¿Debería preocuparnos la gripe aviar?
La pregunta importante es qué pasará cuando ocurra algo así y si estamos preparados para responder


Se lo preguntaban el otro día a Ed Young, el periodista que recibió el Pulitzer por su cobertura de la covid-19. Entre 2020 y 2022, entrevistó a cientos de científicos, funcionarios de salud pública y expertos para una serie de artículos en The Atlantic, titulada “Cómo la pandemia derrotó a Estados Unidos”. Para mí, lo más valioso de ese trabajo fueron dos cosas: su análisis comparativo de la respuesta de los diferentes países, destacando las diferencias en estrategias y resultados, y su reflexión sobre su actuación en pandemias anteriores. Concretamente, por qué haber sufrido crisis previas había ayudado a algunos países a estar más preparados cuando llegó la covid, y a otros no. Porque la pregunta relevante no es si la gripe aviar tiene posibilidades de convertirse en una pandemia. La pregunta importante es qué pasará cuando ocurra. ¿Estamos preparados para responder?
Esta semana La 2 emitió 7.291, el documental dirigido por Juanjo Castro sobre las muertes de mayores en las residencias de la Comunidad de Madrid durante la primavera de 2020 sin recibir atención hospitalaria. El Gobierno de Ayuso ha calificado la cifra de “invento”, a pesar de ser un dato facilitado por la propia comunidad. Hace dos semanas, cuando murió el primer niño por el brote de sarampión que atraviesa el Estado de Texas, el ministro de Sanidad de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., declaró que había habido “cuatro casos de sarampión este año”, con “20 personas hospitalizadas, principalmente por cuarentena”. Dijo que quizá deberían vacunarse, aunque el Centro de Enfermedades Infecciosas (CDC) había hecho un mal trabajo advirtiendo de la peligrosidad de las vacunas, que la única vacuna efectiva es la leche materna y que el sarampión puede tratarse con vitamina A.
Ninguna de esas afirmaciones es cierta salvo, técnicamente, la que se refiere al CDC. De hecho, la OMS dice que el sarampión crece un 20% cada año, con 10,3 millones de infectados en 2023. “Un ejemplo contundente del impacto devastador de la desinformación sobre las vacunas es el brote de sarampión en Samoa en 2019 —dice un artículo académico publicado en The Lancet el pasado enero—. En esta nación insular de 200.000 habitantes, más de 5.700 personas se infectaron y 83 murieron, la mayoría de ellos niños pequeños. Esta semana, miembros del consorcio antivacunas Children’s Health Defense (CHD), que Kennedy presidía antes de su nombramiento, han acusado a los centros de vacunación gratuitos de transmitir deliberadamente el virus para boicotear su trabajo al frente de Sanidad.
En cuanto a la gripe aviar, dice Ed Young que la próxima pandemia será probablemente una gripe. Que vivimos en un mundo y en un momento en el que los nuevos virus tendrán cada vez más facilidad para saltar a los humanos, y que nuestra infraestructura social está mal preparada para afrontar esa debilidad. Que es “la falta de confianza en el Gobierno y entre nosotros lo que convierte una pandemia en un verdadero desastre”.
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