Noticia bomba
Los periodistas vivimos pensando en el scoop, la noticia bomba sobre la que ironizó con tanta gracia Evelyn Waugh. Sin scoops, sin exclusivas, sin ese trallazo en primera página que deja paralizados a todos los colegas del oficio e interesa a todo el público el periodismo sería otra cosa. Fútbol sin goles, negocios sin beneficios, o amor sin sexo. No tendría interés alguno y los que sentimos de verdad el oficio lo abandonaríamos sin dilación.
La exclusiva que publicó el miércoles mi periódico, firmada por Ernesto Ekaizer, es un acontecimiento de los que bastan para justificar este oficio. Digan lo que digan los envidiosos de siempre, lo único a lamentar es que no demos más. Y más como ésta. En primer lugar, porque hay novedades, noticias de verdad, no artificiosas fabulaciones o fabricaciones de los estados mayores políticos o mediáticos. Estamos ante un documento secreto, que se nos revela en su integridad, sobre un momento crucial en el lanzamiento de una guerra ilegal y basada en la construcción mentirosa del caso de las armas de destrucción masiva para justificarla. En dicho documento se transcribe la conversación entre Bush y Aznar, con participación de Condoleeza Rice y telefónicamente de Blair y Berlusconi, sobre una única cuestión: Bush ya ha decidido que atacará en quince días y quienes han declarado que le seguirían se disponen a organizar el último envite en Naciones Unidas. Confirma y documenta muchas cosas que ya sabíamos –como subrayan con despecho quienes quieren devaluarlo- pero también muchas más que sospechábamos, y al final está llena de pequeñas noticias y observaciones noticiosas. En segundo lugar, porque como documento escrito tiene valor histórico y deberá ser tenido en cuenta y estudiado e interpretado al detalle por los historiadores que investiguen sobre la decisión de desencadenar la guerra de Irak. No es una exclusiva que se consuma en un solo día, sino de las que dejan huella. En tercer lugar, porque tiene valor incluso dramático y literario como trascripción de un diálogo en el que los dos personajes se explican, argumentan y contra argumentan, de forma que parece que les estemos escuchando, que nos hayamos colado en una conversación de la que no debíamos ser testigos. De documentos así salen guiones cinematográficos y piezas teatrales.
¿Y cómo sale Aznar de este envite? Algunos lo comparan con los contactos fugaces entre Zapatero y Bush para ridiculizar al primero y situar un peldaño más arriba a este Aznar que es recibido en Crawford. Otros aseguran que Aznar no estuvo tan mal y ofrece la imagen de un presidente responsable que se resiste a Bush. Hay quien le ve casi pacifista. A mí me suena todo esto a menudencias y excusas de mal pagador: éste es un Aznar pequeño y ancilar, que quiere agradar y tiene una excelente disposición ante las órdenes e instrucciones que imparte este jefe autoritario, aunque amable y condescendiente. No hay discusión de igual a igual entre dos máximos responsables de dos países soberanos. Uno se muestra seguro, soberbio y despreciativo, decidido a atacar de una vez y a que no le vengan con remilgos, y el otro quiere combinar su entrega decidida al emperador con una minimización de los desgastes.
Cuando Aznar asegura que va a cambiar la política exterior española de los dos últimos siglos yo entiendo esta frase más como una expresión de vértigo que de autosatisfacción. Lo corrobora su lúcida prevención acerca del optimismo: “Lo único que me preocupa de ti es el optimismo”. Aznar quedó helado y alelado en el rancho, y así salió, hablando con entonación tejana. Mediante esta trascripción sabemos ahora que hay un Aznar peor que el de Crawford y es el de después de Crawford. Allí perdió sus pocas razones, que Bush no escuchó, pues se quedó sin la segunda resolución del Consejo de Seguridad que quería, y perdió la razón entera.
Gracias y enhorabuena Ernesto por la noticia.
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