"Parecía un paisaje de guerra"
Pasados los primeros instantes de confusión, testigos destacan la calma de los noruegos y su asombro ante un fenómeno desconocido para ellos
"Parecía un paisaje de guerra". Así describía en la tarde de ayer Einar Hagvaag, periodista del diario noruego Dagbladet, las inmediaciones de la sede del Gobierno en el centro de Oslo tras el ataque terrorista. "La primera planta casi ha desaparecido, los accesos han quedado destruidos", explicaba por teléfono con voz temblorosa.
"Supe desde un primer momento que se trataba de un atentado. Por mi experiencia como corresponsal en lugares como Beirut o Jerusalén he escuchado este ruido otras veces, es inconfundible". Además, "pese a que somos un país muy rico en gas, lo exportamos casi todo, no se utiliza apenas en las cocinas, de modo que no dudé".
Hagvaag cuenta que se encontraba en la sede del periódico, un edificio de seis plantas próximo al lugar de los hechos, en el momento de la explosión escribiendo un artículo sobre la reciente cumbre de la Unión Europea. "Inmediatamente todos los redactores nos asomamos al ventanal desde el que se divisa el puerto de Oslo, la ópera y el cuartel general del Gobierno. Una nube de polvo enorme cubría el edificio en el que el primer ministro tiene su oficina".
"En toda mi vida no he visto nunca a un soldado noruego en las calles de Oslo. Para un noruego esto es algo inimaginable", continúa el periodista. "La gente se ha quedado estupefacta, se preguntan ¿cómo puede ocurrir esto aquí?, pero mantienen la calma, no sienten rabia ni indignación".
John Larsen, que trabaja en un edificio a unos 50 metros del lugar del atentado, también destaca la tranquilidad de los noruegos. Con una buena dosis de sangre fría, las personas abandonaron las oficinas.
"Un amigo que se encontraba a mi lado había estado en la guerra de Afganistán y directamente supo que era una bomba". Larsen pudo ver la explosión y los daños al edificio gubernamental desde la ventana de su despacho. Inmediatamente se dirigió a la calle, donde se encontró con grandes cantidades de cristales destrozados en el suelo.
"Salimos a la calle por la puerta trasera, por lo que ya no podíamos ver nada del edificio destrozado. Afuera había muchísima gente, pero la mayoría no sabía qué había pasado, solo había oído la explosión", cuenta este testigo presencial en conversación telefónica.
Larsen es de los pocos que ayer estaba trabajando. Julio es el mes de las vacaciones en Noruega. El momento de la explosión, sin embargo, era hora punta. Eran las tres y cuarto de la tarde, pocos minutos después de finalizar la jornada laboral en su horario de verano. La explosión tuvo lugar en el centro de la ciudad, donde se encuentran los principales edificios gubernamentales, la sede de un periódico y las sedes de numerosas empresas.
Joar Saether, directivo de Microsoft, se encontraba en su despacho, a unos 100 metros del lugar de la explosión. Normalmente trabajan 200 personas en su edificio, pero ayer no había más de 60. Al escuchar el estruendo, miró por la ventana y vio una gran nube gris. "Pensé que algo se había caído, pero tuve poco tiempo para pensar". Una vez en la calle, Saether ya sospechaba que podía tratarse de una bomba.
El directivo de Microsoft en Oslo no se lo podía creer: "Los noruegos estamos muy confundidos. Hasta ahora, este tipo de noticias solo las habíamos visto por televisión. No entendemos nada. Queremos saber qué es lo que ha pasado".
Más de un tercio de los casi cinco millones de habitantes de Noruega vive en la capital. La tarde de ayer, sin embargo, las calles de Oslo estaban vacías. Entre otros motivos porque la policía acordonó buena parte del centro de la capital y aconsejó a los habitantes de Oslo que regresaran a sus casas. La policía había hecho un llamamiento para que la gente evitara aglomeraciones, especialmente en el centro de Oslo.
Las fuerzas de seguridad acordonaron la zona y evacuaron las dependencias gubernamentales y también la estación de ferrocarril de Oslo, mientras que los servicios de emergencia atendían a los heridos.
Muy cerca de la zona, aunque en el subsuelo, la explosión sorprendió a un grupo de españoles de viaje por Oslo. "Estábamos en el metro, íbamos a salir y oímos el ruido", explica Maribel Velayos, que vive en Valencia y tiene 60 años. Forma parte de una excursión de 42 españoles que tenían previsto regresar hoy. "Unos cuantos ya habían salido del metro y han visto gente en el suelo y mucho jaleo". Velayos viajaba en un vagón de la línea dos y estaba a punto de bajar en una estación próxima al lugar de la explosión. "La guía nos ha dicho que no bajáramos", cuenta Velayos, quien esperaba poder salir a cenar fuera para celebrar su última noche del regreso. "No sabemos si podremos porque el centro está cerrado".
Francisco Valseca es un informático de 30 años que lleva 8 meses en Oslo. Él y sus compañeros de oficina sintieron temblar las paredes de su oficina a pesar de estar a ocho kilómetros del lugar de la explosión. Asegura que nadie pensó que fuera nada grave y que imaginaron que habría sido un relámpago. Al regresar a su hogar no observó que el transporte público funcionase mal pero, según indica, la tarde ha sido "un continuo oír de sirenas". A última hora de la tarde, los helicópteros se divisaban desde su ventana, a 4 kilómetros del centro de Oslo.
Ana Rollán, que llegó a la ciudad hace un año de Erasmus y ahora se ha quedado para trabajar, escuchó la explosión desde los 10 kilómetros que separan su casa del lugar del atentado. Ella, y todos su conocidos con los que ha hablado la escucharon desde distintos puntos y distancias de la ciudad. Desde su casa, enganchada a la radio a una una de la madrugada, contaba por teléfono como no se veía a nadie por la calle, y como nunca había visto a los noruegos tan nerviosos ni aterrados. Algo normal, dice, ante una situación en la que nunca se habían visto "en un país que siempre se ha vendido como el paraíso de la tranquilidad".
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