La alergia mediática de Rousseff
La presidenta brasileña cuenta con un 47% de popularidad, según una encuesta, a pesar de sus escasas y esquivas comparecencias ante la prensa
La presidenta Dilma Rousseff cumple más de cuatro meses al frente del Gobierno brasileño demostrando que su antecesor, Luiz Inácio Lula da Silva, no es el único modelo a seguir para mantener intacto un alto grado de popularidad. Dilma viene desarrollando un perfil mucho más técnico y menos expuesto al escrutinio de los medios. Su esquiva actitud con la prensa anuncia que sus éxitos o fracasos deberán ser valorados en función de resultados concretos y, en menor medida, de su carisma o empatía con las cámaras.
Todos los analistas consultados coinciden en un punto: Lula fue un fenómeno político-mediático irrepetible, único, uno de esos que irrumpen en la escena cada cierto tiempo y dejan un marchamo indeleble. La genialidad no se cultiva. Se tiene o no se tiene. Y por tanto no se le puede exigir a su sucesora que dé continuidad a una manera de hacer política personalísima, algo que se acabó transformando en una marca propia.
Un analista dice que Dilma ha rebajado demasiado su exposición mediática
El expresidente Lula fue un fenómeno político-mediático irrepetible, único
Según una encuesta realizada el mes pasado por Datafolha, la presidenta cuenta con la aprobación del 47% de los brasileños, tan solo un punto por debajo de su antecesor durante el mismo periodo de su segundo mandato (2007-2010). Solo el 7% de la población considera la gestión de Dilma mala o pésima, y un 34% opina que es regular. Se puede concluir que el grado de aceptación es muy alto si se compara con los resultados obtenidos por presidentes como Fernando Henrique Cardoso (39%), Fernando Collor (36%) o Itamar Franco (34%) en el arranque de sus respectivos mandatos.
Estos buenos resultados cobran más valor aun cuando Rousseff no demuestra tener ningún apego a las cámaras. Se podría decir que es una presidenta poco o nada mediática. Son raras las ocasiones en que comparece ante la prensa. En sus apariciones protocolarias no suele desviarse una coma de los discursos preparados por su equipo y supervisados por ella misma. Parece no tener grandes dotes para la improvisación, para el contacto cuerpo a cuerpo con el pueblo, terreno en el que Lula se movía como pez en el agua.
"Un perfil demasiado técnico puede acabar creando una imagen demasiado fría, despojada de corazón. Ella se aproxima más a este perfil de buena gestora y deberá afrontar una mayor aproximación al pueblo en lo sucesivo", explica el experto en estrategias de comunicación, André Duarte, de la firma Llorente & Cuenca. "Entiendo que sí se producirá una mayor exposición pública en el futuro", se limita a corroborar una alta fuente gubernamental.
"Dilma ha rebajado demasiado su exposición mediática. Los contactos con la prensa son muy restringidos. Hemos pasado de una exageración durante la época de Lula al extremo opuesto. Lo ideal sería un término medio", apunta el analista político Clovis Rossi. Pero, ¿se debe esta suerte de divorcio de Dilma con los medios a una nueva estrategia trazada en el Palacio de Planalto, o más bien responde al propio perfil psicológico de la presidenta? Rossi opina que "el contacto con la prensa no está en el ADN de Dilma". "Es mucho más reservada que Lula y la estrategia de comunicación se traza en función del perfil de la persona. Obviamente no es bueno exponerla demasiado a los medios si ella no se siente a gusto en ese papel", añade Duarte. "Es obvio que el estilo de ella es más de bajo perfil, más contenido. Pero también hay que tener en cuenta que ella ahora está más preocupada en la gestión del Gobierno", abundan en el entorno de la presidenta.
Un factor relevante en el análisis de la escasa exposición mediática de Dilma es la batalla encarnizada que su partido ha mantenido en los últimos años con el grueso de la prensa brasileña. Durante la última campaña electoral, los más influyentes grupos periodísticos del país arremetieron con dureza contra Lula y todo lo que guardase relación con él. Por ello Rousseff, en su condición de candidata y protegida del expresidente, también se situó en el ojo del huracán. Su falta de carisma fue entonces una descalificación recurrente. También se dijo de ella que su Gobierno no sería más que un subproducto de los dos mandatos consecutivos de Lula, un Ejecutivo sin personalidad propia que nunca se zafaría de la alargada sombra del político más popular del Brasil contemporáneo.
Sin embargo, el bajo perfil mediático de la líder brasileña parece estar arrojando buenos resultados, tanto en las encuestas de opinión como en los titulares de prensa. "Dilma ha puesto punto y final a una dinámica de crispación que su antecesor adoraba. Un buen ejemplo es el gesto que tuvo recientemente con Fernando Henrique Cardoso, al que invitó a un almuerzo con el presidente Obama", recuerda Rossi. "Está aportando algo de lo que carecía su antecesor: formación técnica. Los medios de comunicación apostaron fuerte para que perdiera las elecciones al considerarla demasiado de izquierdas y ahora los mercados saludan las decisiones que está tomando rebajando los índices de riesgo para Brasil", opina Duarte.
Muchos analistas pensaban que el desembarco de Dilma representaría un nuevo giro a la izquierda del Gobierno brasileño. No ha sido así. Al contrario, la nueva presidenta demuestra tener un perfil menos politizado que su antecesor aunque esté íntimamente comprometida con causas como la defensa de los derechos humanos o la libertad de expresión.
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