Dinero, fama y tecnología
Con dinero, fama y tecnología se puede ir muy lejos. Pero el modelo no ofrece novedad alguna. Lo conocemos en versiones más o menos serias o grotescas desde hace años. No serán facebook o twitter los que aporten al político de laboratorio lo que éste no sepa ofrecer por sí mismo. Normalmente, la mayor vaciedad rodea las ambiciones políticas de los famosillos que se creen llamados por la historia para desempeñar un papel relevante en su país. Levantan una bandera, por lo común genérica y mitificada, y luego la rodean de lugares comunes y de sentimentalismo. En el mejor de los casos: por la misma regla de tres pueden esgrimir reivindicaciones teñidas de xenofobia o de sentimientos excluyentes. Lo único que cuenta siempre es su capacidad para movilizar emocionalmente a un público más o menos extenso.
Dinero, fama y tecnología permiten tapar las vergüenzas de la falta de ideas, valores y propuestas efectivas por parte de quienes se lanzan osadamente, impulsados por una irrefrenable ambición, por supuesto personal, a salvar patrias y erigirse en lidercillos de pueblos irredentos. Si les queda un atisbo de sensatez y no se dejan engañar por sus asesores, leerán atentamente los estudios de opinión, escucharán el consejo de los expertos, y evitarán convertirse en monstruos políticos, aprendices de brujo destinados a atizar las bajas pasiones sobre las que se construyen las carreras de los políticos populistas.
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