Un chaleco salvavidas de papel
Miles de argentinos soportan largas colas en los consulados europeos para lograr un pasaporte que les ayude a sortear la crisis
Adriana Ferrari, una joven abogada vecina de Buenos Aires, es italiana como el resto de su familia, pero nunca ha viajado a Italia ni tiene planes de abandonar Argentina, el país en el que nació y ha vivido siempre. Ferrari es un ejemplo del más de un millón de argentinos que guardan en el cajón otro pasaporte. Un documento que tal vez no utilicen nunca, si acaso en vacaciones, pero que en los momentos más duros se convierte en una especie de chaleco salvavidas.
"Yo tramité el pasaporte por cuestiones familiares y porque me habilita para entrar en Europa sin problemas", reconoce Ferrari quien cree que en el viejo continente "existe discriminación contra los argentinos". Y es que las fronteras de la Unión Europea se convierten a veces en una pesadilla para los viajeros argentinos: a principios de mayo, cinco turistas argentinos fueron expulsados de España desde Barcelona ante la sospecha de que eran inmigrantes ilegales. El caso tuvo amplia repercusión en Argentina —los viajeros fueron retenidos tres días y se quejaron de malos tratos—; sin embargo, a la pregunta de si pensaban volver, una de las expulsadas contestó: "Sí, pero con la ciudadanía".
Y "la ciudadanía" se convierte para muchos argentinos en una prioridad. Abundan los negocios que prometen facilitar los complicados trámites y las interminables colas. Sólo en la capital federal y en la provincia de Buenos Aires viven 600.000 personas con ciudadanía italiana y 300.000 con la española. Ante el consulado español en la capital se ven a diario largas filas de personas que acuden a tramitar su pasaporte o a presentar la documentación necesaria —conseguida en ocasiones tras meses de gestiones— para ser reconocidos como españoles. En el consulado de Italia las colas ya no están, pero es porque se ha dado turno para la tramitación de 400.000 ciudadanías más. Un trabajo que, según advierten los mismos italianos, puede llevar 10 años.
"Uno quiere volver a sus raíces y en el fondo se trata de ejercitar un derecho", explica Roberto Solari, funcionario de Economía, quien accedió a la ciudadanía italiana en 1980. Solari vive en Argentina y considera que el hecho de ser titular de otra ciudadanía no tiene que ver necesariamente con el deseo de emigrar. "La supervivencia es la base de las migraciones", destaca. Las cifras señalan que el éxodo sigue. Según la Dirección Nacional de Migraciones, en 2004 se fueron 29.821 argentinos. Los principales destinos son EE UU y España, donde destacan Madrid, Barcelona y Vigo. Argentina ha ampliado sus servicios en España: ha abierto consulados en Cádiz y Canarias y ha trasladado a una nueva sede, más grande, el consulado en Madrid.
Aunque las cifras no se aproximan al récord de casi 90.000 emigrantes en 2002, lo cierto es que los argentinos siguen dejando el país. Un problema añadido es que un sector importante de estos emigrantes son personas de alta cualificación profesional, que aunque en un principio se vean obligados a realizar trabajos muy por debajo de su capacitación, tienen muchas posibilidades de establecerse en el país de acogida en sectores para los que se han preparado, recibiendo sueldos muy superiores a los que ganarían en Argentina y descapitalizando así el mercado laboral de su país. Según el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía, unos 7.000 científicos argentinos trabajan en el extranjero.
Para evitar la fuga de cerebros desde hace tres años existe un programa de ayudas que anima a los científicos argentinos emigrados a que vuelvan. Casi 200 científicos se han acogido al plan y han regresado. "Marcharse tiene que ver con la economía. Aquí cada 10 años te dan una sorpresa: se quedan con tus ahorros o te hacen otra cosa", apunta Adriana Ferrari, quien reconoce que tiene el pasaporte en el cajón "por si el día de mañana esto se pone muy feo".
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