El presidente del Parlamento de Brasil dimite tras ser acusado formalmente de corrupción
Cavalcanti, aliado de Lula, presuntamente extorsionó al dueño del restaurante de la Cámara
El presidente del Parlamento brasileño, Severino Cavalcanti, de 74 años, del conservador Partido Progresista (PP), aliado del Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, renunció ayer a su cargo y a su escaño de diputado tras haber sido acusado por el propietario del restaurante de la Cámara de haberle exigido 40.000 reales (unos 15.000 euros) y una contribución mensual para prorrogarle ilegalmente la concesión. Cavalcanti es la última víctima del huracán de escándalos de corrupción que azota a la clase política de este país.
Ayer mismo, el Procurador General de la República envió una acusación formal contra Cavalcanti al Tribunal Supremo Federal, por lo que su permanencia en la presidencia del Parlamento se hizo insostenible. Antes de anunciar formalmente su renuncia, Cavalcanti tuvo un encuentro con el Presidente de la República, Lula da Silva, al ser la tercera autoridad del Estado después del presidente y del vicepresidente.
El político dimisionario había sido elegido con 300 votos hace siete meses por sorpresa, tras una disputa interna en el seno del Partido de los Trabajadores (PT), al que, como formación mayoritaria, le hubiese pertenecido la presidencia de la Cámara.
Al presentarse dos candidatos del PT enfrentados entre sí, la oposición optó por el nombramiento de Cavalcanti, un personaje polémico que lleva 43 años en la vida pública y es oriundo, como Lula, de Pernambuco, uno de los lugares más pobres del noroeste del país. Como Lula, también Cavalcanti es un autodidacta que estudió sólo primaria.
Ayer, en su discurso de despedida en la Cámara, Cavalcanti se agarró a su pasado pobre para defender su inocencia, achacando las acusaciones contra él al hecho de que las élites del Parlamento no habían soportado que un diputado que no había podido estudiar, porque era de origen humilde y tuvo que trabajar de niño para ayudar a su familia, hubiese llegado adonde llegó.
Recordando que "sale de la vida política más pobre de lo que entró", subrayó polémicamente que no había sido elegido por el Gobierno sino por los 300 diputados llamados del "bajo clero", es decir por la masa de diputados que no suelen aparecer en los periódicos ni tener cargos en las comisiones parlamentarias. Y reivindicó que "por primera vez en la historia del Parlamento", los diputados habían podido "recuperar su dignidad", pudiendo imponerse a los dictados del Gobierno, "que siempre había dominado el Parlamento".
"Volveré para demostrar mi inocencia", dijo casi a gritos. En efecto, Cavalcanti ha renunciado voluntariamente a su mandato de diputado, lo que le permite, según una ley muy discutida del reglamento del Parlamento, poder volver a presentarse a las elecciones del año que viene. Recordando su condición de creyente practicante y conservador, Cavalcanti se despidió diciendo: "Me encomiendo en Dios, en quien nunca dejé de confiar mi destino, y espero sólo en la justicia de los hombres".
Ahora, el problema político será la sustitución de Cavalcanti en la presidencia de la Cámara, en un momento en el que el Parlamento vive uno de sus momentos más bajos de credibilidad popular debido a las acusaciones contra una serie de diputados que se habrían dejado sobornar para votar a favor del Gobierno.
Casi a un año de las elecciones presidenciales y cuando la popularidad de Lula está en el momento más bajo desde su victoria, la oposición va a luchar para que el Parlamento no sea presidido por nadie del agrado del Gobierno ya que, en caso de que se debiera presentar una solicitud de renuncia del jefe del Estado, corresponde al presidente de la Cámara aceptar o no dicha petición.
Según nuevos sondeos nacionales hechos públicos ayer, Lula ha vuelto a perder en los últimos tres meses otros diez puntos de aceptación popular y, por primera vez, la mayoría se declara en contra de su Gobierno y de su reelección.
Y por primera vez su índice de rechazo aparece no sólo entre la clase media y en los Estados más desarrollados sino también en los Estados más pobres del Norte del país, así como entre las clases más desfavorecidas.
Mientras tanto, ayer mismo, y citando a Einstein, Lula recordó que nadie le hará perder el optimismo y apeló a las conquistas que, sobre todo en la macroeconomía, ha logrado su Gobierno, algo que es indiscutible.
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