El Proyecto Mubarak
"Tenemos piso gracias a mi mujer", admite Ibrahim M., un productor de televisión a punto de mudarse a uno de los pisos para jóvenes del Proyecto Mubarak en el barrio de Rimaya. Después de tres años casados y con un bebé recién nacido, Ibrahim y Amani dudaban de que este momento llegara algún día, a pesar de que los dos trabajan. El Proyecto Mubarak se lanzó en 1995 para ayudar a los menores de 30 años a acceder a una vivienda a un precio razonable. La gravedad de la situación empezaba a plantear problemas sociales entre los jóvenes.
"Si preguntas a una chica si quiere casarse, te responde que si tienes piso", resume el urbanista Kamel Riad Morcos. A la carestía de los alquileres actuales, se suma la inestabilidad que generan tanto para escolarizar a los hijos como en caso de divorcio. De ahí ese afán comprador que la mayoría no puede abordar.
"Un piso decente en un buen barrio cuesta mucho, por lo menos 50.000 libras [7.150 euros], por unos 90 metros cuadrados", explica Ibrahim antes de precisar que en Egipto los apartamentos se entregan sin ventanas, ni tuberías o instalación eléctrica. "Hay que contar con otras 20.000-25.000 libras para dejarlo habitable". Y cuando Ibrahim se refiere a un "buen barrio" no se refiere a los céntricos Zamalek, Mohandisin o Garden City, si no que se conforma con un lugar que no esté a más de media hora de coche de su trabajo. "Así que la gente joven no puede ni soñar con ello", resume.
Los sueldos de jóvenes, y de no tan jóvenes, no están a la altura de los precios de mercado. Amani, que es maestra en un colegio público, gana 300 libras al mes. Ibrahim, más afortunado por trabajar para una compañía extranjera, 3.000. Pero alquilar también resulta complicado con el sistema egipcio. Los arrendatarios exigen un pago inicial de no menos de 10.000, del que mensualmente deducen la mitad de la renta acordada. En las zonas que les gustaban a Ibrahim y Amani, unas 600 libras al mes.
"El problema es contar con la cantidad inicial, a nosotros nos ayudó la familia, pero cuando nos metimos en el piso, tuvimos que irnos a vivir con mi madre porque no podíamos hacer frente a la renta y a los plazos de la casa nueva; ha sido muy difícil, sobre todo para mi mujer", reconoce Ibrahim.
Amani pagó un depósito inicial de 500 libras, estudiaron su caso (que no tuvieran otro piso, que tuvieran familia) y en el momento que les dieron el visto bueno, en enero de 2005, tuvieron que abonar otras 2.000 libras. Desde entonces han pagado, 350 libras mensuales hasta la entrega de las llaves y otras 2.400 más al elegir la planta baja (la más barata). En total, 15.000 libras y una hipoteca de 150 libras mensuales durante los próximos 15 años, otra novedad en un país en el que la inflación hacía imposible hasta ahora embarcarse en préstamos que rara vez bajaban del 20% de interés.
Pero lo mejor para Ibrahim es que su piso (unos 70 metros cuadrados con dos habitaciones, cocina, baño y salón-comedor) está a media hora de coche de su oficina. Un lujo en una ciudad colapsada a cualquier hora. "Todos queremos estar en el centro. Si solucionaran el problema del tráfico, no habría problema en vivir en las nuevas ciudades, pero algunas como Nuevo Cairo no tienen servicios ni están bien organizadas", se justifica.
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