Cuestión de velocidad y claridad
Cada uno a los suyo: la derecha a bajar impuestos y la izquierda a subirlos. Pero no hay plena unanimidad en cada uno de los campos. Las diferencias no son tan sólo de intensidad sino sobre todo de velocidad. Principalmente por parte de quienes tienen más posibilidades de aplicar su programa. Los más indisciplinados y dispuestos a demostrar las divergencias son los socialcristianos bávaros de la CSU, coaligados con sus hermanos del resto de Alemania de la CDU, pero atosigados por la lenta sangría que sufren entre los electores. El lunes presentaron en Munich su programa para los primeros cien días de Gobierno, se entiende que bajo la dirección de Angela Merkel, en el que incluyen el compromiso con un súbito recorte fiscal. La canciller ha excluido dar tal celeridad al recorte y no ha querido comprometerse en absoluto antes de las elecciones con estas medidas (no sabe tampoco quien será finalmente su socio y qué le pedirá), aunque en muchas ocasiones ha reconocido que habrá que bajar impuestos en algún momento, tan pronto como sea posible, pero no antes de 2011, para no perjudicar las finanzas públicas.
La propuesta fiscal, titulada “Programa de aplicación inmediata para el crecimiento y el empleo”, expresa la insatisfacción de la derecha bávara con el perfil moderado de Merkel, y especialmente su inquietud ante una eventual repetición de la Gran Coalición. Los dirigentes de la CSU están también preocupados por los últimos resultados electorales en los comicios regionales, hace un año, en los que perdieron 17 puntos y se quedaron sin la mayoría absoluta que venían manteniendo desde la fundación de las primeras elecciones del land federado. La propuesta, lanzada a una semana de las elecciones y en plenas fiestas de la cerveza, opta por radicalizar a los electores para movilizarlos en vez de la estrategia del aburrimiento adormecedor adoptada por Merkel. El periodista del Frankfurter Allgemeine Zeitung, Georg Paul Hefty, consiguió ayer una fórmula feliz para describir la posición política de la CSU bávara, “cristiana como la CDU, social como el SPD, liberal como el FDP y rencorosa como Lafontaine”.
El programa incluye, entre otras medidas, la disminución del impuesto sobre la renta en dos tramos en años sucesivos a partir de 2011, la reducción del IVA para restaurantes, hoteles y peluquerías y el recorte de los impuestos de sucesiones y sociedades. El candidato socialdemócrata, Frank-Walter Steinmeier, lo ha calificado de ‘regalo fiscal’, y ha asegurado que o no será financiable o tendrá consecuencias sociales graves. El SPD prevé también algunas reducciones fiscales, pero exclusivamente para las rentas más bajas, e incrementos para las más altas. Lo mismo plantean, en distinto grado de radicalidad, La Izquierda y los Verdes. El jefe de la débil socialdemocracia bávara, Florian Pronold, ha sido más plástico: “Puntualmente en la Oktoberfest se impone con el programa de los cien días la estrategia de cerveza gratis para todos”.
Aunque cada uno va a lo suyo. Subir unos y bajar otros, en el fondo también todos quieren repicar e ir a la procesión, los más conservadores prometiendo que no tocarán los beneficios sociales y los más partidarios de lo público prometiendo rebajas fiscales para los menos favorecidos. Pero todos lo dicen de forma suficientemente clara y comprensible, sin que el debate fiscal se convierta en un embrollo incomprensible como ha sucedido entre nosotros.
(Enlace con el artículo de Hefty)
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