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México: el debate de la restauración

Desencanto ciudadano con la derecha que no sabe gobernar y con la izquierda conflictiva y rijosa que no sabe como gobernarse

Todo el proceso de transición democrática de México se construyó en torno a la idea de sacar al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Los Pinos (la residencia oficial del Presidente).

Eso se alcanza en el año 2000, y a partir de ese logro, la transición literalmente se atora. Con ese magro triunfo, se conforma la mediocre generación de la alternancia y se interrumpe el proceso de reformas. Lo más grave y lo más delicado es que la nueva democracia mexicana no identifica y no atina a desmantelar todos los enclaves autoritarios del viejo régimen.

Todo el autoritarismo que se encontraba por fuera, por encima y por debajo del PRI, sobrevive prácticamente intacto, pero ahora sin los controles y mecanismos de contención del viejo régimen. Para decirlo fácil: lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo acaba de morir.

Hoy, 10 años después de la alternancia, el PRI está nuevamente en condiciones reales de regresar al poder. Esa sola posibilidad empieza a generar nerviosismo en el gobierno y en las dirigencias de los otros partidos; produce también cierto desencanto entre muchos académicos, intelectuales y demócratas, y preocupación entre algunos sectores de la sociedad.

Empieza inevitablemente el debate en torno a la restauración. Este se perfila como uno de los temas a discutir de aquí hasta la elección presidencial del 2012.

La sola posibilidad de que el PRI regrese al poder nos obliga a hacernos muchas preguntas: ¿En qué se sustenta esa posibilidad? ¿Qué hizo bien el PRI? ¿Qué hicieron mal el resto de las fuerzas políticas? ¿El regreso del PRI puede convertirse realmente en un proceso de restauración? ¿Su regreso significa reconstruir el viejo sistema autoritario? ¿Se puede regenerar el autoritarismo? ¿Significa el regreso del PRI, por la vía democrática, un triunfo o una derrota de la democracia? ¿Si gana el PRI cómo gobernará? ¿Qué PRI llegaría al poder? ¿Un PRI demócrata o un PRI autoritario? ¿Un PRI reformador o un PRI conservador?

Las preguntas las tendremos que ir respondiendo gradualmente, pero debemos advertir lo que está pasando en México.

Una sutileza. La semana pasada se llevó a cabo, como cada tres meses, la presentación de los resultados de una encuesta trimestral que elabora, desde hace muchos años la sociedad de firmas GEA-ISA. El evento se organizó en un hotel del Paseo de la Reforma y acudimos al desayuno unos 50 ó 60 invitados, algunos representantes de los partidos, académicos, analistas, periodistas, funcionarios, ex funcionarios y algunos amigos de la casa.

Desayunábamos en silencio y con tranquilidad mientras las láminas de la presentación transcurrían pausadamente, en orden, al ritmo de las palabras inteligentes de una investigadoras de la firma. Acompañaban a las cifras y los datos, apenas algunos ligeros choques de cubiertos y tazas, y uno que otro bisbiseo inaudible, que lo mismo servía para pedir la sal, que para remarcar algún dato o comentario al comensal de a lado.

Los datos presentados no podían ser peores, pero eran muy sabidos y previsibles. Realmente sin novedad en el frente. Los resultados simplemente confirmaban lo que ya sabíamos o suponíamos, que el presidente Calderón sigue en caída libre: hoy lo desaprueba ya el 53% de los encuestados, contra 45% que lo aprueba, y a pesar de los signos de la recuperación el 54% de los encuestados considera que la situación económica del país es mala contra, 10% que la considera buena, entre muchas otras.

Pero de pronto una lámina irrumpe, llama la atención de la audiencia, y atrae el interés de todos. Se interrumpe suavemente el silencio. Se levanta un curioso rumor generalizado, acompañado de algunas tímidas expresiones de sorpresa y hasta de incredulidad. ¿Qué decía esa lámina?

