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Anatomía de un cártel mexicano

Si el gobierno no termina de liquidar rápidamente al Cartel de los Beltrán Leyva, la banda renacerá con la misma fuerza

En el último mes, el gobierno mexicano empezó a cosechar los frutos de una larga investigación coordinada con Estados Unidos en contra del cártel de los hermanos Beltrán Leyva, una organización criminal tan sofisticada como sanguinaria, tan diversificada como tecnológicamente avanzada. En escasas tres semanas el jefe de esa banda, Arturo, el hermano mayor, cayó abatido en una operación de la Armada, y la semana pasada Carlos, el hermano menor, fue detenido. Otro más, Alfredo, se encuentra preso desde hace dos años, y el cuarto, Héctor, quien se supone asumió el mando, está prófugo.

Los golpes espectaculares contra los Beltrán Leyva han enfocado las miradas de la opinión pública a su capacidad de fuego. Después de todo, fueron ellos los primeros en reclutar kaibiles guatemaltecos como sicarios y compraron a los comandantes federales que en lugar de perseguirlos, como era su misión, los protegían. También fueron quienes crearon una fuerza irregular de alrededor de 300 hombres con armas tan poderosas que no existen en los arsenales de las Fuerzas Armadas mexicanas, y quienes desarrollaron un sistema de inteligencia que a la vez de permitirles vivir con relativa tranquilidad, les facilitaba la planeación para eliminar a sus enemigos.

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La fortaleza y agresividad del cártel de los Beltrán Leyva, oculta la compleja red que a lo largo de los años tejieron para construir un negocio ilegal con ramificaciones en 10 estados (provincias) de México, y servir de puente entre los narcotraficantes del Valle del Norte en Colombia, y los narcomenudistas en Estados Unidos, distribuyendo desde Chicago, en el corazón del Mid-West norteamericano, miles de kilogramos mensuales de cocaína y heroína, multiplicando su costo original en al menos 10 veces.

Los Beltrán Leyva comenzaron a figurar en 1997, cuando a la muerte del jefe del Cártel de Juárez, Amado Carrillo, el narcotraficante más importante de su época, empezó una guerra por el territorio en la frontera de Ciudad Juárez y El Paso, Texas, por donde cruza el 70% de la cocaína hacia Estados Unidos. Los Beltrán Leyva se aliaron con el hermano del líder fallecido, Vicente, en una relación que hasta ahora se mantiene inalterada. Cuando se creó en 2002 la llamada Federación, una organización paraguas de bandas criminales para enfrentar al Cártel del Golfo, Arturo Beltrán Leyva pasó a ser co-jefe de ese grupo, compartiendo el mando con Joaquín El Chapo Guzmán. Su hermano Alfredo fue puesto a cargo de la seguridad personal de todos los jefes de la Federación y su familia.

La Federación se quebró en enero de 2008 tras la detención de Alfredo Beltrán Leyva, y los hermanos se enfrentaron a su viejo aliado El Chapo Guzmán, a quien acusaron de haberlo delatado. Para cuando esa fractura se dio, los Beltrán Leyva ya habían creado un supracártel, donde Héctor, que gustaba vincularse en los medios político y artístico, era el responsable de las partes más finas del negocio, llevando a cabo las operaciones financieras y el lavado de dinero. No parece casual que en México se le conozca como El Ingeniero, y en Estados Unidos como El General.

Héctor Beltrán Leyva no figuraba en las listas de los más buscados hasta 2005, cuando con información proporcionada por la DEA que llevaba tiempo investigando a los hermanos, la policía federal allanó su residencia en uno de los subirbios más afluentes de la ciudad de México, donde encontraron documentación que los llevó directamente al responsable de giras del entonces presidente Vicente Fox. No se pudo actuar en su contra, porque en ese entonces las grabaciones telefónicas entre él Héctor Beltrán Leyva que presentaron las autoridades como pruebas, no eran consideradas legales.

