Los indígenas bolivianos reanudan su caminata a La Paz
El diálogo entre el Gobierno de Evo Morales y las comunidades del Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) sobre la construcción de una carretera sigue estancado
Con una segunda baja y media docena de fallidos diálogos con ministros del presidente Evo Morales, la marcha indígena cumple 24 días en su lento recorrido hacia La Paz y se apresta a afrontar la beligerancia de colonos y campesinos del occidente del país que apoyan la construcción de una carretera en el Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), corazón geográfico de Bolivia.
Juan Uche Noé, nacido en una comunidad del TIPNIS, acompañó a sus padres los primeros 20 días de la marcha desde Trinidad hacia La Paz. Con apenas ocho meses soportó los rigores del calor del día y el frío de las madrugadas cuando, en brazos de sus progenitores, formaba parte de la larga columna de caminantes. El lunes se quedó para siempre en el cementerio de San Borja, víctima de una diarrea. La primera baja fue Pedro Moye de 13 años, que cayó de un vehículo en movimiento.
Los ministros de la Presidencia, Carlos Romero, y de Obras Públicas, Walter Delgadillo, encabezaron la comitiva oficial en busca de un acuerdo que revierta la negativa indígena a un trazo vial que partirá en dos el TIPNIS. Estudios sobre medio ambiente aseguran que este incidirá negativamente en la producción de oxígeno y la generación de lluvias en la cabecera de la cuenca de la región amazónica y la conservación de la flora y fauna de la zona.
El infructuoso diálogo "no es de sordos, porque ambas partes se escuchan con atención, pero nadie da el brazo a torcer", observa Olga Flores, una defensora del medio ambiente que acompaña la marcha. Las posiciones son encontradas: carretera sí, pero no por el TIPNIS, dicen los originarios; carretera sí y por el TIPNIS, insiste el Gobierno.
"No nos oponemos a la carretera, pero no queremos que se haga por nuestra casa, por nuestro territorio. Queremos que respeten nuestros derechos consagrados en la Constitución. Solo eso", explica por teléfono la líder moxeña Dolores Muiba desde San Borja, donde acabó la ronda aparentemente por malentendidos.
El ministro Romero ofreció llamar al presidente Morales para que "baje a las bases", explicó el máximo líder indígena Adolfo Chávez, pero a la hora convenida llegó una carta oficial posponiendo la visita para otra oportunidad, pese al insistente reclamo para que el presidente indígena se acerque a quienes promovieron su llegada al poder político.
Se reanuda la protesta
La caminata se reanuda mañana, jueves, desde San Borja. A 50 kilómetros les espera el primer obstáculo: iracundos aimaras que quieren la carretera para que las etnias amazónicas "dejen de ser salvajes y de mendigar", en palabras del dirigente campesino Ricardo Coraite.
Para los indígenas, la vía asfaltada -que requiere una inversión de 330 millones de dólares- puede significar el fin de su vida en un entorno natural interdependiente entre la naturaleza y el hombre; temen además que el avasallamiento de tierras, por de los cocaleros, acabe con sus tradiciones culturales. Y es un temor fundado en la experiencia: ocho comunidades del TIPNIS han sucumbido y virtualmente han sido absorbidas por los sindicatos cocaleros que las incorporaron como mano de obra.
El Gobierno considera apremiante la integración vial entre Beni y Cochabamba, aunque involucre, aparentemente, relegar la férrea defensa de la Madre Tierra para privilegiar el desarrollo empresarial.
En Beni, cubrirá los requerimientos de ganaderos, transportistas y comerciantes de los llanos amazónicos, pero también incorporará el tramo Villa Tunari-San Ignacio de Moxos al corredor interoceánico que permitirá a Brasil llegar por el camino más corto a puertos del Pacífico.
Pilar económico para Cochabamba
En Cochabamba, Morales conseguirá honrar facturas electorales con su principal base de apoyo: cerca de 30.000 cocaleros que demandan nuevas tierras ante el descenso de productividad de sus actuales catos (medida agraria equivalente a 40 varas en cuadro) de coca, coincidieron en sendas declaraciones públicas el exvicepresidente Víctor Hugo Cárdenas y el experto Iván Arias.
Además, tanto los avicultores -primeros en la producción de pollos parrilleros en Bolivia- como los productores de maíz y soja desean no solo ampliar su frontera agrícola hacia las llanuras amazónicas, asociados a Beni, sino también romper su dependencia de Santa Cruz, que provee 300.000 toneladas de maíz al año por más de 120 millones de dólares y, porqué no, desbancar al ahora mayor productor de granos de Bolivia.
La región del TIPNIS puede convertirse además en el pilar económico de Cochabamba, tanto por la explotación de petróleo como por la futura industria de la madera de los bosques, y la creación de complejos turísticos para explotar paisajes de singular belleza. La gobernación de Cochabamba quiere recuperar el liderazgo agrícola que, hasta la década de los 60 del siglo pasado, tuvo este departamento en los valles centrales del país y cuyas tierras agrícolas, en un 90%, están ahora bajo asfalto y cemento por la expansión de la mancha urbana.
La carretera del TIPNIS se ha convertido en el centro de una polémica nacional. De acuerdo a una encuesta difundida por La Razón y la revista Poder y Placer, el 59% de los consultados rechaza la carretera por el TIPNIS y un 83% censura a Morales por su negativa a dialogar en forma directa con los indígenas de tierras bajas, los verdaderos promotores del cambio que se intenta en Bolivia, pese a las decepciones en el proceso.
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