México captura a uno de los narcotraficantes más sanguinarios
La captura de 'La Barbie' provoca un ataque con ocho muertos en Cancún
Hay golpes providenciales. Cuando uno está a menos de 48 horas de rendir su cuarto informe anual de Gobierno, y solamente en el mes que corre han asesinado a dos alcaldes, estallado tres coches bomba, secuestrado a tres periodistas, acribillado a 72 inmigrantes y se han rebelado policías federales de élite en Ciudad Juárez, informar de la detención del narcotraficante más mediático en el penúltimo día de este fatídico mes de agosto, es un alivio si usted se llama Felipe Calderón Hinojosa y trabaja de Presidente de México.
La noche del lunes, apenas pasadas las 19:00 horas (hora local), los culebrones se interrumpieron con una alerta de tres palabras que todos entendieron: "Cayó La Barbie". Fue detenido por la policía federal a unos kilómetros de la capital, donde desde hace semanas le tenían cercado. Algunos dicen que su apodo viene de cuando jugaba fútbol americano, gringo al fin y al cabo. Otros, que se debe a sus ojos azules, piel clara y finas facciones. El caso es que nadie tenía que imaginarse cómo es. Contrario a lo que pasa con otros perseguidos por la ley, de él se conocían fotos muy claras. Nada de una imagen borrosa y de perfil poco delator. No. Edgar Valdez Villarreal mira en una de ellas a la lente. En una mano lleva un cubata y un reloj dorado. En la otra, la cadera de una rubia. La imagen de La Barbie sometido, pelo rapado y mirada torcida, que circula una hora más tarde de este mismo lunes, no desentona: es él.
Es el mismo que nació en Laredo, Texas, el 11 de agosto de 1973. El que fue detenido en 1994, en Missouri, Estados Unidos. Es quien se ganó la confianza de Joaquín El Chapo Guzmán Loera y de Ismael El Mayo Zambada, máximos líderes del cartel de Sinaloa. El que enfrentó al cartel del Golfo y a Los Zetas en Tamaulipas y que al hacerlo inauguró una modalidad: grabó un interrogatorio y el asesinato de cuatro Zetas. El que se ganó la confianza de Arturo Beltrán Leyva, El Jefe de Jefes, quien lo nombró el líder de sus sicarios. El mismo que no pudo llegar a rescatar a su patrón en el pasado diciembre, cuando en Cuernavaca, Morelos (centro del país), la Marina Armada de México lo acorraló y mató en un complejo residencial de lujo. Él, según aseguró ayer la policía, sugirió a Beltrán Leyva que no resistiera el ataque y se entregara.
Él, que acusado de traición por los hermanos de El Jefe de Jefes, protagonizaba un cruento combate con Héctor Beltrán Leyva, alias El H, por el control de lo que quedaba de ese cartel, convirtiendo el Estado de Guerrero, con su predilecto Acapulco, y la ciudad de Cuernavaca en un campo de batalla donde, en lo que va del año, han aparecido hasta 20 cuerpos por mes, con narcomensajes jurando exterminio mutuo. Él era La Barbie.
El Gobierno mexicano lo acusa de distribuir y comercializar droga. De tener contactos criminales con organizaciones de América Central y del Sur y dedicarse a transportar narcóticos a Estados Unidos (introducía una tonelada de cocaína al mes). De lavar dinero, de extorsionar, de robar vehículos. Había recompensas en suelo mexicano y estadounidense. Labores de inteligencia, que duraban ya más de un año, habían llevado a allanar pisos en barrios lujosos de la ciudad de México y sus alrededores. Con la información recabada en cada acción, la suerte quedó echada al mediodía del lunes, cuando uno de sus colaboradores trató de huir al sur de la capital, frente a Perisur, uno de los centros comerciales más tradicionales de la capital mexicana. Ahí acabó muerto un contable que, según las autoridades, formaba parte de la red de Valdez Villarreal, quien cuatro horas después fue detenido en Lerma, Estado de México, junto con seis personas más.
En el operativo no se disparó ni un solo tiro, a pesar de que los detenidos contaban, entre otras armas, con un lanzagranadas. Pero también destacó que, de los otros detenidos, cinco son del Distrito Federal, acabando con la creencia de que la capital mexicana era inmune al narco tráfico.
Valdez Villarreal tiene órdenes de aprehensión en Nueva Orleans y Atlanta. En México también. Su destino aún no es claro, pero podría ser extraditado a Estados Unidos, como otros acusados de narcotráfico.
Cada vez que un cabecilla es detenido, revienta una nueva pugna criminal entre quienes se disputarán el asiento vacío. Ayer mismo, hubo un ataque contra un bar topless de Cancún, en donde murieron ocho personas, seis mujeres y dos hombres. El Procurador de Quintana Roo atribuyó la matanza a una primerísima reacción -ocurrió a escasas seis horas- de la caída de La Barbie.
En las últimas semanas, Calderón ha realizado una ronda de consultas con diversos sectores de la sociedad para revisar su estrategia de lucha contra los carteles de droga. Tras 28.000 muertos, el presidente parecía arrinconado. La muerte, a manos del Ejército, el pasado 29 de julio de Ignacio Nacho Coronel, socio del Chapo Guzmán, y la detención de Edgar Valdez Villarreal este lunes, dan al mandatario un balón de oxígeno frente a los cuestionamientos causados por la sangre derramada. Para evaluar los posibles escenarios, Calderón se encerró ayer con su gabinete de seguridad. Seguramente, como todos quienes lo vieron por televisión, se sintieron intrigados por la sonrisa que mostró La Barbie al ser presentado el martes por la policía. ¿Qué querrá decir esa sonrisa?
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