_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La insoportable contradicción del ser (mexicano)

Rechazo en México al matrimonio gay, pero son pocos los que harían algo para impedirlo

"Yo creo que el matrimonio entre personas del mismo sexo va en contra de los valores de la familia mexicana", opina el 59% de las personas que entrevistamos para la encuesta que hoy entregamos a elpais.com. Pero apenas la quinta parte de ellas (16% respecto al total de entrevistados) estaría dispuesta a participar en acciones para evitar que se concrete su legalización, tal y como lo pidió desde el púlpito el Cardenal Primado de México Norberto Rivera Carrera.

No estar de acuerdo con cierto comportamiento social no necesariamente implica que se le quiera ver desterrado de la faz del planeta, como lo pretende hacer creer el partido Acción Nacional, que está buscando por todos los medios presionar para que se derogue la ley que en Ciudad de México permitirá las uniones entre homosexuales como matrimonio, con todos los derechos del caso.

Más información
Encuesta Matrimonio gay en México

Es cierto que la mayoría de los mexicanos no están de acuerdo con los matrimonios gay, pero resulta por demás temerario y mañoso que a partir de estas opiniones la Iglesia Católica y el PAN pretendan demandar que la Suprema Corte de Justicia de la Nación suspenda una ley, porque en ese caso habría que hacer algo también con la tan recurrente y tolerada infidelidad conyugal, ya que para el 71% de los mexicanos es un asunto que resulta inaceptable. ¿Qué, volvemos a matar a pedradas a los adúlteros como en los tiempos bíblicos?

Sin duda, la parte más polémica de la ley sobre matrimonios homosexuales aprobada en la capital mexicana en diciembre pasado, es que les confiere el derecho a adoptar tal y como lo tienen los matrimonios heterosexuales. Aunque apenas un 6% de los mexicanos conoce personalmente a alguna familia homoparental como lo reportamos en este espacio el lunes pasado, el 66% está convencido que los hijos de matrimonios homosexuales quedan afectados sicológicamente, pero también hay que decir que el 78% dice lo mismo de los hijos de matrimonios heterosexuales que se divorcian, y no por eso claman que se prohíba el divorcio ¿o sí?

"Los niños adoptados por parejas del mismo sexo van a crecer siendo excluidos por la sociedad", nos dijo el 54% de las personas que entrevistamos. Pero ojo, 51% reconoció también que siempre será mejor para un niño huérfano formar parte de una familia homoparental que vivir sin familia alguna.

Esta suposición de la mayoría de que los hijos de familias homoparentales tendrían problemas de aceptación entre la sociedad es una de las razones que Acción Nacional piensa exponer para pedir que se detenga la aplicación de la ley en el Distrito Federal, pero ¿no era ese también uno de los argumentos más recurrentes entre los que se oponían a establecer cuotas mínimas para alumnos de color en las universidades en los Estados Unidos de los años sesenta? ¿No se pensaba acaso en la sociedad del siglo XIX que las mujeres con educación universitaria estarían irremediablemente condenadas a ser unas solteronas solitarias?

Como siempre, las mayorías se oponen a cualquier cambio radical en el comportamiento social establecido. Supongo que lo mismo ocurrió cuando Fray Bartolomé de las Casas quiso convencer al México colonial de la condición humana de los indígenas americanos, o cuando las socias sufragistas luchaban porque se le reconociera el derecho a votar a las mujeres inglesas de principios del siglo XX. Me pregunto qué hubiera pasado si las autoridades de entonces hubieran cedido ante el desacuerdo general que estoy segura prevalecía en la mayoría de las personas que vivía en las sociedades de aquellos tiempos.

El hecho es que el debate desatado por la ley de matrimonios homosexuales en el Distrito Federal ha provocado un caudal de declaraciones de la jerarquía católica llamando desde los púlpitos a la desobediencia civil -a través de todos los medios legales, dicen- y eso para el 52% de los mexicanos es una clara violación al mandato constitucional de la no intervención de la Iglesia en cuestiones de Estado. Y si bien es cierto que la mayoría considera que no es motivo suficiente para que el gobierno los amoneste, también lo es que, como el grano de mostaza en la parábola bíblica, son muy pocos los llamados a la sublevación que están cayendo en tierra fértil.

Esperemos que con esta ley no ocurra como con la de la despenalización del aborto, cuya aprobación en la Ciudad de México provocó que en más de la mitad de las entidades federativas se modificaran las constituciones locales para poner candados que harán imposible cualquier intento, por mínimo que sea, por reconocer a la mujer su derecho a decidir. Digo yo que si en aquel caso los reaccionarios y sus aliados fueron capaces de estampar en los textos constitucionales, contraviniendo el más elemental criterio científico, que la vida comienza en el momento de la concepción, ahora serían capaces también de convertir en precepto constitucional la idea decimonónica de que el único objetivo de las relaciones sexuales es procrear, y en ese caso ¡sí que estaríamos fritos!.

NOTA METODOLÓGICA. Encuesta telefónica realizada el 9 de enero, considerando 500 entrevistas a personas mayores de 18 años seleccionadas mediante un muestreo aleatorio simple sobre el listado de teléfonos del país. Con el 95% de confianza, el error estadístico máximo que podría esperarse es del +/- 4.5

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_