Alice Schwarzer, periodista: “Estamos ante cambios profundos en la relación entre sexos, es peligroso”
La feminista más influyente de Alemania considera que la autodeterminación del género es una locura propia del sistema capitalista en que todo puede comprarse
Alice Schwarzer, la más famosa e influyente de las feministas alemanas desde los años setenta, está sentada en un café del barrio berlinés de Wilmersdorf, y, al final de más de una hora de conversación, lanza con media sonrisa: “¡Se sienta ante usted una persona cancelada!”. Y cuenta Schwarzer (Wuppertal, 81 años) que en Alemania han dejado de invitarla a los talk shows, los populares programas de tertulia en televisión. Que sus opiniones sobre la guerra en Ucrania ya no son de recibo, aunque, dice, sean mayoritarias. A muchas de las personas que la han admirado les desconciertan estas opiniones y otras sobre la inmigración o sobre los derechos de las personas trans.
Schwarzer, fundadora, editora y directora de la revista Emma, ha estado desde hace medio siglo en primera fila de buena parte de los combates del feminismo. Sus Conversaciones con Simone de Beauvoir (Triacastela, en castellano), un libro con las entrevistas que mantuvo con la filósofa francesa entre 1972 y 1982, explican tanto a Beauvoir como a Schwarzer. Las críticas, a estas alturas —y eso quedó claro a lo largo de la conversación—, parecen importarle bien poco.
Pregunta. ¿Qué pensaría Simone de Beauvoir de la situación de la mujer hoy?
Respuesta. Estaría horrorizada por la victoria total del capitalismo y el grado inimaginable en el que se mercantiliza a las mujeres. Internet y la globalización eran inimaginables para ella. Hoy tenemos unas condiciones que centuplican algunos problemas. También ha habido avances.
P. El progreso es enorme.
R. Sí. Las mujeres son jefas de Estado, vuelan al espacio. Una parte de los padres se responsabiliza de los hijos. Pero hay un retroceso que tiene que ver también, aunque no solo, con la globalización y el capitalismo. Estamos en una fase de cambios profundos en la relación entre los sexos. Y eso siempre es peligroso. También podemos verlo en la magnitud del visible aumento de la violencia en las relaciones. Muchas cosas se están pervirtiendo en nombre del progreso.
P. ¿Por ejemplo?
R. La transexualidad. Solía haber unos cuantos miles de personas en Alemania que estaban tan en desacuerdo con su cuerpo que habrían hecho cualquier cosa por escapar de él. Tenían y tienen que ser ayudadas, y deben poder cambiar su identidad de género. Defiendo esto desde 1983. Pero a partir del 1 de noviembre de 2024 entrará en vigor en Alemania una ley, que ya tiene España: la llamada “ley de autodeterminación”. La hacen pasar por progresista. Pura burla.
P. ¿Por qué?
R. Sexo y género —el sexo biológico y el rol de género— se confunden. Se sugiere a todos aquellos que se sientan incómodos en su rol de género que cambien de sexo. Ahora cualquier persona mayor de 14 años puede declarar en el registro civil que en realidad tiene el sexo opuesto, y un año después puede cambiar de opinión y volver a cambiar. Ya se han inscrito decenas de miles de personas, el 80% chicas. Tienen gendertrouble [problemas de género, en inglés, y título del libro de referencia de la teórica estadounidense Judith Butler]. Es comprensible. No quieren ser criaturas anoréxicas vestidas de rosa. Quieren tener las llamadas libertades masculinas. Pero bastaría para ello con que se tomasen directamente estas libertades. Es la utopía feminista: ser una persona libre, independientemente de su sexo biológico irreversible. Pero, en lugar de eso, estas jóvenes están destruyendo sus cuerpos y sus psiques con hormonas, haciéndose extirpar los pechos y quizás incluso mutilando sus genitales, extirpándose el deseo mediante cirugía. Solo la industria farmacéutica y los médicos sin escrúpulos pueden beneficiarse de ello, son miles de millones de dólares.
P. ¿No es un progreso que puedas autodeterminarte, decidir por ti mismo?
R. Pero, en realidad, no puedes cambiar de sexo. Los cromosomas XX siguen siendo XX y XY sigue siendo XY. Se trata de pura ideología: la locura de creer que todo es factible, propia de una sociedad capitalista que sugiere que todo puede comprarse. Autodeterminación es una palabra bonita, pero ha sido completamente pervertida. Estoy bastante segura de que Simone de Beauvoir estaría al cien por cien conmigo. Está escrito en El segundo sexo, en la última página: desea un mundo de fraternidad entre los sexos, “más allá de la diferencia biológica”. La diferencia biológica es un hecho irreversible. La transexualidad es una apropiación cultural.
P. Se la critica por calificar a los inmigrantes de países musulmanes de amenaza para las mujeres occidentales, especialmente tras las decenas de agresiones denunciadas en la Nochevieja de Colonia, en 2015.
R. Esto es un hecho, no una opinión. Estos migrantes, que han caminado miles de kilómetros con sus pies, todavía tienen que caminar estos miles de kilómetros con sus cabezas, como escribió Kamel Daoud en el libro que edité sobre Colonia en 2015. Se trata de hombres jóvenes que, comprensiblemente, huyen de las penurias económicas con la esperanza de poder llevar aquí una vida mejor. Proceden de culturas y países donde las mujeres carecen de derechos legales, y la violencia contra niños y mujeres es la norma. Como aquí hace 100 años. Vienen y sienten frustración, lo tienen más difícil de lo que pensaban. Y ven que las mujeres a las que desprecian, que se supone que están por debajo de ellos, se atreven a salir por la noche. Eso no les gusta. Tampoco en sus países. Basta pensar en la plaza Tahrir de El Cairo, en cómo expulsaron brutalmente a las mujeres. Incluso a las que llevaban velo.
P. ¿No es peligroso generalizar?
R. ¿Qué quiere decir con generalizar? Creo que en el fondo todo es puro desprecio a los extranjeros. Este amor por los extranjeros que practicamos sobre todo los alemanes —no se puede criticar a los inmigrantes porque tienen costumbres diferentes, culturas diferentes— no es más que la otra cara del desprecio por los extranjeros. Porque eso significa que el inmigrante es siempre el otro, del que nada puede esperarse. Así son las cosas: su hija no puede ir a la discoteca, su mujer tiene que llevar pañuelo en la cabeza. Pero yo me tomo a todo el mundo igual de en serio, aplico el mismo rasero a los inmigrantes que a los hombres nacidos aquí.
P. Y la califican de simpatizante de Putin por su postura ante la guerra en Ucrania.
R. ¿Simpatizante de Putin? Si hay un conflicto o una guerra en la que mueren unas 1.000 personas cada día, entonces tengo que entender al adversario, sus motivos y sus intereses para conseguir algo, ¿no? Y ambas partes tienen que llegar a compromisos.
P. Putin comenzó.
R. Sí, claro. Pero ahora la guerra está aquí. Y Ucrania es la primera víctima, ya ha sido destruida. Los líderes militares de todos los bandos están de acuerdo en que la guerra solo puede terminar mediante negociaciones, no militarmente. ¿Por qué no ahora?
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