La destrucción del centro político
La desaparición del centro ha dañado al PP, pero tampoco existe en el PSOE ninguna corriente que convenza al presidente del peligro de la polarización


Los grandes estrategas políticos de la extrema derecha iniciaron su trabajo sobre una idea fundamental: no existe el centro. Solo existe la extrema derecha y la extrema izquierda o sus tontos acompañantes. Es decir, la escena política no se puede diferenciar en tres planos (derecha, izquierda, centro) sino en dos. Lanzaron así una potentísima campaña para instalar la polarización en sociedades de todo el mundo, sociedades que pasaron quizás de estar crispadas, es decir, de estar irritadas o exasperadas por alguien o algo a estar divididas en dos direcciones contrapuestas.
El gran éxito de estos estrategas (que manejan extraordinarias cantidades de dinero, facilitado por magnates fuertemente ideologizados que quieren hundir de una vez las sociedades liberales, y que ansían intervenir en el mundo de la cultura) ha sido instalar en las derechas clásicas, democristianos o liberales, la idea de que nunca alcanzarán el poder con campañas centristas, sino que su única posibilidad es sumarse a la polarización y negar la existencia del centro. Así han logrado acabar casi con los partidos liberales de todo el mundo, incluido el histórico partido liberal británico, cuyo último líder con responsabilidades gubernamentales, Nick Clegg, pasó de 54 a 8 diputados y dimitió para trabajar en Facebook. Los liberales del histórico Gladstone han quedado arrasados por un extremista de derecha y aspecto de payaso que se llama Nigel Farage. (Curiosamente es ahora la esposa de Clegg, la abogada española Miriam González Durántez, quien dirige una asociación que quiere revitalizar la sociedad civil y quizás liberal en Europa).
La campaña a favor de la polarización, desarrollada en medio mundo occidental, tardó en hacer efecto en el Partido Popular español, que quiso presentarse inicialmente como heredero de Adolfo Suárez y de la idea de centro (UCD significa Unión de Centro Democrático). Poco a poco empezaron a surgir voces en el PP que negaban la existencia del centro político y exigían que el partido entrara de lleno en las campañas de polarización. Intentar ganar las elecciones con mensajes centristas llevaría a un continuo fracaso. Esa renuncia a movilizar el centro abrió el camino a Vox, que aprovechó mejor que nadie ese giro: si solo existen dos polos y la izquierda es siempre extrema, en la derecha no caben dos partidos, sino únicamente el que mejor pueda representar y beneficiarse de una sociedad polarizada.
La desaparición del centro, defendida aún hoy por numerosos líderes del Partido Popular, ha causado daño al PP. Cuando se busca y se apoya al centro, está la posibilidad de que se movilice, es decir de que exista. Al renunciar a intentar esa movilización y limitarse a apoyar la polarización, el PP ha dejado abierta una gran vía a Vox, especialista en esa idea de dos sociedades confrontadas lo más brutal y claramente posible. Probablemente Alberto Núñez Feijóo es consciente de ese peligro y, a veces, parece querer recuperar el mensaje más clásico del Partido Popular, pero en la mayoría de los casos parece haber sucumbido a quienes insisten, con Isabel Díaz Ayuso a la cabeza, en la polarización como vía de éxito. La realidad es que, convencidos de que Vox es verdaderamente una opción, han conseguido transmitir esa convicción a una parte considerable de la opinión pública. El único dirigente popular que parece no haber renunciado a la vía más clásica y que sigue pensando que el centro existe, si se le moviliza, es el presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, que alcanzó la mayoría absoluta en julio de 2022, y que parece querer repetir el mismo tipo de campaña para las próximas elecciones, fijadas para junio de 2026.
El Partido Socialista, que también entró en la vía de la polarización y temió la huida de su voto hacia la extrema izquierda, tuvo la ventaja de tener siempre a su izquierda al viejo Partido Comunista, bastante reacio a las polarizaciones extremas. El riesgo para el PSOE llegó con la aparición de Podemos, mucho más decidido a explorar esa vía y que obtuvo un considerable apoyo inicial. Su fractura en dos grupos (Podemos y Sumar, el segundo mucho más unido a la forma tradicional de la izquierda comunista) terminó por diluir el movimiento más radical de izquierda, hasta reducir sus expectativas de voto de manera sustancial. Es el PSOE actual, con Pedro Sánchez a la cabeza, el que entra de lleno en la campaña de polarización, aparentemente convencido de que esa es su mejor opción electoral. No existe dentro del PSOE ninguna corriente que intente convencer al presidente de los peligros de esa polarización extrema, ni existen tampoco socialistas cercanos a Pedro Sánchez que puedan animarle a revitalizar un posible voto centrista.
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