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Mueren dos siamesas seis días después de nacer en Guatemala

El hecho de que las hermanas compartiesen hígado, venas y arterias hizo imposible su supervivencia

Las siamesas María Esperanza y Brenda Esperanza Mosh, nacidas el jueves 24 de enero en el hospital Roosevelt, el hospital público más importante de Guatemala, murieron la madrugada de ayer, según confirmó el jefe de la Unidad de Cuidados Intensivos de pediatría del centro, Mario Herrera. Las niñas, que compartían el hígado y las venas y arterias de sus corazones —uno de ellos no llegó a desarrollarse plenamente—, sufrieron un empeoramiento en la tarde del lunes. "Su sistema cardiovascular y pulmones se están debilitando", anunciaba el parte médico. "Ambas se han debilitado mucho en las últimas horas y su estado es crítico", concluía.

La madre de las pequeñas, Josefina Mosh, de 24 años, que también es madre de otras tres niñas, de 8, 6 y 4 años, se recupera satisfactoriamente de la cesárea a la que fue sometida y, dada la condición de extrema pobreza en la que vive, ha solicitado ayuda para poder sepultar a sus bebés y sacar adelante a sus otras hijas.

Durante el fin de semana, el vicepresidente de Guatemala, Rafael Espada, un cardiólogo con una larga trayectoria profesional en Houston (Estados Unidos), visitó a las pequeñas y, tras examinarlas, confirmó el pronóstico inicial, que daba como imposible una cirugía para separarlas. "No existen posibilidades de separación", señaló Espada.

Éste es el tercer caso de siamesas registrado en Guatemala desde 2001, cuando nacieron unidas por la cabeza María Teresa y María de Jesús Quiej Álvarez. Fueron separadas el 6 de agosto de 2002 en el Hospital Mattel de la Universidad de California (Estados Unidos). Ambas viven en ese país, donde los especialistas encargados de su rehabilitación confían en que puedan llegar a tener una vida normal.

En agosto de 2006 nacieron en la capital guatemalteca, unidas por el tórax, Ángela Leticia y Ángela Corina Piló Xicay, quienes fueron sometidas a cirugía en el hospital Roosevelt. Los padres de las pequeñas tuvieron que afrontar el dilema de perder a una o esperar a que las dos murieran, ya que nacieron con un solo corazón. La que sobrevivió lleva una vida normal.

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