Los verdes británicos se suben al carro del cambio
El partido ecologista, aupado por el descrédito del tradicional tándem laborista-conservador, aspira a tres escaños
Los ecologistas británicos ya saborean el que podría ser su momento político más dulce. Arropado por esos aires de cambio que amenazan con erosionar el viejo sistema controlado por laboristas y conservadores, el Partido Verde (Green Party) tiene expectativas de hacerse con hasta tres escaños en el futuro Parlamento. Su hipotético éxito encarnaría una diminuta mancha verdosa entre los 650 asientos de Westminster, pero también todo un hito en un país que nunca ha tenido un diputado de esa filiación.
Su flamante líder, Caroline Lucas, personifica las sólidas aspiraciones de los verdes en la circunscripción de Brighton, enclave balneario de la costa sur que, frente a las aglomeraciones turísticas estivales, tiene en su población permanente un perfil más sosegado. Amantes de la bicicleta, artistas de talante bohemio (la oscarizada Cate Blanchett vivió aquí antes de regresar a su Australia natal), ciudadanos muy concienciados en el reciclaje y una nutrida colonia de estudiantes. La candidata ve ahora abierta la vía con el declinar laborista de los últimos años en el que fuera su bastión. El hartazgo de los usos políticos de siempre, la sublevación ante el escándalo de los gastos parlamentarios -su uso y abuso por parte de los diputados-, pueden hacer el resto.
La cuestión clave que dirimirá el apoyo a Lucas es si los votantes se convencen de que existe una oportunidad real de que los verdes entren en los la cámara de los Comunes. Cuentan con una fuerte presencia en el gobierno municipal de Brighton (13 concejales, al igual que el laborismo) y crecientes adeptos en Lewisham (sur de Londres) y Norwich South, los otros dos escaños acariciados. Pero muchos de sus potenciales electores dan por perdida su papeleta en el sistema mayoritario que define las legislativas. El Green Party se esfuerza en presentarse como una alternativa de poder y, por eso, las propuestas sobre el medio ambiente de su manifiesto electoral (muy guerreras en cuanto a las emisiones de carbono) ocupan el mismo número de páginas que las cuestiones económicas y fiscales. Su intención de reducir el déficit sin recortar el gasto social, a partir de una mayor presión impositiva sobre las rentas del capital y una tasa a las primas de los ejecutivos, entre otros, les coloca en línea con el discurso de la vieja izquierda. Quizá muy radical para las clases medias, pero tentador para aquellos desafectos al Labour que quieren castigar a su antiguo partido por parecerse demasiado a los tories.
Al frente de los verdes desde hace dos años y medio, Lucas ha dividido su tiempo entre el trabajo como europarlamentaria y la campaña de los ecologistas por la costa meridional inglesa y los pueblos del interior, mucho más modestos desde el punto de vista económico. Abandonará Bruselas si consigue su acta de parlamentaria en Westminster el próximo 6 de mayo. ¿Hasta dónde alcanza su imaginación? "No tiene límites si pienso que sólo transcurrieron 24 años entre la elección del primer diputado laborista y el desembarco en el gobierno de ese partido", es su respuesta más que ambiciosa.
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