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Obama recuerda al Congreso la responsabilidad histórica de aprobar la reforma sanitaria

El presidente de Estados Unidos se ha reunido previamente con el grupo demócrata en la Cámara para llamar a todos a la unidad

Barack Obama ha acudido este sábado personalmente al Congreso, en un infrecuente y arriesgado movimiento político, para dar el último empujón a lo que puede ser la mayor obra de su presidencia: una reforma del sistema sanitario, pendiente del voto de la Cámara de Representantes, para dar cobertura a la práctica totalidad de los norteamericanos y quitar poder a las compañías aseguradoras, una ley que representa una verdadera revolución social en Estados Unidos.

"Esta reforma dará estabilidad y seguridad a las familias, ofrecerá atención sanitaria de calidad y en condiciones asequibles para los ciudadanos. Este es el cambio que el pueblo norteamericano necesita urgentemente", ha manifestado Obama durante una comparecencia especial en la Casa Blanca.

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El presidente se ha reunido previamente con el grupo demócrata en la Cámara para llamar a todos a la unidad en torno a esa legislación y conseguir los votos necesarios para pasar este trámite dentro de este histórico proceso legislativo.

"Vino aquí para decirnos: esto es lo que habíamos prometido en nuestra campaña. Ahora, hagámoslo", ha declarado el líder de la mayoría demócrata, Steny Hoyer. "Esta es la oportunidad de hacer lo que la población ha estado esperando durante décadas. Una oportunidad así para cambiar un país se les presenta a los políticos una vez en una generación", ha recordado Obama.

Tremenda responsabilidad sobre las torturadas conciencias de los representantes, acostumbrados a tener que lidiar entre múltiples intereses para salvar su cabeza en las urnas cada dos años. La presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, ha manifestado que estaba convencida de contar con los 218 votos suficientes para aprobar esta ley. Los demócratas ocupan 245 de los 435 escaños, pero al menos 40 de ellos no habían aclarado aún su intención de voto.

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Una votación favorable, que parece lo más probable, no sólo supone un paso monumental para homologar a este país con el resto de las democracias avanzadas -Estados Unidos es el único dentro de esa categoría que no cuenta con un sistema de salud de cobertura universal- sino una gran victoria política para Obama, sin duda las más destacable desde que llegó a la Casa Blanca.

Su aprobación en la Cámara no es la luz verde definitiva para la reforma, que tendrá aún que salvar el difícil obstáculo del Senado. Pero un éxito en este escenario significaría un impulso enorme, quizá decisivo, para que la reforma pudiera llegar al Despacho Oval en la fecha prometida por el presidente, antes de final de año.

La ley a votación en la Cámara es ligeramente diferente a la que, probablemente este mismo mes, saldrá a votación en el Senado. Eso obligará a un procedimiento de armonización entre las dos versiones, lo que, establecida la voluntad política de sacar adelante la reforma, no debería de suponer una dificultad mayor.

Según la respetada Oficina de Presupuestos del Congreso, la ley discutida en la Cámara extiende la cobertura sanitaria a 36 millones de norteamericanos que actualmente carecen de ella y reduce el déficit público en unos 100.000 millones de dólares en los próximos diez años.

Ambos extremos son de gran trascendencia. Por un lado, Estados Unidos se dota de un sistema que incluye una opción de seguro público para todos los norteamericanos y residentes extranjeros que no puedan pagar un seguro privado, con lo que únicamente quedan fuera los inmigrantes ilegales. Por otro, pese a que el coste de esta reforma se calcula en torno al billón de dólares, se eliminan derroches y se corrige, aunque sea levemente, la sangría económica que representa el sistema actual.

Hay que recordar que, pese a todas sus carencias, Estados Unidos gasta en sanidad cerca de 7.300 dólares por persona y año, lo que supone casi el doble que Francia, Alemania, Reino Unido y la mayoría de los países europeos.

El asunto del gasto, los impuestos necesarios para su financiación y la oportunidad de esta reforma en un momento en el que se trata de remontar la crisis económica ha sido hasta el final uno de los mayores problemas para la aprobación de esta ley. Esa ha sido la razón aducida por el Partido Republicano para votar en contra y ese ha sido también el argumento del grupo de demócratas centristas que mantuvieron hasta el final dudas sobre la conveniencia de esta legislación.

La reforma sanitaria ha estado sometida desde su primera discusión en el Capitolio a una presión descomunal, más de lo que nadie es capaz de recordar en Washington en muchos años. Todavía este viernes, la televisión ha emitido anuncios en los que diversas organizaciones conservadoras alertaban sobre el precipicio económico y moral al que esta ley conduce a la nación. "Pelosi está forzando a los congresistas a votar por algo que la nación claramente ha rechazado", ha opinado el líder de la oposición en la Cámara, John Boehner. "Nace una monstruosidad", ha advertido el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell.

Las encuestas han reflejado hasta ahora, sin embargo, un apoyo mayoritario hacia una ley que, entre otras cosas, impedirá que las aseguradoras públicas rechacen a clientes con antecedentes médicos o que los expulsen cuando hayan contraído una enfermedad grave.

Una mayoría apoya también el aspecto más controvertido de esta reforma, la inclusión de un seguro público que compite con las aseguradoras privadas, lo que los conservadores han interpretado como una intolerable intromisión del Gobierno en la actividad de los individuos. Hasta ahora, sólo los jubilados y las personas de muy bajos ingresos recibían atención sanitaria por parte del Estado.

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