La lámina proyectaba los resultados de la pregunta: "¿Con que partido relaciona los siguientes conceptos?" Democracia: PRI 38% PAN 17% y PRD 13%. Honradez PRI 29%, PAN 17%, PRD 12%

La sorpresa está claramente justificada. El viejo PRI es un partido al que tradicionalmente la gente siempre asoció con conceptos como: eficacia para gobernar, estabilidad, gobernabilidad o seguridad, pero nunca con conceptos como honradez y democracia.

Hoy el PRI es para la mayoría de los ciudadanos en una encuesta, el partido que mejor refleja la honradez y la democracia. Es sin duda una paradoja que después de 10 años de alternancia aparezca este resultado.

Parece que el PRI se pasteuriza, y logra lo increíble: posicionarse en los dos conceptos que fueron su mayor debilidad, y el buque insignia de sus opositores y adversarios durante la transición.

Es claro que algo está pasando. Porque esos datos no son aislados: todas las encuestas colocan hoy al PRI arriba en las preferencia electorales de la gente; además el potencial candidato del PRI, el Gobernador del Estado de México, es el actor político más conocido de la clase política; y el PRI, sorprendentemente, aparece como el partido con el menor número de negativos.

Hay que agregarle al análisis político el resultado de la elección de 2009, en la que el PRI arrasó en las elecciones federales intermedias, y el hecho de que en la mayoría de las encuestas de las elecciones locales que se celebrarán en 15 estados este año, el PRI se perfila como un claro ganador.

Es verdad, falta mucho para las elecciones presidenciales del 2012. Estamos a poco menos de 28 meses de la jornada electoral para elegir Presidente y la experiencia nos demuestra que nada está cantado, y que estar arriba en las encuestas con tanta anticipación no significa nada, como lo demostró la cerrada elección del 2006. Pero hoy los datos duros nos dicen que el PRI tiene condiciones de triunfo, aunque sabemos que también tiene muchos pendientes...

Lo primero que debemos reconocer es que el PRI ha llegado hasta este punto más producto de los errores de sus adversarios que de los aciertos propios. Hay un evidente desencanto de la ciudadanía tanto con la derecha que no sabe gobernar, como con la izquierda conflictiva y rijosa que no sabe como gobernarse.

El PRI realmente no ha hecho mucho, o ha hecho muy poco por reformarse. Ha sobrevivido es cierto, lo que no ha sido un asunto menor, pero no ha sabido mandar una señal de cambio y renovación.

De una forma u otra estamos ante el viejo PRI de siempre, actuando con gran pragmatismo y a veces irresponsabilidad en las nuevas circunstancias. En sus filas persisten muchos de los usos, vicios y prácticas del pasado. Subsiste en su interior una vieja guardia de nostálgicos, entreverados con una tercera fila de operadores menores, y algunos cuadros jóvenes y profesionales, que han emergido sobre todo en los gobiernos locales.

El PRI como aparato, como instituto, al margen de algunas caras nuevas, sigue sin resolver una larga agenda de nudos internos. Sigue sin contar con una estructura moderna y democrática que le permita dirimir conflictos y sobre todo, tomar con agilidad y claridad, decisiones y posiciones. Es un partido muy lento.

El PRI sigue sin saber como definir y resolver su posición interna sobre muchos de los grandes temas nacionales. Es y sigue siendo un partido ambiguo, en un México que ya no está para ambigüedades.

Hay que recordar y reconocer, que muchas de las reformas que México necesita se han atorado en el Congreso, en buena medida por la ambigüedad, la indefinición y el doble discurso del PRI. Por la incapacidad interna de ese partido de procesar sus decisiones.

Es claro que los otros partidos lo han hecho tan mal, que la ciudadanía se ve sin opciones, que todos los partidos se han desdibujado en sus diferenciadores, y que al PRI, mal que bien, le queda todavía la imagen de saber gobernar, en un entorno en el que lo que más urge al país es un gobierno...

A la democracia mexicana le esperan sin duda días difíciles. En los próximos años discutiremos los riesgos de la restauración. Pero en el fondo, el verdadero riesgo y el verdadero debate para la democracia mexicana, es que con o sin el PRI, no se ven las condiciones para salir del pasmo y de la parálisis, que impide las reformas de verdad.

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