Los Beltrán Leyva fueron creciendo a la vez de imitando los pasos de Amado Carrillo. Todos ellos nacidos en Sinaloa, un estado en la costa del Pacífico que es la cuna de todos los jefes importantes del narcotráfico en México, fueron primero a vivir a finales de los 90, como antes lo había hecho Carrillo, al estado de Querétaro, en el centro del país. Cuando la policía los empezó a buscar ahí, se mudaron a Morelos, como también hizo Carrillo, un estado contiguo a la capital federal, donde Arturo Beltrán Leyva vivió hasta su reciente muerte.

Amado Carrillo alcanzó fama mundial por tener una amplia flotilla de aviones en los que traficaba la droga, lo que le hizo ganar el mote de El Señor de los Cielos. Los Beltrán Leyva crearon una infraestructura más versátil, con transportes aéreos y terrestres, que incluyó la utilización de tractores cargados con droga enviados a Estados Unidos como equipo de exportación, negocios de exportación e importación de electrónicos y de productos para la salud, consultoría de negocios y servicios hospitalarios.

A través de ellos se enviaba droga o se lavaba el dinero, trabajo que recayó en Héctor Beltrán Leyva, quien desarrolló una especie de holding bajo el cual 22 personas vinculados a ellos fundaron 10 compañías localizadas en los estados de Baja California, Chihuahua y Sonora, en la frontera con Estados Unidos; el estado de México, Jalisco y el Distrito Federal, en el centro del país; y Chiapas, en la frontera con Guatemala, y su natal Sinaloa.

La investigación de la DEA, la agencia antinarcóticos de Estados Unidos puso énfasis sobre Héctor Beltrán Leyva, y ofreció hace casi un año una recompensa de dos millones de dólares por información que permitiera su arresto. De los hermanos, se le ve como el más inteligente, mientras que se consideraba a Arturo como el más audaz y violento. Ésta fue acusado el año pasado por un Gran Jurado de Chicago, junto con sus socios estadounidenses. Igualmente, junto con Héctor y sus ahora enemigos Guzmán y los otros jefes del Cártel de Sinaloa, Ignacio Coronel e Ismael y Jesús Zambada, fueron acusados en una corte de Nueva York.

A todos ellos los acusó un Gran Jurado de introducir a Estados Unidos por tierra, aire y mar -en submarinos o lanchas rápidas-, poco más de 254.000 kilogramos de cocaína sudamericana, a través de México y Centroamérica, y de haber empleado sicarios para llevar a cabo "cientos de actos de violencia, incluidos asesinatos, secuestros, torturas y cobro violento de deudas de drogas", entre 1990 y 2005. Héctor Beltrán Leyva tiene otra acusación similar desde 2004 en Washington, D.C.

En México, los Beltrán Leyva se lanzaron a una guerra múltiple desde 2008, contra sus ex socios del Cártel de Sinaloa y contra el gobierno federal. Tras el arresto de Alfredo, su hermano Arturo recuperó la relación de direcciones de los jefes de la Federación y de sus familiares, muchos de ellos que vivían en Sinaloa, creando durante la primavera de ese año una temporada de terror con matanzas colectivas.

En el desafío total, intentó asesinar al ex responsable para la lucha contra las drogas, José Luis Santiago Vasconcelos -que murió en un accidente aéreo en noviembre de 2008-, con una bazuka que de haberse disparado como estaba planeado, hubiera hecho volar algunas decenas de metros a su vehículo, que tenía un blindaje de nivel 5. Los Beltrán Leyva mataron a dos comandantes policiales que los investigaban, y ya no pudieron completar la ejecución de otros tres en su lista, además de tener previsto un ataque al secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna.

Hoy están desmembrados, pero no acabados. Son meses de investigación y de golpes continuos a sus estructuras operacionales, redes de distribución, mecanismos de financiamiento y sistemas de seguridad. Hace poco más de dos años, el gobierno mexicano golpeó de manera similar al Cártel del Golfo, cuyo brazo armado son Los Zetas, y prácticamente lo desarticuló. Nunca le pudo dar el tiro de gracia y esa banda criminal se reconstituyó y hoy está operando a gran capacidad. En la misma situación se encuentra el Cártel de los Beltrán Leyva, y en la misma tesitura está el gobierno mexicano. Si no lo termina de liquidar rápidamente, la banda renacerá con la misma fuerza, algo que ni el gobierno mexicano ni el estadounidense, quieren que suceda.

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