Un acuerdo en el Senado acerca la aprobación de la reforma sanitaria en EE UU
Obama anima a los congresistas a un último esfuerzo para sacar adelante un proyecto que puede cambiar profundamente a la sociedad norteamericana
La más transformadora y compleja iniciativa de Barack Obama, la reforma sanitaria, afronta su momento decisivo en el Congreso después de que varios senadores de la derecha y la izquierda del Partido Demócrata anunciaran un acuerdo que garantiza la protección para los 30 millones de norteamericanos sin seguro de salud pero limita el papel del Estado dentro del sistema.
El presidente norteamericano ha animado este miércoles a los congresistas a un último esfuerzo para sacar adelante un proyecto que puede cambiar profundamente esta sociedad. "La legislación que se discute", ha declarado, "incluye ideas demócratas y republicanas y es fruto de muchos compromisos que ayudarán a su aprobación y a la consecución de este objetivo histórico".
Puede ser ya sólo cuestión de días. Obama había exigido que la ley de la reforma sanitaria estuviera lista antes de fin año y, aunque todavía quedan obstáculos muy difíciles por salvar, ese plazo parece más viable tras el acuerdo anunciado en la noche del martes por el jefe de la mayoría demócrata en el Senado, Harry Reid.
El precio de ese acuerdo ha sido el de satisfacer la exigencia de los llamados moderados (el ala derecha del partido) de que la reforma no ponga en pie un plan público de salud. En su lugar, se extiende hasta los 55 años el seguro público para los pensionistas (Medicare), al que ahora sólo podían acogerse los mayores de 65 años, y se crea, como opción para el resto de la población, un nuevo seguro administrado por una agencia del Estado pero proporcionado por las aseguradoras privadas.
Este último modelo es el que actualmente utilizan los funcionarios y los empleados del Congreso. No es un sistema público en la forma que se entiende en los países europeos, pero se ejecuta sin ánimo de lucro y representa una cierta competencia para los seguros convencionales de las compañías privadas.
Como suele ocurrir ante una reforma de estas dimensiones, el acuerdo anunciado por Reid ha abierto el clásico debate sobre si lo mejor es enemigo de lo bueno. El grado de reforma que ese compromiso representa es suficiente para un buen número de senadores -"éste es un acuerdo de amplio espectro", dijo Reid-, pero no para todos.
"Yo no voy a apoyar propuestas que reemplazan en la ley la opción pública por una mera visión privada", ha manifestado el senador Russ Feingold, representante del ala izquierda demócrata. Nada que decir de los republicanos, que están desde el principio cerrados a cualquier posibilidad de diálogo.
Más negociaciones
Todavía quedan muchas conversaciones por mantener y muchos tiras y aflojas hasta que Reid pueda contar con los 60 votos que el reglamento del Congreso exige para poner fin a los debates y someter la ley a votación. 60 son exactamente los escaños con el que cuentan los demócratas en el Senado. Sólo dos republicanos, las dos senadoras de Maine, están considerando la posibilidad de respaldar la iniciativa. Por lo tanto, cualquier deserción en las filas demócratas puede resultar fatal para el futuro de esta legislación.
Una de las amenazas de deserciones está vinculada al debate sobre el aborto. Los demócratas moderados querían introducir en el proyecto medidas extraordinariamente restrictivas para el uso de fondos públicos en clínicas que practican abortos. Ese intento fue derrotado en una votación el pasado lunes, por lo que algunos senadores demócratas que la defendían expresan ahora dudas sobre su voto final.
Una vez que se aten todos estos cabos y la ley sea aprobada en el Senado, será necesaria conciliarla con la que salió el mes pasado de la Cámara de Representantes, que incluía tanto la opción del seguro público como las restricciones sobre el aborto.
Puede parecer toda una montaña legislativa por delante, y ciertamente lo es. Pero los obstáculos legislativos más grandes se desvanecen rápidamente con la voluntad política suficiente. En este caso, hay mucho políticamente en juego como para que esta operación fracase.
Nada puede descartarse aún, pero, si algunos demócratas pueden ver en peligro su reelección por apoyar esta reforma sanitaria, todo el Partido Demócrata, con el presidente Obama a la cabeza, puede caer en una seria crisis si esta reforma es derrotada en el Capitolio.
La reforma no es popular en algunos Estados conservadores donde la opinión pública está dominada por viejos prejuicios sobre la intervención del Estado. Los congresistas demócratas de esos Estados, por tanto, temen estar jugándose aquí su puesto. Pero otra gran parte del país, que todavía quiere el cambio de un sistema dominado por los abusos y las arbitrariedades de las compañías de seguros, difícilmente perdonaría el incumplimiento de una de las más recordadas promesas de Obama.
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