_
_
_
_

Putin convierte la elección de Sochi como sede olímpica en motivo de orgullo nacional de Rusia

Moscú despliega una campaña publictaria sin precedentes que consigue aglutinar a todos los ciudadanos

Pilar Bonet

La elección de Sochi (en la costa del Mar Negro) como sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014 constituye un gran triunfo para Vladímir Putin, que ha sabido convertir el fallo del Comité Olímpico Internacional en una causa nacional y patriótica capaz de aglutinar a sus conciudadanos.

Así lo evidenciaban los saltos de júbilo de la multitud que, de madrugada, escuchaba el fallo del COI, trasmitido en directo por una pantalla gigante en la afortunada localidad de la costa rusa del mar Negro. Los saltos en la plaza de Sochi eran prácticamente los mismos que daban en Guatemala los miembros de la delegación gubernamental, incluido el siempre estirado ministro de Desarrollo Económico, German Gref, tras anunciarse la noticia. En ese momento, Putin volaba sobre el océano en el avión presidencial, tras haber defendido personalmente la candidatura de Sochi ante el COI, primero en inglés y después en francés, demostrando así su talento para las relaciones públicas, desarrollado durante su carrera anterior como espía.

Una campaña sin precedentes

Para conquistar la olimpiada, el Kremlin puso toda la carne en el asador, lanzó una campaña propagandística sin precedentes, movilizó a sus pesos pesados, y llevó a Guatemala ríos de vino y vodka, montañas de caviar y toneladas de hielo con los que construyó una pista de patinaje para que el mundo viera con qué derroche e intensidad pueden actuar los rusos cuando se lo proponen.

Las reacciones de júbilo son generalizadas e incluso el jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el patriarca Alejo II, ha dicho que la decisión del COI constituye "un poderoso impulso en el reconocimiento de la grandeza de nuestro país, el fortalecimiento del patriotismo y de la dignidad nacional". Sabiendo que tendrían que pronunciarse a primera hora de la mañana, muchos políticos habían preparado dos tipos de comentarios, uno por si el fallo del COI era favorable y otro, por si era negativo. En ambos casos hacían una referencia a Rusia como "gran potencia". En el primero, para afirmar que la "gran potencia" había sido reconocida. En el segundo, para lamentar que el mundo temiera su competencia.

Puestas así las cosas, la elección de Sochi tiene como mínimo un elemento positivo: que ahora los rusos lo tienen más difícil que antes para decir que existe una conjura internacional contra ellos y que esta conjura se hace extensiva al deporte. La decisión del COI, cualquiera que sean las razones por las que se ha tomado, puede contribuir a suavizar durante algún tiempo la retórica de fortaleza asediada que tan de moda está entre la clase política dirigente en Moscú.

Para Rusia, Sochi es algo así como Palma de Mallorca en España, es decir un lugar de vacaciones popular, que además, durante el verano, sustituye como capital política a la agobiante Moscú. Cada año, Putin se traslada a su residencia en aquella localidad y allí, bronceado y con aspecto saludable, recibe a los líderes extranjeros y despacha con los miembros del Gobierno, obligados a un continuo ir y venir.

A veces, Putin prolonga hasta bien entrado el otoño sus estancias en Sochi. Allí le sorprendió en 2000 la tragedia del hundimiento del submarino Kursk y en 2004, el secuestro de la escuela de Beslán, en Osetia del Norte. Pese a su popularidad, Sochi tiene múltiples problemas, comenzando por la existencia de una sola carretera que bordea la costa en la que se forman terribles atascos en época estival.

Sochi y sus inmediaciones tienen varios buenos hoteles y también las residencias donde en época soviética veraneaban los dignatarios comunistas, los miembros de los sindicatos y todos aquellos privilegiados que podían hacerse con una putiovka(una estancia organizada).

La elección de Sochi debería dar un impulso al desarrollo de la infraestructura turística del sur del país, y concretamente a la región de Krasnodarsk, en la que se encuentra Sochi. Las inversiones serán cuantiosas, aunque está por ver cómo se repartirá el dinero y con qué eficiencia y rigor se llevarán las cuentas. En Sochi y sus alrededores hace mucho tiempo que suben los precios de los terrenos y el júbilo de la elección y las expectativas de beneficio son más generalizadas que las quejas de los ecologistas que protestan por el posible impacto de las obras de la olimpiada sobre un parque natural y una reserva ornitológica.

EFE

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_