"Fotografiar es quitarme oscuridad de encima"
Da la impresión de que, si no fuese por las bruscas irrupciones de taladradoras y martillos, la fotógrafa argentina Adriana Lestido (Buenos Aires, 1955) preferiría no alejarse demasiado de sus obras. En una sala de exposiciones de la Casa de América de Madrid, dos días antes del comienzo de PHotoEspaña , la artista ultima los detalles de una retrospectiva dedicada a sus retratos de amores difíciles, la primera que presenta en España. Pero una vez sentada en la terraza del Palacio de Linares, Lestido se entrega a la entrevista. Becaria de las fundaciones Guggenheim y Hasselblad en los noventa, la artista dejó atrás el trabajo como fotoperiodista hace 15 años para dedicarse a proyectos de larga duración, como el de madres e hijas, para el que acompañó a cuatro parejas a lo largo de tres años.
Pregunta. ¿Por qué el título de la exposición, Amores difíciles, y qué es más importante, el amor o la dificultad?
Respuesta. Lo elegí yo, porque, en realidad, son todas historias de amor. El hilo conductor de la muestra pasa por ahí, también por las complicidades, los vínculos, la separación, como dolor y necesidad vital, para estar vivo. Creo que todo lo que tiene peso es difícil y los amores de peso son siempre difíciles, más allá de las circunstancias. Hay situaciones muy extremas entre las historias que estoy contando, como las de las mujeres presas, que están solas o los vínculos de ellas con sus hijos y la separación de sus hijos. Pero, en definitiva, lo importante es el amor, poder ver sus dificultades y poder comprenderlo un poco más.
P. ¿Cuáles son las relaciones de amor más complicadas que ha retratado?
R. Madres e hijas: es de los vínculos humanos más complejos e intensos que hay. Siempre me ha obsesionado el tema, cómo cada mujer está marcada por la relación con su madre. Es la relación que más posibilidades de identificación tiene. Una mujer naciendo de una mujer, cuyo primer objeto de amor es una mujer. Y, sin embargo, creo que es la más limitada.
P. ¿Por qué?
R. Por la paradoja de amor y odio, competencia y simbiosis. Creo que es donde el amor enfrenta su mayor dificultad. Igual es generalizar, porque existen relaciones madre e hija muy livianas, como también las hay muy terribles entre padre e hijo. Pero, más allá de sus características particulares, lo que me preguntaba era: ¿cómo puede ser que una relación que tiene tantas posibilidades de identificación tenga tantas limitaciones? Y creo que es por la gran identificación inherente a la relación, que dificulta a la hija encontrar su propia identidad.
P. ¿Le atraen los entornos difíciles en el sentido emocional? Hizo proyectos en una cárcel y en un hospital infanto-juvenil, por ejemplo.
R. Las cosas que elijo son por necesidad: es lo que valida toda expresión, para mí no hay otro parámetro. Si no hubiera sentido la profunda necesidad de mirar dentro de una cárcel, jamás habría podido hacerlo. Y ahora, si lo dicen, no puedo volver a entrar. Me lo han propuesto varias veces, pero ya vi lo que tenía que ver [respira y vacila], ya está. Para mí fotografiar también es como quitarme oscuridad de encima, como iluminar zonas oscuras. Eso tiene que ver con mi historia y con cosas que necesitaba sacar afuera, necesitaba ver para poder iluminar.
P. ¿Qué es lo que más le impresionó de las madres presas?
R. Cuando empecé con el proyecto de las mujeres presas, fue con una idea un poco romántica de la maternidad. Y lo que me impresionó es que, estando preso, tener un hijo o no tenerlo es lo de menos. Lo fuerte es estar preso, los hijos tienen un papel secundario dentro de la cárcel, de alguna manera todos son hijos de todas. Lo fuerte del vínculo pasa por ser lo único que una mujer presa puede tener, sobre lo que dispone y sobre lo que puede tomar una mínima decisión, porque, en el fondo, creo que estar preso es eso, no poder decidir.
P. ¿Por qué la mayoría de sus fotos son en blanco y negro?
R. Para mí, el blanco y negro tiene algo más medular, más esencial: va más a lo que es, sin distracciones, como los sueños. En los sueños uno solo recuerda el color cuando cumple una función, es la imagen del sueño la que cuenta.
P. ¿A qué planteamiento se debe la corta distancia en todas sus fotografías?
R. Necesito estar cerca de lo que estoy mirando. Casi todas mis fotos van con 35 milímetros, muy poquitas están hechas con lente normal, y después, lentes de larga distancia no uso, no me gustan. Tiene que ver con esa cosa de fundirme, de ser lo que miro. No es que lo busque deliberadamente, es lo que sucede. Empiezo a mirar algo y tengo que transformarme en lo que estoy mirando. Es como si las imágenes de peso vinieran de la unión de mi energía y de lo que estoy mirando, o sea, una persona, un árbol, un paisaje. Esa fusión es lo que le da vida a una imagen. Y de lejos es más difícil.
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