Tres años de cautiverio de Gilad Shalit en Gaza
Hamás exige a cambio del cabo israelí la liberación de 450 presos palestinos, muchos de ellos han cumplido más de dos décadas en prisión
Tres años, 1.096 días de cautiverio de Gilad Shalit en Gaza, y sus padres y hermanos siguen clamando por su liberación como desde el 12 de julio de 2006. Aquel día, más de dos semanas después de la captura, se reunía por primera vez el ingeniero Noam, padre del cabo capturado por Hamás en una base militar cercana a la franja, con el entonces primer ministro, Ehud Olmert. Llegaban las primeras noticias de la caída en manos de Hezbolá de dos uniformados. Estalló la guerra de Líbano y Shalit pasó a segundo plano. Sólo momentáneamente. Apenas pasa un día sin que los familiares y allegados -organizados desde hoy en una asociación llamada Ejército de los amigos de Gilad Shalit- lleven a cabo actos de protesta o entrevistas en los medios. Y lamentan la actitud de sus gobernantes. "No tengo fe en el sistema ni en nada al margen de nuestras propias actividades", declaraba anteayer Noam.
Desde su vivienda, en Mitzpeh Hila, muy cerca de la frontera con Líbano, Noam ha volado cientos de miles de kilómetros. Ha visitado capitales europeas y Washington; se ha entrevistado con presidentes y primeros ministros; ha logrado remitir un par de cartas a su hijo -el presidente sirio, Bachar el Asad, ejerció también de mediador-; ha publicado escritos abiertas en periódicos israelíes y árabes; ha organizado exposiciones; una tienda de campaña se montó hace cuatro meses frente a la residencia oficial del primer ministro para recordar los días que Shalit lleva cautivo, y jóvenes de todo el mundo leen estos días un cuento escrito por el soldado cuando tenía 11 años... Mientras, las negociaciones se eternizan. Porque aunque los gobiernos israelíes aseguran siempre que no cederán al chantaje de los movimientos palestinos o de Hezbolá, finalmente se embarcan en un toma y daca que requiere de mediadores extranjeros.
Desde septiembre de 2006, Noam ha instado a Hamás y al Ejecutivo hebreo a negociar un canje de prisioneros palestinos por su hijo. Olmert rechazó acceder a las exigencias de Hamás, tan nítidas desde el primer día como difíciles de asumir. El movimiento islamista lo dejó claro, y a día de hoy se niega a rebajar el listón. La cuestión de los prisioneros -unos 11.000, cientos de ellos encarcelados sin juicio y que se presenten cargos en contra- es capital para los palestinos, entre otros motivos porque gran parte de los adultos de Cisjordania y Gaza han pisado las cárceles israelíes desde 1967. El escollo son 450 presos. Decenas de ellos han cumplido más de dos décadas en prisión, algunos 30 años. Pero el sapo que se resistió a tragar Olmert son una decena de miembros de Hamás que ordenaron ataques terroristas suicidas. Atentados sangrientos que quedaron grabados en la memoria de los israelíes.
El Ejército, no obstante, es partidario del intercambio. Rescatar a los soldados cautivos, incluso los cuerpos de sus combatientes, es poco menos que una misión sagrada. En un país en el que el servicio militar es obligatorio -tres años de duración para los hombre, dos para las mujeres-, los mandos tienen el deber de devolver a los hijos a sus familias es vital. "Mi primer ministro", ha declarado hoy, "le pido que salve a mi hijo... No espere hasta mañana. Salve a Gilad hoy. Es su responsabilidad y obligación traerle a casa", ha declarado hoy Noam Shalit. Son razones de cálculo político las que eternizan las negociaciones -también los cuerpos de seguridad y el Ejército se han enzarzado en agrias disputas sobre la gestión del caso Shalit-, pero también la oposición de las víctimas de los ataques suicidas, que rechazan la excarcelación de los cabecillas palestinos implicados en atentados terroristas en suelo israelí.
Benjamín Netanyahu, sucesor de Olmert, ha asegurado: "Asumo el retorno de Shalit como una responsabilidad personal". Y añadía el miércoles: "El mundo debe empezar a hablar de Gilad Shalit". Noam replicaba después: "Cuando las declaraciones se traduzcan en acciones, será posible creer en el sistema".
Mientras, El Cairo no se cansa de mediar. La situación de Gaza es explosiva y Egipto sabe que puede ser afectado. La liberación del cautivo es condición sine qua non para que se abran las fronteras del territorio palestino. Pero no será fácil arrancar concesiones de calado al grupo fundamentalista, porque desde aquel 25 de junio de 2006 más de 2.000 personas han muerto bajo el desmesurado fuego israelí, miles de casas y fábricas han sido derribadas, puentes y carreteras bombardeados. Hamás necesita aliviar el asfixiante asedio que padece un millón y medio de civiles, y con el que Noam Shalit está de acuerdo. Pero los negociadores egipcios advierten a Israel: "En lo que respecta a Hamás, os harán pagar el precio más alto, incluso si se necesitan tres años más
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