El ascenso fulgurante de Rousseff
Inquietud en la oposición brasileña ante la subida meteórica en las encuestas de la aspirante del PT a la presidencia - El PSDB aún no tiene candidato
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, tenía razón cuando dijo que su candidata favorita para disputar las elecciones presidenciales de octubre, Dilma Rousseff, crecería en las encuestas en cuanto su candidatura se hiciera oficial. Y así ha sido. El Partido de los Trabajadores (PT) la consagró oficialmente el pasado 20 de febrero y la lanzó al ruedo político. Desde entonces, la ex guerrillera y ministra de la Casa Civil ha dado un salto en los sondeos con una subida de cinco puntos (28%) y se ha colocado a sólo cuatro del que seguramente va a ser su principal contrincante electoral, el socialdemócrata José Serra, actual gobernador de São Paulo (32%).
El PT, que aceptó la candidatura de Rousseff por imposición de Lula más que por convicción propia, ahora da saltos de alegría y comienza a confiar en que volverá a ganar las elecciones. Y la verdad es que la popularidad de Rousseff no sólo ha aumentado entre el electorado más pobre, fiel a Lula, sino que le ha quitado votos a su adversario en el sur rico, donde Serra es el gran favorito.
La oposición ha recibido como un jarro de agua fría la subida de Rousseff, sobre todo porque su aspirante aún no ha querido oficializar la candidatura. Serra es un político de larga carrera. Ha sido dos veces ministro, alcalde de São Paulo y ahora gobernador de dicho Estado. Fue derrotado por Lula en las presidenciales de 2002, pero en el segundo turno. El problema es que, si ahora se incorpora a la carrera presidencial y fracasa, perdería también la oportunidad de ser reelegido en São Paulo, donde disfruta de un apoyo popular parecido al de Lula a nivel nacional. Es decir, saldría de la vida política.
El ascenso de Dilma en las encuestas ha hecho que el opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) se vea obligado a forzar a Serra a tomar una decisión cuanto antes. Lo ideal para el partido es que el joven Aecio Neves, actual gobernador de Minas Gerais, el segundo Estado con más votos del país después de São Paulo, aceptase optar a la vicepresidencia en la candidatura de Serra. Juntaría así los votos de dos Estados que, juntos, suponen casi la mitad del electorado. Neves, sin embargo, también aspira a ser candidato a la presidencia y por eso se hace el remolón. Tiene, además, la esperanza de que Serra pueda acabar renunciando a presentar su candidatura, a la vista de la subida de Rousseff; en ese caso, el PSDB forzosamente tendrá que lanzarle a él al ruedo electoral.
Este mes va a ser, pues, decisivo en lo que atañe a las elecciones de octubre, las primeras en 20 años sin Lula como candidato, aunque con una aspirante considerada su sombra. Para vencer, la oposición no puede presentar a su candidato como superior a Lula -al que los sondeos acaban de conceder un 73% de aprobación popular-, sino a Rousseff. Ésa será la gran batalla: no si Brasil será mejor con Serra que con Lula, sino si Serra, que brilla con luz propia, será mejor para el país que Rousseff, cuya luz proviene de su ex jefe y es en cierto modo una incógnita política, ya que nunca ha disputado unas elecciones.
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