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Hora de todos

Una resolución aprobada en el Parlamento Europeo acerca de la situación de ruptura del orden constitucional en Nicaragua no contó con el respaldo de los diputados socialistas, que se abstuvieron bajo el alegato de que no era oportuno, y solamente fue votada por los grupos parlamentarios liberal y conservador. Es decir, se abstuvo la izquierda, y la condena a los perturbadores hechos de violencia contra la democracia que han venido ocurriendo en Nicaragua, sólo correspondió a la derecha.

Grave error de apreciación de los socialistas. La batalla a favor del restablecimiento de la democracia que se está librando en Nicaragua, no es un asunto de banderas partidarias dentro del país, ni debería serlo fuera de él. Se trata de si la democracia se salva o no se salva, y quedamos de nuevo, a lo mejor por décadas como en el pasado, en manos de un gobierno dictatorial, de rasgos familiares, bajo cuya égida la constitución y las leyes, y por tanto las instituciones, pierden importancia y pierden vigencia frente a una voluntad omnímoda.

La batalla a favor del restablecimiento de la democracia que se está librando en Nicaragua, no es un asunto de banderas partidarias dentro del país, ni debería serlo fuera de él

En noviembre del año pasado unas elecciones fraudulentas arrebataron a los legítimos ganadores decenas de gobiernos municipales. Este año, una reforma a la Constitución Política ejecutada por magistrados de la Corte Suprema fieles a Daniel Ortega, abrió a éste, de manera también fraudulenta, las puertas de una incesante reelección presidencial, mientras tanto todas las instituciones civiles del estado se encuentran avasalladas. Ortega trata de doblegar también la voluntad de los mandos de la Policía Nacional para que se alineen a su voluntad personal, y la fuerza pública se convierta en un instrumento de represión en contra de los ciudadanos que protestan.

Sólo la decisión popular hizo posible que la protesta se diera por fin en las calles hace pocas semanas en contra del fraude electoral de hace un año, en contra del fraude judicial de hace poco, cuando se declaró inconstitucional la Constitución, y en contra de la grave acumulación de poder y de riqueza en manos de la familia gobernante, rompiendo con el dictum del partido oficial de que "las calles son del pueblo", es decir, de los partidarios del gobierno, y rompiendo con el temor frente a las agresiones y amenazas de las turbas armadas de morteros caseros y de palos y tubos.

A las calles no salió la derecha, como los socialistas que se abstuvieron en el Parlamento Europeo parece que imaginan, sino una multitud de miles formada por gente de todas las clases sociales y de todos los colores políticos que solamente quieren la oportunidad de vivir en un país libre y en paz, sin amenazas de familia única en el poder ni partido único en el poder; la oportunidad de tener elecciones periódicas, con los sufragios libremente contados, como las que se celebran en Europa entre la izquierda y la derecha, sin que nadie tema que le van a robar el voto.

Sería un error trágico que los socialistas europeos vieran en Nicaragua una confrontación entre la izquierda en el poder y la derecha en las calles, bajo el supuesto de que la derecha rechaza las medidas de la izquierda a favor de los pobres, que en Nicaragua son la mayoría. No hay tal programa oficial en beneficio de los pobres, cuyo número sigue más bien creciendo, mientras los recursos del petróleo venezolano se pierden en vericuetos demagógicos y corruptos. En una reciente encuesta de opinión, el 60% de la gente afirma que el gobierno de Ortega no es un gobierno de los pobres, ni está haciendo nada por ellos. Y la antigua senadora socialista del PSOE, Elena Flores, con motivo de una reciente visita a Nicaragua, declaró que lejos de haber una revolución en el país, lo que hay es una contrarrevolución. Contra los pobres, y contra la democracia.

El proceso de participación necesario para devolver a Nicaragua al carril de la democracia tiene que ser común y nadie deberá ser excluido por ser de derecha o por ser de izquierda. Es lo que pasa siempre que se lleva adelante un verdadero proceso de transición.

En medio de las fragilidades y contradicciones que todo proceso de esta naturaleza tiene, el avance que se ha logrado es que todas las fuerzas democráticas se involucren, como se vio en la última demostración popular en las calles, cuando predominaron de manera abrumadora las banderas del país, y no las de los partidos políticos.

Los diputados socialistas europeos deberían venir a verlo, porque igual que se abstuvieron en la votación parlamentaria en Estrasburgo, también se han abstenido de presentarse en el terreno de los hechos para saber realmente lo que está ocurriendo en Nicaragua. Sería oportuno que lo hicieran.

Cambridge, diciembre 2009. www.sergioramirez.com

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