EE UU reconoce que la corrupción es el mayor obstáculo para ganar la guerra de Afganistán
Sobre el papel los planes están bien definidos y hasta tienen un calendario de aplicación. Para finales de 2014 la OTAN habrá puesto fin a su compromiso básico con el régimen de Hamid Karzai en Kabul con la retirada de todas sus tropas de combate -100.000 soldados norteamericanos y cerca de 70.000 de otros contingentes occidentales, entre ellos 800 soldados españoles-. La fuerzas que resten permanecerán como asesores de las fuerzas de seguridad afganas. Pero los cables del Departamento de Estado norteamericano cuentan una historia muy diferente. La corrupción rampante a todos los niveles es el mayor obstáculo político-moral para derrotar a los talibanes; y funcional para que para esa fecha haya sido posible traspasar las misiones de seguridad a Ejército y Policía del país.
El propio Ahmed Zia Masud fue brevemente interceptado a comienzo del año pasado a su paso por un aeropuerto de los Emiratos Árabes Unidos con un alijo de 52 millones de dólares (unos 40 millones de euros) en efectivo. Y pudo continuar viaje porque era quien era. Ese dinero no tenía destino conocido fuera de Afganistán y constituía una mínima parte de la ayuda económica de Estados Unidos a la guerra contra la insurgencia de los talibanes, que habiendo sido expulsados del poder por la invasión norteamericana de otoño de 2002, parecen llevar hoy la mejor parte en la lucha contra las fuerzas occidentales. El dinero que transportaba el colaborador de Karzai podría tener que ver con el tráfico de drogas que es la exportación más lucrativa del país. Y el mismo presidente tuvo que admitir hace unas semanas que recibía regularmente cientos de millones procedentes de Irán para atender -dijo- a asuntos de gobierno.
Los informes diplomáticos tachan abiertamente a Salid Karzai, hermanastro del presidente y uno de los pro-hombres del régimen, de corrupto y narcotraficante. El Departamento de Estado reconoce que la administración de Kabul ha fracasado totalmente en acreditarse como gestor y proveedor de la vida cotidiana de los afganos y que ese vacío está siendo ocupado por la insurrección, que en numerosas zonas rurales del país ha establecido un embrión de servicios administrativos con lo que se va ganando la buena voluntad de la población. Washington, mientras asegura públicamente que la ocupación y liberación de extensas zonas de Afganistán ha permitido al Gobierno de Karzai asumir responsabilidades, y que ese tipo de operación, precedida por la limpieza militar del terreno por parte del Ejército estadounidense, se está ensayando con éxito en la provincia de Kandahar, considerada el feudo histórico de los talibanes; considera hoy más que remota la viabilidad de ese traspaso de poder a los soldados de Karzai.
Finalmente, los cables ratifican que para vencer en Afganistán primero hay que derrotar a Al Qaeda, supuestamente refugiada la organización terrorista en el territorio limítrofe entre Afganistán y Pakistán, y para ello el ejército de este último país ha de colaborar como no lo ha hecho hasta la fecha. Islamabad niega, por supuesto, cualquier falta de celo en el combate. El movimiento talibán, aliado a Al Qaeda era hasta la ocupación del país por las fuerzas occidentales, el instrumento de la influencia decisiva de Pakistán en el vecino país.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.