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Reportaje:

Sombras sobre la mayor tragedia aérea de Brasil

El piloto del avión Legacy asegura que no vio al Boeing con el que chocó y en cuya caída murieron 155 personas

Joseph Lepore pilotaba el avión ejecutivo Legacy de la constructora brasileña Embraer que en la tarde del pasado jueves chocó, yendo de Manaos a Brasilia, contra un Boeing 737-800 de la compañía Gol. Los ocupantes del Boeing, 155 personas, perdieron la vida; el pequeño Legacy, un ala. Lepore asegura que no vio al aparato, que volaba en dirección contraria. "Vi sólo una sombra", dijo a la policía. Y las sombras, precisamente, continúan empañando la investigación judicial y policial sobre las causas de la tragedia.

En el accidente aéreo —el peor sufrido en Brasil—, los 149 pasajeros (entre ellos, una niña de 11 meses y cuatro de 12 años) y los seis tripulantes murieron al estrellarse el avión en la tupida selva amazónica que se encuentra entre los Estados de Pará y Mato Grosso, mientras que las siete personas que viajaban en el flamante Legacy —un aparato de 20 millones de dólares que hacía su primer vuelo— se salvaron tras un aterrizaje forzoso en una base aérea brasileña. "Yo sentí una terrible inestabilidad y escuché un disparo alto, seguido de un silencio sólo roto por el ruido de los motores", dijo el periodista de The New York Times Joe Sharkey, que viajaba en el avión ejecutivo y que ha contado los terribles momentos vividos antes del aterrozaje forzoso.

Según Sharkey, hay una frase que nunca va a olvidar en su vida: "Hemos sido alcanzados". Fue pronunciada por Henry Yadle, que estaba próximo a la cabina del avión. "¿Alcanzados? ¿Por quién?". El periodista explica que "el cielo estaba limpio y el sol, bajo en el cielo, y se veía toda la selva en el horizonte".

Según él, los otros pasajeros no se dieron cuenta de la gravedad de la situación; apenas escucharon un estruendo, pero no sucumbieron al pánico, y los pilotos comenzaron a estudiar los planos y a preparar los controles para localizar el aeropuerto más próximo donde efectuar un aterrizaje de emergencia.

El periodista cuenta que, durante la búsqueda de un lugar para aterrizar, los pasajeros del avión escribían cartas a sus familiares.

"Comenzaron entonces los 30 minutos en los que pasé más miedo en toda mi vida", dijo Sharkey en un texto divulgado por su diario. "Tengo la suerte de estar vivo. Sólo después supe que los 155 pasajeros del Boeing con el que habíamos chocado estaban muertos".

Los supervivientes del Legacy conocieron la noticia de la tragedia, según el periodista estadounidense, a las 7.30 de la tarde, hora local, cuando estaban festejando la suerte de estar vivos bebiendo cerveza y contando chistes.

Según explicaron ayer los trabajadores de una finca cercana al lugar de la tragedia, el Boeing cayó en espiral y no en picado, como se había supuesto anteriormente. Contaron que se movía como los aviones de papel que hacen volar los niños.

El hecho de haber hallado restos de las víctimas y del avión esparcidos en un radio de 20 kilómetros cuadrados hace pensar a los peritos de aviación que el Boeing pudo haber estallado en pedazos en el aire.

Sin embargo, después de que el piloto del avión ejecutivo dijera haber visto una sombra, ahora recaen sobre él las sospechas de la causa del desastre, aunque la FAB (Fuerza Aérea de Brasil) y la Agencia Nacional de Aviación Civil (ANAC) precisaron ayer que "aún no es posible apuntar responsabilidades sobre la caída del Boeing". Será necesario estudiar las cajas negras de ambos aviones, ya en manos de la policía.

Con todo, el diario O Estado de São Paulo apuntaba ayer que los pilotos del avión ejecutivo podían haber desobedecido el plan de vuelo determinado anteriormente.

Según dichas informaciones, el piloto Lepore no habría atendido a las llamadas de los controladores de vuelo de la torre Cindacta 1, en Brasilia. Sólo después del accidente, el piloto se puso en contacto con la torre de control.

Existe la sospecha de que el avión alcanzara sin avisar más altura de la prevista y que el radar que detecta la aproximación de un objeto estuviera apagado en el momento del choque de los aviones, aunque estaba conectado a la hora de emprender el vuelo.

Por ello, las autoridades brasileñas han retenido los pasaportes de los dos pilotos para que no puedan salir del país antes de que concluyan todas las investigaciones en curso y se disipen las sombras sobre las posibles responsabilidades de los mismos, si es que las hubo.

A las familias de las 155 víctimas del Boeing no les ha gustado la narración de Sharkey, en la que el periodista presenta a los pilotos como héroes.

El reportero de The New York Times viajaba en el Legacy invitado por los ejecutivos de la compañía Excel Aire, que acababa de comprar el Legacy 600.

Sharkey estaba en Brasil para escribir un reportaje sobre los aviones ejecutivos y, según él mismo afirmó, David Rimmer, vicepresidente de la empresa, le invitó a volver a casa en su nuevo avión.

Sharkey ha suscitado, además, una polémica con las autoridades de Aeronáutica de Brasil, tras afirmar que "el control aéreo en el país es malísimo", algo que las instancias oficiales desmienten categóricamente.

Expertos del ejército brasileño revisan la caja negra del Boing 737 estrellado
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