Ahmadineyad jura como presidente de Irán entre protestas de la oposición
Cientos de seguidores de Musaví se concentran frente al Parlamento para manifestar su rechazo a la toma de posesión
La ausencia de destacados miembros del régimen, los escaños vacíos y, sobre todo, las protestas en la calle han marcado hoy la toma de posesión de Mahmud Ahmadineyad para un segundo mandato de cuatro años. Centenares de iraníes desafiaron el enorme despliegue policial y paramilitar que les esperaba junto al Parlamento, para protestar por el resultado de las elecciones del pasado 12 de junio. En claro contraste con esa realidad, Ahmadineyad volvió a utilizar la alta participación (el 85% del electorado) como argumento legitimador del sistema y de su reelección. Pero muchos iraníes votaron precisamente para frenarle y dos meses después aún mantienen que robó el triunfo a Mir-Hosein Musaví.
"Como presidente, juro ante el sagrado Corán, la nación iraní y Dios, que protegeré la religión oficial, la República Islámica y la Constitución", proclamó Ahmadineyad de acuerdo con la fórmula establecida en la Carta Magna. La solemnidad del acto y el llamamiento a la unidad que el reelegido presidente hizo en su discurso quedaron deslucidos por las ausencias. El propio presidente del Parlamento, Ali Lariyaní, tuvo que hacer un giro estilístico para sortearlas cuando en la apertura de la ceremonia agradeció la presencia de las diferentes autoridades, entre ellas, "miembros del Consejo de Discernimiento y de la Asamblea de Expertos".
Faltaba el presidente de ambas instituciones, el influyente y veterano político Ali Akbar Hashemí Rafsanyaní, que fuera jefe del Gobierno de 1989 a 1997, y antes presidiera el Parlamento, entro otros cargos. Rafsanyaní, que apoyó la campaña de Musaví entre bambalinas, mostró sus cartas cuando desoyó la llamada para cerrar filas en torno a Ahmadineyad de su viejo enemigo político y ahora líder supremo, el ayatolá Ali Jameneí. Esa toma de posición de uno de los prebostes del régimen constituye un soporte vital para el movimiento de contestación popular.
Tampoco estuvo presente el ex presidente Mohamed Jatamí, con mucho menos peso dentro del régimen, pero con una gran estatura moral en la calle. Y por supuesto faltaron, tal como habían anunciado, los candidatos derrotados, el moderado Musaví y el reformista Mehdi Karrubí. Más significativo aún, también lo hizo Mohsén Rezaí, antiguo jefe de los Pasdarán y la voz más crítica contra Ahmadineyad entre los conservadores. Rezaí ha pedido que se investiguen los abusos de las fuerzas de seguridad después de que el hijo de uno de sus colaboradores muriera cuando estaba detenido por haber participado en una protesta.
Lariyaní, que se cuenta entre los conservadores críticos con Ahmadineyad, dijo que 273 de los 290 diputados se hallaban presentes en la ceremonia de investidura. Sin embargo, según la web del grupo parlamentario reformista, sólo 13 de sus 70 miembros asistieron. Algunos de ellos se ausentaron justo en el momento en que el presidente empezó su discurso.
Con un tono que sonó menos belicoso de lo habitual en él, Ahmadineyad anunció "importantes cambios" y planes para mejorar la economía, e insistió en que Irán "debe tener un papel activo en la esfera internacional". Aún así, mantuvo su desafío a las potencias occidentales, a las que sigue responsabilizando de las protestas. Además, minimizó la importancia de que algunos mandatarios hayan decidido no felicitarle. "Nadie en Irán está buscando las felicitaciones de nadie", señaló con desdén. A pesar de que sus embajadores acudieron a la investidura, los jefes de Gobierno de Alemania, Francia, el Reino Unido e Italia, anunciaron que no enviarían la habitual carta de felicitación.
"Admitimos el hecho de que la persona investida hoy será considerado el presidente. Pero apreciamos y admiramos la continua resistencia y los esfuerzos de los reformistas para llevar a cabo los cambios que los iraníes merecen", declaró por su parte la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, en busca de un difícil equilibrio entre mostrar su desagrado con Ahmadineyad y mantener las puertas abiertas al diálogo. EE UU e Irán no tienen relaciones diplomáticas desde hace tres décadas.
Ahmadineyad también hizo un llamamiento a la unidad de todos los iraníes. Pero sus palabras sonaron huecas para los opositores. Musaví, que como Karrubí sigue reclamando que se repitan los comicios, declaró en su página web que las detenciones no van a frenar el movimiento de protesta al que atribuyó "un fuerte sentimiento nacional" y haber reunido "a diferentes sectores de la sociedad". Hoy se ha sabido que otros dos de sus colaboradores han sido puestos tras las rejas.
Lo mismo deben de pensar los iraníes que, a pesar de la represión, respondieron a los llamamientos para manifestarse junto al Parlamento. Los escasos corresponsales extranjeros acreditados en Irán tenemos prohibido cubrir las actividades de la oposición, pero los testimonios de quienes estuvieron allí permiten hacerse una idea del temor con que el régimen percibe sus actividades.
"Cuando llegamos sobre las nueve de la mañana había más policías que moléculas de aire y la mayor parte del tráfico en la plaza de Baherestán eran motos de milicianos basiyis", relató a este diario un diplomático occidental que asistió a la toma de posesión. A la salida, dos horas más tarde, el panorama era diferente. "Había mucha gente en las aceras, andando despacio, de forma que resultaba obvio que su presencia allí no era normal", declaró por su parte un embajador europeo. Otros testigos señalaron que los manifestantes, la mayoría jóvenes y mujeres, vestían camisetas negras en señal de luto o verdes, el color de los simpatizantes de Musaví, y coreaban "Muerte al dictador".
"Desde el autobús, no podíamos entender los eslóganes", coincidieron los dos diplomáticos, que viajaban en vehículos diferentes. El primero vio cómo detenían a "un hombre de unos cuarenta y tantos años, con barba". El segundo, un amago de carga policial. Ambos destacaron que la presencia policial se extendía por las calles Yumhuri-e Eslami y Ferdowsi, cerca de dos kilómetros, hasta la Embajada británica. La cadena de televisión estatal PressTV dijo que había 5.000 agentes desplegados. Al final de la mañana, la agencia Reuters se hacía eco de una decena de detenidos. Efe, por su parte elevaba esa cifra a "varias decenas". Por la tarde, el dispositivo antidisturbios se trasladó a varias plazas de la ciudad para prevenir nuevas manifestaciones.
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