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Reportaje:

Un asesino en serie traicionado por su orgullo

La policía estadounidense detiene a un criminal que reapareció tras 30 años sin rastro de él para reclamar la autoría de un asesinato

"BTK ha sido arrestado". Los aplausos de docenas de personas reunidas en el Ayuntamiento de Wichita han saludado el anuncio del jefe de la policía, Norman Williams, que cree tener entre rejas al autor de ocho crímenes, un asesino en serie que aterrorizó el por lo demás tranquilo Estado de Kansas (Estados Unidos) hace 30 años. El supuesto criminal reapareció hace unos meses para reclamar mediante un anuncio en prensa la autoría de un asesinato cometido en los años 80.

Bind, Torture and Kill, es decir, Atar, Torturar y Matar, ésas son las palabras que se esconden tras las siglas que identifican al autor de esos ocho asesinatos, y las que marcan al ahora detenido, cuya identidad se desconoce. De ser una misma persona, habrá acabado un misterio que lleva más de tres décadas aturdiendo a la policía norteamericana —que ha gastado millones de dólares en la investigación e incluso ha realizado pruebas de ADN a miles de personas—. Hasta ahora no pesa sobre el arrestado ningún cargo, según ha informado el diario estadounidense The New York Times.

Entre 1974 y 1986, BTK acabó supuestamente con la vida de ocho personas elegidas al azar en esa ciudad de Kansas, que ahora tiene cerca de 350.000 habitantes. Entre sus víctimas se cuenta un mecánico retirado de las Fuerzas Aéreas de 38 años, su mujer y sus dos hijos, que fueron estrangulados en su casa con el cordón de una persiana veneciana.

El criminal incluso se permitió el lujo de enviar a la policía y a los medios de comunicación de la ciudad cartas en las que ofrecía detalles escabrosos sobre los asesinatos. Audaz a la par que minucioso, se colaba en la casa subrepticiamente, cortaba los cables del teléfono, ataba a sus víctimas y luego las mataba lentamente, regodeándose en su crimen. En 1978 escribió: "¿A cuánta gente tengo que matar para conseguir que mi nombre aparezca en el periódico o se entere todo el país?". En otra ocasión, envió una poesía a una mujer, en cuya casa se coló y a la que estuvo esperando para matarla, lamentándose porque hubiera tardado tanto en regresar a casa.

Y entonces, de repente, simplemente desapareció. Se esfumó, y nada pudo hacer la policía por encontrarle. Hasta el año pasado, casi dos décadas después, cuando escribió una carta a un periódico local para reivindicar la autoría de la octava muerte, el asesinato de Vicki Wegerle, un ama de casa de 28 años madre de dos niños, que fue encontrada estrangulada en su casa el 16 de septiembre de 1986. Su hijo de dos años, que se encontraba con ella, no fue agredido.

Ayer viernes, un equipo de fuerzas especiales (los geos estadounidenses, denominados SWAT) y especialistas en explosivos tomaron al asalto una barriada de clase media-baja a diez kilómetros del centro de la ciudad. Acababa así al parecer una búsqueda de 31 años.

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Amor por la fotografía y las vías de tren

De las cartas escritas por el presunto asesino los investigadores obtuvieron un perfil que hicieron público para tratar de identificarle. Nacido en 1939, según decía, su padre murió en la Segunda Guerra Mundial; su madre le había criado con ayuda de sus abuelos. Su familia había cambiado varias veces de casa, pero siempre habían vivido cerca de las vías del tren, que le fascinaban.

Sirvió al parecer en el Ejército, y se licenció en 1966. Le gustaban las actividades de campo —caza, excursiones, pesca—, y era un fotógrafo aficionado. Respecto a su trabajo, fue reparador de fotocopiadoras y material de oficinas, una ocupación que le obligaba a constantes desplazamientos y a pasar mucho tiempo fuera de su ciudad.

¿Por qué dejó de matar en 1986? Quizá se arrepintió de sus crímenes, o fue atrapado y encarcelado por otras felonías, o se mudó a otro lugar. El caso es que pasaron los años y en el siglo XXI ya sólo los más viejos del lugar recordaban su historia. Hasta el pasado mes de marzo, cuando un diario local publicó un especial por el 30º aniversario de los crímenes, y el presunto asesinó se decidió a escribir para atribuirse una muerte. Envió en la carta el permiso de conducir de su víctima, y con ella multitud de pistas que al parecer le han traicionado.

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