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Tribuna:Berlusconi y Putin
Tribuna
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Putin y Berlusconi, dos 'Machos Alfa'

Dos personajes de la política europea han hecho tan peculiares migas que Washington teme sus consecuencias para la política general atlántica. El jefe de Gobierno italiano Silvio Berlusconi y su homólogo ruso Vladimir Putin coinciden en el extremo personalismo de su comportamiento público. El primero otorga favores como un emperador romano, organiza fiestas fastuosas en las que el amor mercenario hace frecuente aparición; y el segundo, aunque más recatado en su vida personal, tiene montado un chiringuito de poder y corrupción cuya Justicia manda a la cárcel a sus adversarios -políticos o magnates de la economía- cuando se cruzan en su camino.

Ambos gobiernan con un machismo exacerbado, como el garañón que conduce la manada o el macho alfa que habla directamente al pueblo que entiende -y hasta ahora ha sido así- su enérgica capacidad de hacer: en el caso de Putin, haber orquestado un cierto regreso de Rusia al primer plano de la escena mundial, con alguna demostración de independencia de los Estados Unidos; y en el de Berlusconi, una diplomacia desenfadada en la que el hombre de negocios es su propio ministro de Exteriores por lo que concierne a Moscú.

Y sea porque se consideran almas gemelas o, mas bien, porque las inversiones del Estado italiano en Rusia -sector energético- son ingentes, se ha producido una asociación de hecho entre el que quiere ser autónomo como representante de la ex gran potencia, y el caprichoso que espera que Italia se salga siempre con la suya; Italia farà da se decía el unificador trasalpino, conde de Cavour en 1860. Pero, pese a todo ello, Berlusconi habrá de afrontar antes de fin de año una votación parlamentaria que puede obligarle a convocar elecciones, y a ellas deberá presentarse sin su gran aliado Gian Franco Fini, líder de la derecha ex fascista que en noviembre rompió con el primer ministro, hastiado de tanta excentricidad y autoritarismo. La propia Iglesia católica, que le ponía buena cara como muñidor de una nueva democracia cristiana, tras la debacle de la I República italiana, podría dejarle caer.

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