El obispo en huelga de hambre gana una primera batalla frente a Lula
El presidente de Brasil accede a paralizar provisionalmente el desvío de un río
El obispo brasileño Luiz Cappio, franciscano de 61 años, en huelga de hambre desde hace 21 días —ha perdido ya 10 kilos— para protestar contra el desvío de las aguas del río San Francisco ha ganado una primera batalla frente al presidente del país, Luiz Inácio Lula da Silva. El mandatario se había mantenido inamovible ante las reivindicaciones del prelado, incluso acudió al papa Benedicto XVI para que pidiera al obispo que suspendiera la huelga. Pero ahora, Lula, como un "un gesto de buena voluntad", ha aceptado detener las obras hasta el día 7 de enero, con el objeto de dar tiempo a estudiar las reivindicaciones del obispo y para que la jerarquía católica intervenga y consiga que Cappio ponga fin al ayuno.
En realidad, las obras están ya paradas desde hace 48 horas a causa de una sentencia del Tribunal Regional, contra la que el Gobierno confía en recurrir.
Todas las negociaciones han sido conducidas personalmente por el jefe de Gabinete de Lula, Gilberto Carvalho, ex seminarista, católico progresista y amigo personal del presidente. Fue él quien comunicó ayer a la cúpula de la Conferencia Episcopal brasileña la noticia de que Lula estaba dispuesto a parar las obras y quien habló personalmente con el obispo Cappio.
Ayer también estaba prevista una reunión de alto nivel en el Vaticano, solicitada por Lula, sobre el caso. No ha sido posible saber si el resultado de dicha reunión, no hecho público, ha llevado a Lula a aceptar dialogar con el obispo o si ha preferido dejar zanjada la cuestión antes de viajar ayer a Bolivia, especialmente después de que la Conferencia Episcopal pidiera ayuno y oraciones a los fieles católicos en apoyo a la causa de Cappio. Precisamente ayer, 40 personas hicieron ayuno en el centro de Río de Janeiro en solidaridad con el obispo, que ya ha emprendido el camino del mito: miles de simples fieles están llegando a considerarle un santo.
No fue posible saber ayer la reación del obispo Cappio ante la decisión de Lula. El problema es que, en 2005, después de que el mismo prelado se mantuviera 11 días en huelga de hambre, Lula también le prometió analizar mejor la cuestión de la desviación del río antes de comenzar las obras. El obispo le creyó y suspendió la huelga. Ahora, Lula ha retomado el proyecto y Cappio, su protesta, esta vez agravada porque el presidente "no ha cumplido su palabra".
Ahora, el Gobierno se declara dispuesto a atender una de las peticiones del obispo, experto en el problema del San Francisco, y le ha prometido construir un millón de cisternas de agua en el noreste seco y pobre.
¿Será esto suficiente para convencer a Cappio, que asegura que el desvío del río sólo servirá a las grandes empresas agrícolas en detrimento de los pobres? Si no es así, el problema se habrá cerrado en falso, porque, según varios asesores de Lula, el presidente jamás renunciará a continuar con las obras del San Francisco.
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