Se van pero se quedan
No hay salida. La última receta de Bush, el ya famoso ‘surge’, que se ha venido traduciendo como oleada o refuerzo, tampoco ha funcionado y ya se ha visto que era un mero recurso para ganar tiempo e ir trampeando. Lo que se está haciendo ahora es más de lo mismo: recursos para comprar tiempo hasta las elecciones presidenciales e intentar compaginar los diversos intereses en juego. Bush se halla pillado en la trampa que él mismo ha construido y lo que desea fervientemente es que termine ya su mandato y la misma diabólica trampa sirva para martirizar a quien le suceda, sobre todo si es demócrata. Para ello ha preparado cuidadosamente esta semana de festejos (orientada a enderezar su imagen, ya que la guerra no tiene remedio), que empezó ayer con la comparecencia en el Congreso del máximo jefe militar en Irak, el general David Petraeus, y del embajador en Bagdad, Ryan Crocker, y terminará con un discurso presidencial sobre la marcha de la guerra. Todo, claro está, en los días de conmemoración de los atentados del 11-S , sobre cuya autoría todavía un 33 por ciento de los norteamericanos cree que fueron obra personal de Sadam Husein (40 por ciento entre los votantes republicanos y 27 por ciento entre los demócratas).
Estados Unidos no puede irse de Irak, porque el país arderá por los cuatro costados en pocos días y quedará dividido como mínimo en tres. Pero tampoco puede quedarse porque su presencia allí apenas sirve de amortiguador y tiene un coste creciente, sobre todo en el terreno militar, pero también en el político y electoral. El actual despliegue permanente de 160.000 profesionales es insoportable, hasta el punto de que las rotaciones serán cada vez más espaciadas y pronto no habrá recursos humanos suficientes. Los militares son los más encendidos partidarios de una retirada paulatina, como la que recomendaba el informe Baker-Hamilton, publicado el pasado diciembre después de la derrota republicana en las elecciones de mitad de mandato. Dicho informe contemplaba una desescalada que se estancara en la presencia el próximo año de entre 40 y 60.000 soldados, destinados sólo a la lucha contra Al Qaeda y a entrenar al ejército iraquí. La idea del ‘surge’ se planteó precisamente como respuesta al informe y a la ofensiva de los demócratas pidiendo plazos para la retirada. Si no queréis caldo, dos tazas, les dije Bush: a la larga puede que haya retirada, pero de momento vamos a incrementar las tropas.
El resultado a la vista está. Las mejoras que algunos quieren percibir se están revelando todas ellas falsas o relativas. En la región de Al Anbar, que Bush visitó la pasada semana, ya no hay guerra, claro que no: Petraeus ha pactado con los caudillos sunitas locales, fundamentalmente a cambio de dinero, en una zona donde no hay chiitas. En otras localidades ahora en relativa paz lo que se ha producido ha sido una limpieza étnica terrible: se ha llegado a la paz de los cementerios. No hay chiítas en las zonas sunitas ni sunitas en la chiítas. El Gobierno de Maliki, al que se le piden esfuerzos para reconciliar a las distintas comunidades, atiende a sus propios equilibrios, en los que contentar a su clientela es la primera necesidad. El ejército y la policía iraquíes están infiltrados por los grupos armados, y al parecer sin que nadie sepa poner remedio a ello. Tampoco ha funcionado una de las recomendaciones de Baker y Hamilton, adoptada por Condoleeza Rice, como era abrir conversaciones con Irán para intentar controlar la entrada de armas para los grupos chiítas. Irak se ha convertido en un país de donde huir: ya lo han hecho más de dos millones hacia el extranjero y otros dos millones en desplazamiento interno. Sólo el Kurdistán goza de una vida mínimamente decente, pero nadie lo exhibe como modelo porque es un argumento para la partición y el final de Irak como país que, por cierto, es lo que ya propugnan directamente ahora algunos de los más descarados neocons. Ya que no pudieron salvarlo prefieren tirarlo
Lo que estamos viendo estos días es una nueva y enorme manipulación política y mediática, destinada a hacernos creer a todos que Estados Unidos todavía puede ganar esta guerra y que tiene ahora un jefe militar como Petraeus, al que hay que dar la oportunidad de intentarlo. El general, naturalmente, quiere probar por si la jugada le sale y se convierte en el hombre del destino, aunque se halla muy aislado dentro del estamento militar, donde la mayor parte de los responsables de más alto nivel consideran que hay que empezar a disminuir la presencia de las tropas allí. De ahí la propuesta de retirar una brigada en diciembre (4.000 soldados) y programar el regreso a los 165.000 soldados anteriores al 'surge' para dentro de un año. El truco no puede ser más burdo: claro que ha funcionado el 'surge' o refuerzo. Primero incrementamos en 30.000 soldados en contingente en Irak y luego, cuando nos presionan para que nos retiremos, volvemos a retirarlos y nos quedamos donde estábamos al principio. En marzo próximo, por si acaso, habrá una nueva evaluación para ver si se puede mantener esta 'retirada' tan peculiar y programar otra disminución de tropas para los siguientes meses ya en plena campaña electoral.
Este es el problema inmediato, que enlaza con la campaña para las elecciones presidenciales, ya lanzada en el nivel de las primarias de los dos grandes partidos. Pero hay un problema de fondo, estratégico o de largo plazo, y es qué hacer en Irak y en la región, y ahí tiene interés la noticia publicada ayer por The Wall Street Journal, sobre la construcción de una base militar norteamericana justo en la frontera entre Irán e Irak. No parece haber dudas de que el nuevo presidente que se instale en 2009 en la Casa Blanca deberá plantearse terminar la actual ocupación si Bush no ha conseguido resistir a la creciente presión que le pide que la termine ya antes, pero en cualquier de los casos Estados Unidos está preparándose para un Irak en el que su presencia sea invisible, sin interferencias en el orden interno del país, pero con bases y controles que le permitan vigilar las fronteras y mantener el control estratégico de la región. Se irán, claro que sí, pero se quedarán.
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