Irlanda rechaza las garantías de la UE para aprobar el Tratado de Lisboa
Aplazada la designación de Barroso para otro mandato al frente de la Comisión
El clima de caos volvió a apoderarse este jueves de la Unión Europea. El primer ministro irlandés, Brian Cowen, rechazó por insuficientes las garantías ofrecidas por los dirigentes europeos para que su Gobierno pudiera convocar de nuevo el referéndum que ratifique el Tratado de Lisboa, rechazado por los irlandeses hace un año. Los líderes europeos habían acordado una serie de concesiones (sobre derecho a la vida, neutralidad militar, derechos sociales y autonomía fiscal) que permitieran a Dublín salvar el escollo de la consulta popular.
Cowen no se opone a las garantías sino a la forma. Dublín exige que estén recogidas en un protocolo con el mismo valor jurídico que los tratados y no como un anexo, que sólo tiene valor político, como pretende el Consejo. La vía del protocolo es rechazada por muchos países por temor a que su ratificación en algunos Parlamentos vuelva a abrir la caja de Pandora de reivindicaciones pendientes. Ante la falta de acuerdo, la discusión quedó aplazada.
El Tratado de Lisboa fue la alternativa a la Constitución Europea tras ser rechazada ésta por Francia y Holanda en 2005. El tratado, que agiliza la toma de decisiones y refuerza las competencias de la Unión, tropezó de nuevo al ser rechazado por los irlandeses en junio de 2008, lo que bloqueó el proceso de renovación institucional de la UE. Ya ha sido ratificado por los otros 26 países, aunque no ha sido firmado por los presidentes de la República Checa y Polonia y está pendiente del dictamen del Tribunal Constitucional alemán, que se conocerá el próximo 30 de junio.
En una carta enviada por Crowen a los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete, el primer ministro irlandés señala: "Necesito volver de esta reunión y poder decir sin que me contradigan que las garantías legales obtenidas adquirirán a su debido tiempo estatuto pleno de tratado mediante un protocolo". Cowen, que se siente entre la espada y la pared, es categórico en su misiva: "Quiero subrayar sinceramente que esto (un protocolo) es imprescindible para poder convocar y ganar un nuevo referéndum".
Reino Unido, Holanda, Polonia y Eslovenia se resistían este jueves a esta salida, por considerar que obligaría a todos los Estados a una ratificación parlamentaria, con el grave riesgo de desatar una nueva oleada de reclamaciones. El primero en lanzarse con todo vigor a esta polémica ha sido el presidente checo, el euroescéptico Václav Klaus, quien ha hecho saber a su primer ministro que "si las garantías a Irlanda se establecen a través de un protocolo, constituirán un tratado internacional que exigiría la aprobación del Parlamento checo". "De no ser así", añadió, "entrará en contradicción con la Constitución y yo no lo permitiré".
El nombramiento, por parte de los líderes, de José Manuel Barroso para un segundo mandato al frente de la Comisión Europea estaba previsto para ser debatido en la cena. La idea dominante era que Barroso no iba a ser designado oficialmente en esta cumbre y que sólo recibiría un apoyo político, como ayer reiteró de nuevo la canciller alemana, Angela Merkel. Sólo si es designado oficialmente podrá ser votado por el Parlamento Europeo a mediados de julio. El voto de la Eurocámara es determinante. Ayer el presidente del Partido de los Socialistas Europeos, Poul Nyrup Rasmussen, y el líder de los Verdes, Daniel Cohn-Bendit, volvieron a rechazar el nombramiento del político portugués. Tras entrevistarse con el presidente francés, Cohn-Bendit aseguró que "está claro que Sarkozy no se va a matar por Barroso".
Por su parte, el ministro de Exteriores español, Miguel Ángel Moratinos, reiteró el apoyo de España al político portugués. "Nosotros, desde el primer momento, hemos dicho que Barroso es un buen candidato", señaló antes de pedir urgencia en la decisión: "Cuando hay casi unanimidad entre los países, por qué retrasarlo". Moratinos afirmó que "hay que respetar los mecanismos de elección del Parlamento Europeo". "Pero como Gobierno", añadió, "estamos a favor de que la Comisión se ponga a trabajar lo antes posible. Por la situación económica general y el interés nuestro por la presidencia española de la Unión Europea".
La tensión creada por la parálisis institucional impidió a los líderes abordar la crisis de Irán. El conflicto estaba previsto en la agenda de la reunión de los ministros de Exteriores, que se iba a abordar durante la cena.
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