un gran problema ante el resto de la sociedad. Si mueres, no pasa nada, te mueres y ya está. Pero si violan a una mujer de tu familia ese sí que es un problema muy, pero que muy grande. ¿Por qué la gente de Misrata estamos tan enfadados y queremos combatir en Sirte y en Bani Walid? Porque se han encontrado muchas grabaciones así. La mayoría las rompimos, pero otras permanecen guardadas bajo altas medidas de seguridad, para aportarlas como pruebas cuando haya que juzgar a los de Tahuerga [pueblo a media hora en auto desde Misrata donde abundan los hombres de raza negra].

"Grabé un vídeo de un conductor que salta del camión justo a tiempo para que no le disparen los francotiradores"

Los vecinos de la calle Trípoli aseguran que Gadafi mandó 100 tanques y unos 18.000 soldados a la calle Trípoli. “Tenemos documentación con el nombre y apellidos de muchos de ellos”, comenta Abdela Shanala, de 52 años. “Nos cogió por sorpresa porque el día antes la ONU había aprobado una resolución para proteger a los civiles y creíamos que Gadafi no iba a atacar una zona llena de civiles”. Cuando los gadafistas se fueron Abdela Shanala observó que la calle estaba inundada de armas y se le ocurrió montar una exposición con el material incautado.

La gente pasea ahora con sus hijos entre misiles chino-iraníes de 65 kilómetros de alcance. Hay quien coge una bomba con la mano y Shanala le pide, sin darse demasiada prisa, que las suelten porque no están desactivadas. Muchos reparan en unas pastillas, que según los vecinos, los mercenarios consumían para combatir como si estuvieran locos. Hay también bombas de racimo prohibidas por la ONU, que según Shanala, el Gobierno español vendió a Gadafi en 2007. Al lado de las armas se encuentra la escultura que Gadafi mandó construir en sus recintos de Trípoli, con una mano aplastando un avión.

"Creíamos que Gadafi no iba a atacar una zona llena de civiles"

Shanala ya prepara otra exposición en la que aparecerán los nombres de todos los muertos, que él calcula en unos dos mil. También se podrá ver un lanzagranadas de fabricación casera, con el cañón envuelto en madera para que no se caliente demasiado. “Cuando entraron los gadafistas, ellos tenían de todo y nosotros nada, sólo cócteles molotov”, comenta Shanala. En la calle quedan aún unos cuatro tanques destruidos sobre las aceras. Otros seis han sido desplazados a las calles aledañas, para que los niños jueguen.

“Ese tanque de ahí lo quemaron los rebeldes. Y como tenía explosivos dentro, explotó. Después, la OTAN lo bombardeó”, señala el vecino Yalal Mongoush. Las versiones de los vecinos otorgan un papel muy secundario a la OTAN en la liberación de la ciudad. “Los gadafistas escogieron como campamento el mercado de vegetales. Ahí tenían hasta 17 tanques. Y la OTAN no lo bombardeaba porque decía que era un edificio civil. Sólo tiraron una bomba tres días después de que ellos se hubiese ido”, relata Shanala.

Mientras en Trípoli cada noche bajan los jóvenes a la plaza de los Mártires a celebrar que Gadafi ya no Gobierna el país, en Misrata no canta nadie. En Sirte, el lugar donde nació Gadafi, los gadafistas resisten ahora y los de Misrata atacan. Quedan demasiados vídeos por grabar.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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