Cuatro 'hiroshimas'
Little boy tenía una potencia de 15 kilotones y su explosión el 6 de agosto de 1945 terminó con la vida de 140.000 personas. Nunca una sola bomba había conseguido ni conseguiría nunca más hasta hoy unos efectos tan letales. Fat man, la que cayó tres días más tarde sobre Nagasaki, con una potencia de 21 kilotones, produjo la mitad de víctimas mortales. La explosión anunciada por las autoridades de Corea del Norte el 9 de octubre de 2006 no alcanzó ni siquiera un kilotón de potencia, a pesar de que se esperaba la detonación de una bomba nuclear de cuatro kilotones. Desde el primer momento se consideró que pudo ser una explosión fallida, o incluso un fraude destinado a blandir la amenaza nuclear sólo con la detonación de simples explosivos químicos. Del régimen cruel y grotesco del Querido Líder, Kim Jong-il, puede esperarse cualquier cosa.
En los tres años posteriores al 20 de marzo de 2003, día en el que las tropas americanas entraron en Irak, se produjeron alrededor de 600.000 muertes violentas o directamente relacionadas con la guerra en el país árabe, según una encuesta elaborada por un equipo de investigadores norteamericanos e iraquíes que publicó la revista médica británica The Lancet. El número de muertes puede ser todavía mayor, pues los márgenes de error del estudio abren una horquilla entre unos 400.000 y 900.000 muertos. La guerra de Irak se situó así, en sus primeros tres años, en las proporciones de víctimas mortales alcanzadas por los cinco años de guerra civil americana (1861-1865). Equivale también a cuatro veces el holocausto de Hiroshima.La encuesta de Lancet corrige y mejora los métodos de otra anterior, realizada a finales de 2004, en la que se evaluaban en unos 100.000 los civiles muertos en Irak, la mayor parte como resultado de los bombardeos americanos. La primera encuesta de la prestigiosa revista médica ya fue duramente criticada, pero sus autores aseguran que el método ahora utilizado se ajusta plenamente a lo usual en las catástrofes y hambrunas, lo cual no le ha ahorrado de nuevo las más acerbas críticas. Las cuentas ofrecidas por Estados Unidos hasta diciembre de 2005 eran de 30.000 civiles fallecidos, 20 veces menos que la cifra de Lancet. El portal de Internet iraqbodycount.org, que sólo recoge los datos de fallecidos por muerte violenta publicados por medios de comunicación, se hallaba ya entonces cerca de la cifra de 50.000, todavía muy lejos del balance ahora conocido, que está, en verano de 2008 al escribir estas líneas, entre 84 y 92.000 muertos civiles contabilizados.Las cifras escalofriantes de Hiroshima y Nagasaki cerraron la guerra mundial en el Pacífico. Se intentó justificar aquella matanza de civiles inocentes mediante los beneficios de la paz. El argumento no sirve todavía para la guerra de Irak, con esa hipótesis de cuatro hiroshimas, tan prematuramente contabilizadas, puesto que no ha terminado y sólo ahora, con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, empieza a tener visos de terminar. Los muertos civiles de esta guerra tienen su origen, en una primera y ya muy sangrienta etapa, en los bombardeos americanos; y luego en los atentados terroristas mediante coches bomba, y en los ataques y enfrentamientos sectarios, incluida la actividad de los escuadrones de la muerte formados por policías y militares de las comunidades enfrentadas. Los secuestros, las desapariciones y el funcionamiento de checas y cárceles privadas son el pan de cada día. Constantemente aparecen montones de cadáveres de personas asesinadas después de haber sido torturadas. Luego están los muertos por enfermedad o ausencia de cuidados médicos, propios también de las guerras, principalmente ancianos y enfermos que en condiciones normales sobrevivirían y que han sido también contabilizados por Lancet. En Irak no rige ley alguna ni nadie impone el orden, si no es en las áreas estrechamente vigiladas de las bases americanas y británicas y de las zonas gubernamentales. La guerra civil sigue cabalgando alegremente por todo el resto del territorio iraquí, por más que moleste esta expresión a la propaganda del Gobierno americano.Toda esta matanza interminable no ha servido para introducir la democracia en Irak y en la zona. Tampoco para cortocircuitar el terrorismo. Menos todavía para evitar la proliferación de las armas de destrucción masiva que Sadam Husein no tenía. Sus efectos han sido los contrarios: no hay democracia en la región y ya se ha visto qué queda de la que hay en Líbano y en Palestina. Irak es una enorme fábrica del terrorismo mundial. Y los Estados gamberros se proveen de armas de destrucción masiva para evitar que Bush haga con ellos lo que hizo con Sadam Husein. Toda Asia supo enseguida el peligro real que entrañaba la prueba nuclear de Pyongyang. Pero mientras arda Irak, amenazas como aquella bombita del Querido Líder son el dedo que mira el tonto cuando le señalan la luna.1.- Corea del Norte accedió en febrero de 2007 a renunciar a su programa nuclear, en el marco de las conversaciones a seis bandas, iniciadas en Pequín en 2003, con Estados Unidos, Rusia, Japón, Corea del Sur y China. La fragilidad del acuerdo quedó en evidencia cuando en abril de 2008 se tuvo conocimiento de la colaboración coreana con un programa secreto nuclear puesto en marcha por Siria.
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