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La libertad de expresión... del odio

Como que en Estados Unidos, más de uno está realmente enojado. La ficción se salió de las pantallas. El des-encontronazo parece fatal

Bate de béisbol a cuadro: hay que defenderse del enemigo. Juegos de palabras: ok, no debieron confundir inocentemente -es un decir- el nombre Obama con el de Osama. La esvástica desempolvada (tampoco es que haya estado guardada en el armario por tanto tiempo): que quede claro, el negro es un peligro para ti y tu familia. Ah, pero no es racista el argumento.

Unos dirán que la cadena de televisión Fox News se lo buscó. Las viñetas anteriores son sólo muestra de un discurso sostenido de confrontación con el presidente Obama. Otros invocarán la libertad de expresión para decir que es la Casa Blanca la que se ha excedido: vetar a un medio de comunicación, por muy opositor y ofensivo que sea, no habla de madurez democrática. Pero los dados están echados y el resultado incierto: la lucha de fuerzas podría llevar a un sano reequilibrio de poderes, o a una carnicería implacable.

Al declararle Obama "la guerra" a Fox News sólo se evidencia el grado de rispidez a que está llegando el debate público en Estados Unidos. Porque si bien es cierto que los comentaristas de esta cadena de televisión conservadora han sido particularmente ácidos y ofensivos en algunos de sus comentarios sobre el Presidente, su plan de reformas al sistema de salud, su "extranjería", etcétera, también lo es el hecho de que no son los únicos atrincherados en esa esquina del discurso público, y que una buena parte de los estadounidenses coincide con y está dispuesta a creer lo que en estos medios se dice. La pregunta de siempre: ¿son los medios de comunicación los culpables de incitar al odio o en realidad se hacen eco de las inquietudes sociales? Y la respuesta de siempre: ambos, porque es un ciclo que se retroalimenta.

La guerra sigue su curso. Fox News continúa con sus editorializaciones que no sólo se oponen a Obama, sino que lo ridiculizan y satanizan. El desafortunado chascarrillo de la comentarista Liz Trotta -que así lo calificó ella- al mezclar al aire las palabras Obama y Osama, es sólo ejemplo de este encono. Y la imagen de un Glenn Beck, conductor estrella de Fox News, con bate de béisbol en mano, mirada fija a la cámara, en actitud de cómico-agresiva defensa frente al enemigo Obama, alimenta el imaginario de quienes creen que desde la Casa Blanca se busca trastocar el estado de las cosas. El equipo de Obama, por su parte, ejerce una especie de veto: el Presidente no se presenta en los programas de Fox News, los periodistas de esa cadena no son invitados a reuniones de prensa. Anita Dunn, encargada de comunicación en la Casa Blanca, lo expresó así hace unos días: "Fox News es, para nosotros, más que un canal de noticias, un ala del Partido Republicano".

Compleja ecuación ésta de confrontarse con un medio de comunicación. Porque así como la "declaratoria de guerra" evidencia la rispidez del debate público, también exhibe el trabajo que nos está costando convivir con nuestros medios de comunicación. ¿Qué hacer ante la retórica incendiaria y de odio?

Hace años ya, cuando comenzaba a navegar por Internet, me encontré con una iniciativa, "Hate on the Net" (Odio en la Red), impulsada por el Centro Simon Wiesenthal, a través de la cual se registraban todos los sitios que incitaban a la violencia racial, étnica, de género, política, etc. La intención era castigarlos al exhibirlos, y hasta ahí. Algunos dirían, sin embargo, que exhibirlos no basta: hay que combatir el discurso de odio. Pero al combatirlo, ¿no lo estamos incendiando más? Y al no hacerlo, ¿no somos culpables por omisión?

Pocos días ha, un niño le preguntó a Obama: "¿por qué te odian tanto?" El video le ha dado la vuelta al mundo, y es uno de los más vistos en YouTube. ¿Por qué te odian tanto? Preocupa la palabra, y que comience a enquistarse, porque cuando alguien odia lo que yo amo, estoy dispuesto a todo para defenderlo; y cuando alguien odia lo que yo odio, estoy dispuesto a todo para aniquilarlo. Entonces comenzamos a hablar de guerra, de declaratorias de guerra, que es una metáfora que no reconoce matices: tiene que haber ganadores y perdedores, muertos en el camino. Los muertos pueden ser simbólicos, o no. Dependerá de qué tanto queremos estirar la metáfora.

En México, el presidente Calderón ha dicho en muchas ocasiones que los medios de comunicación no están contribuyendo a que el país camine mejor porque "no informan como debieran". En Venezuela, el presidente Chávez mantiene guerra abierta en contra de los medios que, en su oposición, "son un peligro para la estabilidad de la nación". En México, el Sindicato Mexicano de Electricistas denuncia el "cerco informativo" y lanza a sus seguidores al acoso en contra de los "comunicadores enemigos". En Honduras simplemente se desmantela a las estaciones de televisión y de radio opuestas al régimen de facto. Insisto, pareciera que nos está costando trabajo convivir con nuestros medios de comunicación.

Sostengo que desde quienes ejercen el poder no debe venir la andanada en contra de los medios de comunicación, porque siempre estará acompañada de un tufillo a censura. Pero sostengo también que los medios de comunicación requieren de contrapesos reales que los obliguen a estándares de calidad y les recuerden la responsabilidad que implica ser los definidores de opinión y los constructores de realidades. Argumentar, como hiciera hace unos días Michael Clemente, ejecutivo de Fox News, que la audiencia de la televisora es lo suficientemente inteligente para distinguir entre opinión e información, no basta.

Más de uno está muy enojado en Estados Unidos. Y el presidente Obama abrió un nuevo frente de batalla. Pero la metáfora bélica, llevada al extremo, puede reportar muertos en un camino que no sabremos desandar.

Gabriela Warkentin es directora del Departamento de Comunicación de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México; Defensora del Televidente de Canal 22; conductora de radio y TV; articulista.

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