El rock integra a Centroamérica
Un concierto de la banda británica Iron Maiden atrae a Costa Rica a miles de seguidores
Un histórico concierto de la banda de rock británica Iron Maiden logró el martes por unas horas lo que políticos integracionistas, agentes de aduanas o los afanes de la Unión Europea no han alcanzado en Centroamérica: una integración natural. La presentación de la mítica banda de heavy metal en la capital costarricense atrajo al menos a 5.000 seguidores de otros países del istmo, conscientes de que pasarán muchos años antes de que otro grupo de este nivel visite tierra centroamericana.
Decenas de autobuses de Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Panamá llegaron desde el fin de semana pasado al estadio Ricardo Saprissa de San José, donde se sumaron a unos 20.000 costarricenses que enloquecieron con los clásicos de Iron Maiden, pero también con la escenografía y detalles como el aterrizaje del avión privado de los músicos, el Ed Force One, pilotado por el propio vocalista, Bruce Dickinson.
Desde que el Boeing 747 adornado con diseños rockeros diabólicos aterrizó en el aeropuerto Juan Santamaría, cada paso de los integrantes del grupo ha causado euforia entre sus seguidores e interés entre el público, incluso entre quienes criticaron el concierto por considerarlo contrario a los valores cristianos que todavía priman en esta región de mayoría católica conservadora.
"Iron Maiden consiguió lo que no logró Francisco Morazán", dijo Alejandro Solís, un vendedor en autos en Tegucigalpa que, envuelto en la bandera hondureña, recordó al político que en el siglo XIX luchó por convertir los incipientes Estados centroamericanos en una federación. Un siglo y medio después, seis afamados y adinerados músicos británicos han llegado a demostrar que las seis banderas centroamericanas son compatibles con la camiseta negra y el look metalero, cuyo auge provocaron los promotores de la gira Somewhere back in time al atreverse a pasar por la subdesarrollada Centroamérica.
Pero los amantes del rock están dispuestos a sacrificarse más por escuchar a sus ídolos. Unos 1.000 dólares (660 euros) gastaron tres estudiantes salvadoreños para viajar, como otros 1.000 seguidores de su país, 23 horas en autobús y llegar apenas a tiempo para la cola, las cervezas y el concierto que jamás pensaron ver. "Para nosotros, éste no es un concierto en Costa Rica, sino en Centroamérica. Sentimos que vinieron a nuestra casa y no podemos desaprovecharlo", afirmó Alfonso Ayala, estudiante de psicología en San Salvador. "La esperanza es que esto sea el inicio de algo grande para unir a Centroamérica y nos tomen en cuenta", agregó el fanático.
El propio Dickinson, tras abrir el concierto con Aces high y Two minutes to midnight, alabó el sentimiento centroamericano que generó su visita a Costa Rica. Fue cuando todas las banderas se agitaron y avivaron más el ambiente en una noche soñada para quienes jamás creyeron factible ver caminando por un escenario costarricense a Eddie, la momia de cuatro metros que Iron Maiden tiene por mascota.
La mezcla de centroamericanos atraídos por Iron Maiden tiene sentido en una época en la cual el debate sobre la integración centroamericana crece por razones de seguridad, políticas y comerciales. Autoridades de cinco países están justo esta semana en Bruselas negociando condiciones para un acuerdo de asociación con la Unión Europea, que ha insistido en ver a Centroamérica como un bloque, y no como un collage de banderas, discursos e intereses disímiles y recelosos. Países como Costa Rica incluso exigen visado de ingreso a algunos de sus vecinos, para contener la presión migratoria activada por la pobreza en la mitad norte del istmo,
"Costa Rica es un punto de referencia del heavy metal, pero esto trasciende cualquier cosa que hayamos visto antes. Iron Maiden es un fenómeno que atrajo a gente a la que ni siquiera le gusta el rock", comentó Paul Vega, conductor de un programa radiofónico llamado Rock sin fronteras, que parece bautizado para la ocasión. A su alrededor, miles de fanáticos de entre 20 y 45 años soportaban con sus ropas oscuras y sus calurosas melenas el sol de la estación más cálida en Costa Rica, mientras decenas de ellos se paseaban entre la multitud envueltos en la bandera de su país, sin que nadie lo hubiera propuesto.
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